jueves, 16 de mayo de 2013

Seyyed Shamseddin Hosseini

Fuente: Newsweek por Michael Adler 9/5/13 A casi un año de las duras sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea para disuadir a Irán de desarrollar armas nucleares, la nación no solo da señales de vida, sino de prosperidad. Al menos eso dice el ministro de Finanzas iraní, Seyyed Shamseddin Hosseini. “La economía de Irán se ha vuelto más vivaz y energética”, declaró en una entrevista. Las medidas, dirigidas contra las exportaciones de crudo y la capacidad del país para usar la banca internacional en operaciones comerciales, han reducido a la mitad las ventas de petróleo iraní y golpeado, fuertemente, su moneda y competencia en el comercio internacional. Pero Irán se está adaptando, aunque para ello deba sacrificar su industria privada. Diversos analistas apuntan que, si bien las sanciones han debilitado la economía, la influyente Guardia Revolucionaria —milicia alternativa vinculada con el régimen— está asimilando industrias y beneficiándose del contrabando, mientras que el Estado iraní ha respondido a la mengua de sus ingresos petroleros con la exportación de otros bienes que generan divisas extranjeras, como azafrán y pistache. En lo tocante a sus importaciones, Irán ha compensado los altos precios con mayor producción interna, informa Hosseini quien, de paso, asegura que no se registró una baja del PIB en 2012 —afirmación que disputa la mayoría de los analistas. Pese a todo, nadie sabe si las sanciones convencerán a los líderes de Teherán de llegar a un acuerdo en el tema de las armas nucleares. Irán sigue incrementando la cantidad y eficacia de las centrífugas que producen el uranio enriquecido utilizado como combustible fisible para generar energía nuclear civil y también en la fabricación de bombas atómicas, aunque el Estado insiste en que el esfuerzo es pacífico y solo pretende producir electricidad e isótopos médicos. Mark Dubowitz, defensor de las sanciones, argumentó hace poco que Irán está a 15 meses de crear una bomba nuclear y que las sanciones existentes, aunque restrictivas, no bastan para quebrantar la “voluntad nuclear” del régimen iraní. “No llegaremos a un acuerdo nuclear con [el líder supremo Ali] Khameini a menos de que dejemos muy claro que vamos a colapsar su economía y que el colapso económico podría conducir al colapso político”, sentenció Dubowitz durante un panel de debate convocado en Washington, en abril. Los dos frentes han marcado distancias debido a que Irán quiere que se retiren las sanciones como una primera medida, en tanto que Estados Unidos y sus aliados en la negociación exigen que Irán renuncie al enriquecimiento de uranio de mediana calidad. No obstante, muchos presumen que Estados Unidos estaría dispuesto a llegar al compromiso de que Irán conserve el uranio enriquecido de baja calidad a cambio de garantías de que no intentará transformarlo en material de calidad armamentista. En última instancia, la interrogante no es si las sanciones conseguirán doblegar la economía iraní —escenario que muchos observadores consideran improbable—, sino que ejerzan la presión necesaria para forzar a Irán a un acuerdo de enriquecimiento limitado, estrechamente supervisado y controlado. Por lo pronto, nadie se atreve a aventurar una respuesta. Michael Adler es un estudioso del Centro Wilson Woodrow.