martes, 16 de abril de 2013

LA MANCHA

LA MANCHA Rabino Daniel Oppenhaimer Reuven se estaba lavando las manos a la mañana, cuando - de repente- vio que una de ellas estaba manchada. Se le notaba claramente una sombra blanca. Trató de hacer memoria y recordar qué es lo que había estado tocando ayer que podría haber dejado esa marca. No lo logró, y se puso a fregar con jabón a fin de quitarse esa huella, pero no se iba. Reuven vivía en un pueblo del norte de Israel hace aproximadamente 2500 años. Pasaron varios días, y la mancha no desaparecía. Reuven temió lo peor. Tímidamente se acercó al Cohen que él conocía, quien de inmediato frunció el ceño seriamente preocupado mientras Reuven temblaba… La Torá nos habla en las lecturas de Tazría y Metzorá acerca de manchas que hoy desconocemos, y que sí las podía haber en la época bíblica. No es importante saber si esto afectó a una persona, o a mil. Lo importante para nosotros es el concepto. Podía existir, y - de hecho - el TaNa”J nos relata situaciones en las que existieron personas afligidas por este mal (p.ej Melajim II 7:3, 15:4). Si bien en las traducciones comunes puede figurar como lepra, el Tzaraat de la Torá, tanto sea que se mostraba en la pared de la casa, en la vestimenta, como en la propia piel humana, no es una lepra del tipo infeccioso que pertenece al área de la medicina. Quienes así quieren interpretar la Torá, lo hacen desde la ignorancia, pues omiten todo aquello que enseñaron los Sabios a través de las épocas, acerca de este mal del que hace mención tan extensamente la Torá. Dado que la Torá no es un libro de medicina, no tendría que ocuparse de enseñarnos recetas de curación o profilaxis galena. Sin embargo, el Rav Sh. R.Hirsch sz”l demuestra claramente desde las fuentes talmúdicas, que Tzaraat no puede ser una lepra, por las reglas inherentes al caso. En principio, si una mancha era declarada ser Tzaraat, el individuo debía apartarse de la ciudad y de todo l l demuestra claramente desde las fuentes talmúdicas, que Tzaraat no puede ser una lepra, por las reglas inherentes al caso. En principio, si una mancha era declarada ser Tzaraat, el individuo debía apartarse de la ciudad y de todo lugar habitado, y debe vivir a solas en las afueras de las poblaciones. Obviamente, esto no es en absoluto algo agradable - ni mucho menos - pero volveremos sobre esto más adelante. Ahora bien: si se tratara de una lepra, las siguientes pautas serían inconcebibles: 1. La persona que tiene la autoridad para definir y dictaminar si una mancha es - o no - Tzaraat, es un Cohen. Sin embargo, el Talmud enseña que si a un novio le apareciera una sombra de la que se podría sospechar que fuera Tzaraat, ¡se le dejan pasar los siete días de fiesta antes de examinarlo! De tratarse de lepra, esto se constituiría en un grave peligro. Todos los allegados se acercan al novio a abrazarlo y bailar con él… 2. La ley que reglamenta los días en los que se sondea si una mancha es Tzaraat, o no, excluye las festividades en las que los judíos de todo el país convergen en Ierushalaim. Nuevamente: si se tratara de una enfermedad contagiosa, este sería el peor momento para dilatar un correcto diagnóstico de la condición del afectado, ¡pues en la concentración de público de todas las ciudades, la enfermedad se propagaría aun más rápido! 3. Las manchas debían poseer una medida mínima para ser catalogadas como Tzaraat. A partir de esa dimensión, de tener el color que la Torá dictamina - la persona se declara impura, y recae sobre él (o ella) todo el rigor de la ley de Tzaraat. Sin embargo, la Torá nos enseña una ley difícil de entender: si la mancha se expande y llega a cubrir toda la parte visible del individuo (después de haber sido declarada impura) - ¡entonces la persona es resuelta pura! (Vaikrá 13:12). 4. Asimismo - otra norma difícil de entender: si una mancha mantiene su tamaño después de dos reclusiones de una semana cada una, entonces no se le aplican las leyes de Tzaraat. Sin embargo, si en medio de aquella marca apareciera la piel sana - igual a la piel saludable del resto del cuerpo, esto es una señal de impureza (Vaikrá 13:10)... 5. Si la casa de una persona se viera afectada por Tzaraat, el Cohen indicaba que se retiraran todos los bienes que se hallaban en el lugar antes que él llegara y emitiera un posible dictamen negativo sobre el lugar - que incluiría todo que permanecía en el lugar - a fin de salvar el patrimonio del individuo de ser declarados impuros (Vaikrá 14:26). Si de lepra se tratara - por lo contrario - se debería tomar recaudo de colocar esos bienes en cuarentena, al igual que la casa. Estas pautas que acabamos de mencionar, nos demuestran que no estamos hablando de una dolencia física, pues estas normas serían contraproducentes en tal caso. Por lo contrario, tal como lo indican los Sabios, se trata de un llamado de atención Di-vino a la persona. El Talmud dice que este llamamiento alude a un conjunto de males espirituales que surgen de una conducta social inaceptable: entre las ofensas que pueden provocar esta afección, están la inmoralidad, la arrogancia, el egoísmo, la envidia y la maledicencia. (Sobre esta última bajeza, el Talmud Arajin 15: divide el vocablo Metzorá en “Motzí rá” - quien difunde el mal). ¿Qué se debía mejorar luego de esta señal Di-vina? Cuando la persona aquejada debía apartarse del conjunto de