sábado, 19 de enero de 2013
HASBARA
El País obvia la versión israelí
por Marcelo Wio
14 de Enero de 2013
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El diario El País publicó un artículo (Israel desmantela durante la noche el campamento de Bab el Shams, 13 de enero de 2013) donde aborda el asunto sobre la zona E1 desde la perspectiva palestina; repitiendo, sin corregir, serios errores acerca de la “continuidad” de un futuro “Estado Palestino”.
La corresponsal de diario español, Ana Carbajosa, comenzaba señalando que:
“En plena noche, la policía y el Ejército israelí han evacuado al más de un centenar de activistas palestinos acampados en Bab el Shams, el terreno cisjordano en el que el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu planea levantar un nuevo asentamiento. El pasado viernes, un grupo de palestinos instalaron una veintena de tiendas de campaña en una zona bautizada por los israelíes como E-1 y situada entre Jerusalén oriental y Jericó, en los territorios palestinos.
'A las 2.30 de al mañana, unos 500 policías israelíes y de fronteras evacuaron el campamento', indica por teléfono Micky Rosenfeld, quien detalla que expulsaron a unos 120 activistas.”
Antes que nada, Micky Rosenfeld es portavoz de la policía israelí. ¿Por qué no se indica quién es en el artículo? ¿Olvido u omisión?
¿En qué se basa la corresponsal para asegurar que se trata de “territorios palestinos”? ¿En qué resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? ¿En qué frontera? En qué fuente, en definitiva. Lo que repite la “mayoría”, ¿es una fuente?
La corresponsal no aporta todos los datos de la realidad para que el lector se forme una idea cabal del suceso. Porque el Derecho Internacional no es, ni mucho menos, un conjunto de reglas acabadas. Se trata de un sistema dinámico en el que hay diversas interpretaciones por parte de juristas de amplia trayectoria. La ex juez, y ex presidenta de la Corte Internacional de Justicia, Rosalyn Higgins, sostiene, en su libro Problems & Process, International Law and How We use it, eque el Derecho Internacional es un proceso continuado de decisiones y no una mera referencia a decisiones pasadas que se denominan “reglas”. Así, el Derecho Internacional sería más bien un proceso de toma de decisiones que se apoya (y depende) en las decisiones pasadas a la luz del contexto actual.
Además, Higgins sostiene que
“Hacer valer un núcleo inmutable o normas que se mantienen constantes, independientemente de la actitud de los estados, es insistir en los propios valores personales (en lugar de valores internacionalmente compartidos).”
Alternativamente a lo que se sostiene en el artículo, Julius Stone (Israel and Palestine: Assault on the Law of Nations), renombrado jurista australiano, reproduce una cita textual de los autores del informe An Internacional Law Analysis of the Major United Nations Resolutions Concerning the Palestine Question (ST/SG/Ser F/4, N.Y.: 1979) donde aseguran:
“Los Estados árabes no sólo votaron en contra de la partición [de Palestina], sino que inicialmente sostuvieron que era inválida. Es por lo tanto significativo [sic] que subsecuentemente la hayan invocado para presentar sus argumentos legales a favor de los palestinos...”.
Stone estima que proponer que la Resolución 181 (II) puede tratarse como una fuerza vinculante (es decir, que supedita) “para beneficio de los mismos estados árabes que, con su agresión destruyeron [la propia resolución] viola ‘principios generales de la ley'... ”.
En tanto, Dore Gold (From “Occupied Territories” to “Disputed territories”, 2002), ex diplomático israelí y actual presidente del Jerusalem Center for Public Affairs, señala que el lenguaje y la lógica de “la ocupación” le ha permitido a los portavoces palestinos confundir la historia. Al invocar repetidamente la “ocupación”, han logrado revertir la causalidad del conflicto, especialmente frente a las audiencias occidentales.
De esta manera:
“... la actual disputa territorial se debe, supuestamente, a la decisión israelí de ‘ocupar', en lugar de ser el resultado de una guerra impuesta a Israel por una coalición de estados árabes en 1967”.
