domingo, 12 de mayo de 2013

La Iglesia de la sangre derramada

El autor ante la Iglesia de la Sangre Derramada, en San Petersburgo, adonde fue invitado a disertar en la Universidad Herzen Probablemente no haya un momento comparable en la historia judía al del 13 de marzo de 1881, si juzgamos con el criterio de la vastedad de sus consecuencias. En esa fecha fue asesinado el zar Alejandro II Nicolaievich, conocido como "el zar libertador", cuya regencia constituyó un intervalo relativamente liberal en los tres siglos durante los que la dinastía Romanov gobernó el país más extenso del globo. Antes de ese intervalo había en el mundo diez millones de judíos, la mitad de los cuales habitaba en una Rusia opresora que los había confinado a las provincias occidentales: la llamada "Zona de Residencia". Trabajaban de hospederos, comerciantes y artesanos, conformando un poco más del diez por ciento de la población general. A la sazón, estaba vigente el "cantonismo", uno de los regímenes de alistamiento más despiadados que se recuerden, que se prolongó durante tres décadas. Consistía en reclutar a niños mayores de 12 años (un límite mínimo de edad que usualmente era violado), quienes pasaban por un cruel adiestramiento que se prolongaba hasta los 18 años. A esa edad, el joven ingresaba al ejército zarista para un servicio de veinticinco años más. El objetivo principal del martirio era cristianizar por la fuerza a los conscriptos. Alejandro II abolió el cantonismo y flexibilizó la "Zona de residencia". Había sucedido a su padre el 2 de marzo de 1855, en el mismo mes en el que Inglaterra y Francia se unían a Turquía en la Guerra de Crimea contra Rusia, guerra que ya entraba en su segundo año. Pese a esta coyuntura internacional, el nuevo zar y su esposa, María Alexandrovna, emprendieron una etapa política conocida como "Era de las Grandes Reformas", que implicó un insólito progreso social. En el preciso lugar en el que fue asesinado el zar, se yergue la imponente Iglesia de la Sangre Derramada, que es todo un símbolo de la tragedia histórica judía. También es un homenaje a las reformas de Alejandro II. La principal de ellas fue la liberación de los siervos del imperio, que sumaban más de cuarenta millones, incluyendo los de la propia familia real. Esta medida, acompañada de préstamos a los recién emancipados, a fin de que compraran sus tierras, generó la oposición de la nobleza terrateniente. Asimismo, se reorganizaron los tribunales y la justicia, bajo una nueva administración que imitaba el modelo francés. Se promulgó un código penal que mejoraba la situación de los presos políticos, se moderó la censura de prensa, y se admitió el autogobierno de los distritos rurales. Por primera vez, se incentivaba en Rusia la educación científica, mientras la sapiencia y filosofía occidentales penetraban en la intelectualidad del país, y las obras de numerosos autores comenzaban a ser leídas de traducciones. El mentor de las innovaciones parece haber sido el tutor del joven zar Alejandro: el poeta Vasili Zhukovsky, apodado "el traductor más original de la literatura universal". Así describió Jaim Potok el efecto de la liberalización: "Muchos jóvenes judíos fueron conquistados por una esperanza mesiánica en la inminente transformación de la sociedad, y se unieron a los grupos revolucionarios... (Otros) ingresaron en las escuelas rusas y empezaron a tomar parte de la cultura del país. Entraron en las artes. Se hicieron periodistas, abogados, novelistas, poetas, críticos, compositores, pintores, escultores. Aparecieron en toda área de la vida económica, política y cultural de la nación". El iluminismo y la vocación por la cultura universal comenzaron a influir en la judería rusa. A partir de Isaac Ber Levinsohn, "el Mendelssohn ruso", las letras y la prensa empezaron a florecer, tanto en hebreo como en ídish, y aun en ruso. En esa época se crearon instituciones judías educativas. Así, en 1863, un grupo de intelectuales de San Petesburgo fundó la "Sociedad para la promoción de la cultura entre los judíos de Rusia", y más tarde nacía la ORT a partir de un permiso del zar para recaudar fondos filantrópicos. Lev Osipovich Levanda (1835-1888), convocaba desde las páginas del Razsvet a "despertar bajo el cetro de Alejandro II". Despertarían por poco tiempo, y volverían a sumirse en una pesadilla sin precedentes. El 13 de marzo de 1881 fue el fatídico día en el que el carruaje de Nicolaievich lo transportaba en las cercanías de su palacio de invierno. El cuarto tentado contra su vida en tres años, dio en el blanco. Con él, expiró toda esperanza de emancipación judía. Uno de los grupos anarquistas, el "Narodnaia Volia" (voluntad del pueblo), se responsabilizó por el asesinato, que hizo estallar un período de violentísima reacción y