la sociedad para ir a vivir como ermitaño en soledad, ese sería el ámbito ideal para que reflexione acerca del daño que se provoca al pensar y al hablar mal del prójimo. Sería también un momento de meditación acerca de todo lo bueno y positivo que caracteriza a los demás - la ausencia permite reconocer las virtudes ajenas, precisamente porque están lejos de uno. Efectivamente, estamos hablando de una penitencia muy severa. Es más, D”s raramente señala los pecados de la persona de modo tan manifiesto (pues quitaría del desafío de respetar la ley por obediencia a D”s - no por temor a las consecuencias). Pero, hay momentos en que se deben mostrar consecuencias que son necesarias, para el sano desenvolvimiento de la sociedad: la desconfianza y la habladuría corroen a la población de la peor manera. Dentro del manto de ocultamiento de D”s, esto se constituye en una leve excepción, a fin de señalar la fuente del mal y no permitir que la actitud de un individuo carcoma la base de una sociedad que desea permanecer íntegra. Puesto que la Torá menciona Tzaraat en las viviendas, en las vestimentas y en la piel, los Sabios nos hacen saber que los llamados de atención de D”s son progresivas. Comienzan con las paredes de las moradas. Si los habitantes que allí residen corrigen su conducta, esto queda allí. De no ser así, pasa a las prendas que viste la persona (algo más próximo al infractor). Si aun así no presta atención, se pega el Tzaraat al propio cuerpo. La Torá volverá a tratar el tema en Dvarim, advirtiendo a la persona que: “cuide la mancha del Tzaraat”. Rash”í (Dvarim 24:8 - en nombre del Talmud) explica que esto se refiere a una prevención para que el individuo no intente quitarse la mancha por otros medios (lo cual le evitaría la vergüenza de tener que acercarse al Cohen y arriesgar el probable alejamiento de la sociedad). O sea, que en realidad se podría llegar a quitar el Tzaraat mediante otro método. Quien así lo hiciere, se vería totalmente sano exterioramente - pues habría quitado el síntoma, pero no la enfermedad. Siendo así, está más que claro que la enmienda que busca el Tzaraat, opera a conciencia de la persona, que asume lo que aquella mancha implica y opta por llevar a cabo el proceso interno curación moral y espiritual. Esto no nos llamaría la atención, en una sociedad actual que se preocupa más por lo que las cosas parecen - que por lo que las cosas son. Rav Avraham Twerski, nos hace ver otros puntos dentro de la descripción del proceso de reconocimiento del Tzaraat. El pasaje de la Torá dice: “una persona en cuya piel se encontrara una mancha será traído (“vehuvá”) al Cohen” (Vaikrá 13:1). El hecho que la Torá hace responsables a terceros de traer a la persona con el problema al Cohen, implica que quienes viven cerca de un individuo que se autodestruye (arrastrando probablemente a quienes lo rodean), son responsables de velar por su integridad. Muchas veces, por “vergüenza a que se sepa”, por “lástima”, por pensar “que se va ir solo, así como vino solo” o por indiferencia, el entorno de una persona que se está sumiendo en distintos vicios como el juego, el alcohol, etc., se abstienen de actuar antes que la situación empeore. Sin embargo, esto se transforma en complicidad con aquel que no puede valerse por si mismo en este aspecto - y requiere de la asistencia de los que están cerca - antes que sea demasiado tarde. El hecho de que la Torá haya elegido precisamente a Aharón (y a sus descendientes) para comunicar la condición de quien padece la mancha, puede tener que ver con el buen corazón que caracterizó a Aharón - tal como hace alusión Hilel en Pirké Avot (cap. 1). Las manchas que poseen los demás se ven a las claras. Hasta existen personas expertas en reconocer todos los defectos de los otros (en lugar de los propios…). Solo un Aharon y quienes lo secundan - por poseer un sensibilidad generosa, pueden observar y calcular objetivamente el aspecto ritual de una marca. Siguiendo este orden de ideas, podemos hacer una reflexión adicional. Mencionamos antes, que si la mancha clara se extendió hasta el punto en que se ve todo de blanco, entonces se vuelve a declarar pura. Nos llamó la atención esa pauta. No obstante, pensemos cuántas veces precisamente en aquellas personas con quienes hemos tenido algún conflicto, no les podemos ver ninguna virtud. Es entonces (si vemos todo manchado), es que debemos recapacitar acerca de si de verdad el problema está en el otro, o si lo vemos de manera totalmente defectuosa por un error en nuestra óptica… Por último, volviendo a aquel que sufre una mancha como consecuencia de una conducta moral “manchada”, en el momento en que reconsidera y se arrepiente, se cura de aquella afección y debe comenzar su proceso de purificación. A tal fin debe acercar una rama de cedro junto a un musgo (Eizov) con el cual se le salpicará el agua de purificación. ¿Qué significado tiene esto? La habladuría que trajo la impureza es el resultado de la arrogancia (el cedro). La purificación llega a través de aquel que se ve como el musgo (Rash”í - Vaikrá 14:4 - citando el Midrash Tanjumá). Nuestra sociedad no es, (ni muestra interés en serlo) lo suficientemente sana como para merecer la intervención Di-vina que separe a quienes la menoscaban. Pero las enseñanzas de esta lectura nos dan mucho para pensar en ese sentido. Fuente: Ajdut Informa Nº 481