Por su parte, David M. Phillips, en su artículo The Illegal-Settlements Myth, de diciembre de 2009, declara que mientras uno puede debatir la conveniencia de los asentamientos israelíes y su imprudencia diplomática y política; otro asunto muy distinto es tildarlos de ilegales. De hecho, indica, el análisis en que se fundamenta la conclusión de que los asentamientos violan el derecho internacional depende totalmente de la aceptación de la narrativa palestina que sostiene que Cisjordania es territorio “árabe”. Y aclara que, aunque hoy en día habitualmente se refiere a territorio “palestino”, en ningún momento en la historia han estado Jerusalén o Cisjordania bajo soberanía palestina árabe.
El propio Gold añade un hecho de vital importancia para comprender la realidad actual:
“Debido a la insistencia de Jordania, la Línea de Armisticio de 1949 [que gran parte de los medios llaman “Fronteras del 67], que constituía el límite entre Israel y Jordania hasta 1967, no fue reconocida como una frontera internacional, sino simplemente como una línea que separaba a los ejércitos.” (Artículo II.2)
Y agrega que, además, bajo la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU – otro hecho que no deja lugar a dudas -, se espera que Israel se retire únicamente de “territorios” a unas “fronteras seguras y reconocidas”, y no de “los territorios” o de “todos los territorios” capturados durante la guerra de los Seis Días.
Así, colige, el Consejo de Seguridad reconoció que Israel tenía derecho a parte de esos territorios con el fin de obtener unas fronteras defendibles.
Nadav Shragai, en tanto, reproduce en un artículo un escrito del embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas en 1967, Arthur Goldberg que, si cabe, aclara aún más la situación:
“Nunca describí a Jerusalén como un área ocupada... La Resolución 242 no se refiere a Jerusalén en modo alguno, y su omisión fue deliberada”.
Cabe resaltar que no se menciona en ningún momento a los palestinos en la Resolución 242.
Entonces, ¿"territorios ocupados" según quién? Y ¿según qué interpretaciones?
Estos hechos e interpretaciones de expertos en la materia se dejan de lado. En cambio, se insiste en darle espacio a la versión palestina que señala, de manera automática, a Israel como “culpable”. La “información” que aporta esta versión, no se contrasta. Queda en pie la acusación; no hace falta prueba alguna:
“Ireen Nasser, una de las acampadas indica sin embargo que ‘seis personas resultaron heridas en la operación', durante la cual la policía ‘les golpeó en la cara'. Un comunicado emitido por los activistas considera que la expulsión es ‘ilegal, porque Bab al Shams se estableció en terrenos palestinos'. Y añade que piensan seguir adelante con la ‘lucha popular'.”
La voz de los “activistas” y la “narrativa” palestina parece haberse convertido en un elemento infaltable y necesario de toda crónica sobre Medio Oriente. La versión israelí brilla por su ausencia. ¿A qué organización pertenece Ireen Nasseer? ¿Es una simple acampante?
Una vez más en el artículo, la presencia israelí en los territorios – en este caso, con la expulsión de los “acampantes” – es “ilegal”, puesto que se tratan de “territorios palestinos”. La voz israelí brilla por su ausencia. Sólo se reproducen las declaraciones políticas de los “activistas”.
Y, por cierto, ¿quiénes son los activistas? ¿Se trataba de 200 espontáneos? ¿De dónde salieron las carpas? ¿No son temas de relevancia periodística?
Entonces, la corresponsal reproduce, sin indicar que se trata de un error, una equivocación muy repetida:
“Estados Unidos y la Unión Europea consideran que la creación de un asentamiento en E-1 dinamitaría la continuidad territorial de un futuro Estado palestino. La comunidad internacional considera que por su situación estratégica, E-1 resulta clave para conectar el norte y el sur de Cisjordania. Más de medio millón de colonos israelíes viven incrustados en los territorios palestinos.”
¿Y el contexto? ¿Y el buen quehacer periodístico? Se da por hecho lo que no existe - que existe un “territorio palestino” definido – y se descarta lo que es - que no se produciría ninguna partición de Samaria y Judea (Cisjordania), ni se dinamitaría la continuidad de un futuro estado palestina en ese territorio.
¿Una “consideración” vale más que los propios hechos?
¿Los “colonos” israelíes se “incrustan” en los “territorios palestinos”? ¿Qué quiere decir con esa palabra? ¿“Hacer que un cuerpo penetre violentamente en otro” o que “quede adherido a él o cubrir una superficie con una costra dura”? (RAE)
“Penetrar violentamente”, “cubrir una superficie con una costra dura”, ¿esta es la idea que debe formarse el lector?
