domingo, 27 de enero de 2013

ELECCIONES 2013

Último round MOSHE ROZEN NUEVA SION
Yair Lapid, el candidato que obtuvo 19 de los 120 escaños parlamentarios en la reciente jornada electoral israelí, tiene a su favor la experiencia acumulada en otros escenarios de confrontación: en su juventud se dedicó al boxeo; en estos días, cuando el primer ministro Netanyahu intenta conformar coalición, Lapid deberá recurrir a sus reflejos como ex-pugilista en un ring desconocido para él, un ring con riesgos tal vez mayores: el de la política partidaria. Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel Lapid logró en estos comicios ubicarse como alternativa "de centro" a la derecha populista de Lieberman-Netanyahu. Un electorado vacilante –con un caudal de votos no percibido previamente por las agencias encuestadoras- se inclinó a favor del ex-boxeador y animador televisivo, privilegiando su pefil carismático y desdeñando otras listas con propuestas ideológicas más definidas. Pero "Yesh Atid" (Hay Futuro) obtuvo el favor de sus votantes con numerosas consignas más próximas al ideario y a la protesta de la oposición que al partido gobernante que hoy lo convoca a constituir gabinete. Lieberman-Netanyahu ya adoptaron como suyas parte de los lemas de Lapid, como los relacionados con reclamos de los estratos medios –damnificados por las políticas de estímulo a los grandes inversores propias del neoliberalismo-, asegurando un posible viraje en los lineamientos socioeconómicos implementados hasta hoy. Como el laborismo desconfía de esta promesa de cambio, Lieberman y Netanyahu deben acudir a otros partidos, como el Religioso Nacional de Naftali Benet, que introdujo ahora 12 delegados a la Knesset. Benet, favorito de los colonos en los territotorios ocupados en la ribera occidental del río Jordán, se opone fervientemente a un Estado palestino independiente. Lapid, por el contrario, sostiene el principio de "dos Estados para dos pueblos" y se comprometió a bregar por el diálogo con la Autoridad Nacional Palestina. ¿Cómo conciliarán (en éste y en otros espinosos asuntos) ambos contendientes –Lapid y Benet- si acceden a la invitación gubernamental? Benet ya anunció, con su proverbial sonrisa, que no lo ve como un problema: se puede negociar con los palestinos: "Total, no vamos a llegar a un acuerdo con ellos hasta mañana al mediodía"; o sea, no percibe como factible una retirada de los territorios y el consiguiente desmantelamiento de los asentamientos. De concretarse la alianza propuesta al centro liberal de Lapid y al polo de la derecha religiosa de Benet, es previsible una repetición del cuadro de inestabilidad que movió a Lieberman y Netanyahu a disolver su gobierno y convocar a las últimas elecciones. Existen, obviamente, otras posibilidades: los partidos similares al de Lapid en anteriores gobiernos (desde 1977 se reitera el fenómeno de "estrella fugaz", que aparecen como promesa redentora y caen luego en el olvido) abandonaron su compromiso con el elector y se alinearon con la línea dura del gobierno. Esta probabilidad desanimará, entre otros, a los palestinos proclives a un acuerdo. No hace falta ser profeta para adivinar que Judea y Samaria se convertirán en un foco de terror islamista al estilo de Gaza. Lapid dirá, en tal caso, que realmente no hay con quien hablar, suscribiendo así el teorema ("conflicto insoluble") de Lieberman y Benet. Tampoco deberá sorprender si, en el enfrentamiento pugilístico (virtual) entre Lapid y y Benet, el referí –Netanyahu- se verá afectado por la golpiza y alguno de sus socios nacionalistas-ortodoxos o laicos-liberales, o ambos a la vez, tomen la jefactura: no es secreto que tanto Benet como Lapid aspiran a ocupar los sillones de Lieberman y Netanyahu.