de colapso judío. La supuesta presencia de una joven hebrea entre los regicidas, permitió desatar el rumor de que el monarca había caído víctima de un "complot judío". La liberalización se revirtió con frenesí y, como se ha escrito, "el baile había llegado a su fin". Los pogromos tuvieron lugar durante cuatro décadas a partir de 1881, y en tres olas de furor creciente que produjeron decenas de miles de muertos e innumerables mutilados y heridos. El nuevo gobierno, de Alejandro III, permitió los embates, y sectores de la izquierda también los apoyaron, considerándolos como un despertar de las masas que suscitaría la eliminación del régimen. Los pogromos continuaron hasta cuatro años después de la revolución bolchevique. Ante el asesinato de su padre, Alejandro III (el penúltimo zar) designó ministro del Interior al conde Nicolás Pavlovich Ignatiev, otro sañudo judeófobo que incentivó los pogromos como "actos de justicia espontánea emprendidos por el pueblo ruso explotado". La polarización política fue irreversible después del asesinato y, frente a los revolucionarios, surgieron organizaciones como la Liga Sagrada, precursora de las temidas "Centurias Negras" paramilitares, y de la Unión del Pueblo Ruso, todas ellas fanáticamente antijudías. Antes de su destitución, Ignatiev consiguió pasar las "Regulaciones Temporarias" o "Leyes de Mayo" (3-5-1882) que restringieron más que en el lapso anterior la "zona de residencia": se expulsaron a miles de judíos de sus hogares y, en 1891, la mitad de la población israelita de Moscú fue desalojada. La vorágine judeofóbica de aquel período adquirió cristalización ideológica. Fue haciéndose pública la patraña de un poder judío oculto al acecho. El pogromista Pavolaji Khrushevan imprimió, en 1903, en su diario Znamia de San Petersburgo, un resumen de los Protocolos de los Sabios de Sión, que Sergei Nilus publicaría íntegramente un par de años después. Cobró especial influencia en los asuntos de estado el máximo jerarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa: Konstantin Petrovich Pobedonostev (1827-1907), partidario del absolutismo y de la rusificación, conocidco como "el genio maligno de Rusia durante un cuarto de siglo". Fue este prelado quien difundió el macabro vaticinio para los judíos rusos: "Un tercio morirá; un tercio se convertirá o se asimilará; un tercio emigrará". Como consecuencia del clima judeofóbico, surgieron en forma espontánea las primeras tentativas de autodefensa judía organizada. Se había perdido toda confianza en la capacidad (y en el deseo) de las autoridades de proteger sus vidas y propiedades. Aquellos sistemas defensivos fueron precursores incluso de los que se formarían en la tierra de Israel en las décadas posteriores, para contrarrestar el terrorismo árabe. La autocracia rusa necesitó de otras armas paralelas para reprimir a los judíos, y frenó sus crecientes logros culturales. En 1883, el gobierno prohibió las representaciones teatrales en ídish, lo que provocó un exilio de actores, autores y productores hacia occidente. A su vez, se fijó un estricto numerus clausus que limitaba al estudiantado judío a una proporción del 3 al 10 por ciento de todas las universidades y escuelas secundarias. (En regiones como Odessa, con la apertura de Alejandro II, se había llegado a un 35 por ciento de estudiantes hebreos). El mayor éxodo de la historia judía ocurrió después de la muerte de Alejandro II. Cien mil judíos por año abandonaron el país durante la década siguiente y esa cifra aumentó en los años posteriores. En 1881 se fundó la agrupación Am Olam, con el propósito de establecer colonias socialistas judías en Norteamérica. Las setenta personas de su primer contingente partieron desde Elizabetgrad, apenas después de que allí tuviera lugar el primer pogromo. En general, el 85 por ciento de los emigrados se radicó en los EEUU, pero por esa época comenzó la creación de las otras comunidades judías en las Américas, y la realización sionista moderna –todo ello en respuesta ante la atmósfera engendrada por el asesinato del zar. La decepción de los intelectuales por el fracaso de la pretendida integración a la Rusia de las grandes reformas, fue terminante. León Pinsker, ya descreido de la mera solución iluminista, publicó en 1882 "Autoemancipación", y Ajad Haam comenzó a dirigir su mirada a Sión. Asimismo, ese año, el "Bilu" produjo la primera ola inmigratoria a Israel, y uno de sus pioneros, Jaím Hisin, participó de la fundación de Tel Aviv, en donde pasó el resto de sus días. Definió claramente lo que aquel año clave representó para las conciencias judías: "Los recientes pogromos han despertado con violencia a los complacientes judíos de sus dulces sueños. Hasta hoy, mi origen no me interesaba". http://jai.com.uy/?Q=articulo&ID=5013