Pero vamos a los hechos, a lo que es –o podría ser, en realidad, si se llevara finalmente a cabo la construcción de lo que ahora sólo son planos y palabras. Y nada mejor que un mapa para percibir de manera correcta la realidad.
Ricki Hollander y Gilad Ini, analistas de CAMERA, ya lo explicaron en 2005:
“La ‘x' negra marca la localización aproximada del nuevo barrio cercano a Ma'aleh Adumim. Al oeste de la ‘x' se encuentra Jerusalén. La línea roja que rodea a la ‘x' es la ruta planeada de la valla de seguridad, que rodeará a Ma'aleh Adumim y Jerusalén.
Aquellos que acusan que la construcción israelí en Ma'aleh Adumim corta la contigüidad norte-sur no tienen en cuenta el hecho de que las áreas controladas por los palestinos estarían conectados por el territorio al este de Ma'aleh Adumim (marcado en el mapa) que, en su punto más estrecho es de 15 km de ancho.
Además, Israel propone construir túneles o pasos elevados para evitar la necesidad de que los palestinos tengan que desviarse hacia el este a través del corredor.”
Tampoco es verdad que la construcción cortaría las zonas palestinas de Jerusalén. El acceso a Jerusalén a través de Abu Dis, Eizariya, Hizma y Anata no se ve impedido por el barrio propuesto, y tampoco se vería impedido por una serie de barrios que unen a Ma'aleh Adumim con Jerusalén.
¿Por qué no aclara este hecho la corresponsal? Máxime, cuando menciona la posición o la asunción equivocada de la Unión Europea y Estados Unidos. ¿Por qué obviar este dato de la realidad?
Lo más llamativo es que la prensa hispana, en su amplia mayoría, suele recurrir a la mención de la “legalidad internacional” o de lo que cree o no la “comunidad internacional”, pero nunca se dirigen a las fuentes de la “legalidad internacional” a la que invocan como una fórmula mágica. Unas de esas fuentes son los tratados firmados entre palestinos e israelíes.
Por ejemplo, Jeffrey S. Helmreich, teórico del derecho, en un artículo de 2003 (Diplomatic and Legal Aspects of the Settlement Issue) indica que:
“…el acuerdo de paz alcanzado por Israel y los palestinos en Oslo, junto con el Acuerdo Provisional de 1995, permiten el crecimiento de los asentamientos así como el crecimiento - y la creación - de comunidades palestinas en los territorios disputados. Los palestinos adquirieron los derechos para la planificación y la división por zonas en el área A; en tanto que Israel retuvo los mismos derechos en área C... El estatuto jurídico se debía alcanzar y decidir sólo en las negociaciones de estatus finales que, lamentablemente, nunca ocurrieron. Hasta que este punto sea alcanzado, el crecimiento de asentamientos [en el área C] permanece dentro del alcance legal de los Acuerdos de Oslo”.
Pero, ¿sólo los israelíes construyen, o planean hacerlo, en los territorios en disputa?
Justus Reid Weiner, en su libro Illegal Construction in Jerusalem: A Variation on an Alarming Global Phenomenon, reproduce una entrevista concedida a la revista egipcia El-Aharam Al-Arabi, en junio de 1997, donde Faisal Husseini, entonces miembro del Comité Ejecutivo de la OLP a cargo de la cartera de Jerusalén declaraba:
“El programa palestino es crear un cinturón palestino alrededor del cinturón israelí [de los nuevos barrios post-1967].... el gran reto para los palestinos es construir, incluso sin permiso”.
La corresponsal finaliza indicando que:
“La acampada de Bab el Shams constituye una forma de protesta inédita en el eterno conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes desde hace décadas. Los activistas palestinos han optado por imitar las tácticas de los colonos israelíes que instalan caravanas en los territorios palestinos que luego se convierten en grandes asentamientos, algo que en la jerga diplomática se conoce como ‘hechos sobre el terreno'.”
¿Qué significa este final? ¿Qué se acepta, y hasta se aplaude, lo que se critica en el caso israelí? ¿Con esa idea debe quedarse el lector? En tanto, no se aclaran los errores factuales que se reproducen en el artículo, ni hay versión israelí, ¿Qué idea puede hacerse el lector acerca del suceso?