viernes, 18 de enero de 2013
Torá desde Jerusalem
Torá desde Jerusalem
Parashá Shemot - Nombres
Libro Shemot / Éxodo (1:1 a 6:16)
Resumen de la Parashá
La parashá Shemot correspondiente al segundo libro de nuestra Torá, Shemot (Éxodo), comienza recordándonos los nombres de los hijos de Yaacob. Su descendencia fue fecunda y se multiplicaron.
Un nuevo Faraón surgió en Egipto que no conocía lo que Yosef había logrado para Egipto, y temía que los Hijos de Israel se volvieran más fuertes que el pueblo egipcio y por ello inició una política opresora hasta llegar a convertirlos en esclavos. Así fueron obligados a edificar fortalezas y las ciudades de Pitom y Ramsés. Pero los judíos continuaban creciendo aún más, el numero de nacimientos sigue incrementándose. Entonces el Faraón ordenó a las parteras hebreas a que todo varón hebreo recién nacido, fuera arrojado al río Nilo. Pero las parteras no hicieron lo ordenado por el Faraón, dejando así vivir a los niños, bajo la excusa de que las mujeres hebreas daban a luz antes de que ellas llegaran.
Dos miembros de la tribu de Leví, Amran y Iojéved ya eran padres de dos hijos, Miriam y Aarón. Pero Iojéved, en tiempos del decreto del Faraón dio a luz a un otro varón, que fue escondido durante los primeros tres meses de vida y luego colocado dentro de una canasta entre los juncos de la ribera del río. Su hermana Miriam quedó cerca de ella y observó cuando se acercó a la canasta, la hija del Faraón. Esta vio que había dentro de ella un niño y adoptó al bebe a pesar de que se dio cuenta de que era un hebreo. Miriam se acercó para ofrecerle una nodriza para amamantarlo, a lo aquella accedió. Así Iojéved alimentó y crió a su propio hijo. Fue creciendo y luego fue llevado al palacio real donde se puso el nombre de Moshé, que significa “sacado de las aguas”.
Ya grande, Moshé observó la opresión y sufrimiento de sus hermanos. Vio como un capataz egipcio golpeaba con dureza a un hebreo. Moshé, que observó si había alguien cerca, decidió matar al egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente, vio a dos israelitas discutiendo, y quiso intervenir para apaciguarlos, a lo que uno de ellos le respondió si él los juzgaría y mataría como lo hizo con el egipcio. Moshé comprendió que se sabía lo acontecido y que debía huir, ya que su vida estaba en peligro. Huyó hacia Midián, llegó a un pozo donde ayudó a las hijas de Itró a abrevar sus ovejas. Fue invitado a vivir con ellos e Itró le dio por mujer a su hija Tzipora. Tuvieron dos hijos, Guershom y Eliézer.
Mientras tanto, el Faraón había fallecido y su sucesor continuó con la opresión hacia los hebreos, aumentándola. Los judíos pedían ayuda al Eterno. Hashem recordó su Pacto con Abraham. Mientras Moshé apacentaba las ovejas de su suegro Itró, vio una zarza que ardía sin consumirse, y el Todopoderoso por primera vez le habló y le ordenó quitarse su calzado pues estaba en tierra sagrada. Le ordenó ir al Faraón para liberar a Su pueblo, a lo que Moshé consideró que él no era digno para esa misión. Hashem le prometió que Él daría Su ayuda Divina. Ante la pregunta de Moshé sobre cuando los hebreos le preguntaran el nombre del Eterno, Le respondió que debía decir: “Yo soy el que soy”. Moshé debía informar a los ancianos sobre su aparición y que debían presentarse ante el Faraón para pedirle dejara salir al pueblo para ofrecer sacrificios al Eterno en el desierto. También le indicó que el Faraón no los dejaría ir y que luego Él extendería su mano para forzar al Faraón a dejar salir al pueblo.
Moshé dudó si le creerían, pero el Todopoderoso le demostró su poderío transformando su vara en una serpiente, le indicó poner su mano sobre el pecho y le apareció a Moshé lepra y luego milagrosamente, sanó. También el Eterno le dijo si los israelitas no le creyeran, debía tomar agua del río Nilo y al verterla sobre tierra seca, se transformaría en sangre. Moshé señaló su falta de “palabras”, ya que padecía de problemas de habla, a lo que el Eterno indicó que su hermano Aharón sería su vocero.
Moshé contó lo sucedido a su suegro Itró, quien le contestó que fuera a sacar a sus hermanos de Egipto. Moshé partió con su familia y se encontró con su hermano Aharón en el monte Horeb y le contó todas las palabras del Eterno y luego los ancianos creyeron en Hashem.
Moshé y Aharón fueron ante el Faraón y le solicitaron dejara salir al pueblo a ofrecer sacrificios al Eterno en el desierto, pero se negó ante el pedido e impuso decretos más duros contra los judíos. A partir de ese momento no recibirían paja para fabricar los ladrillos, pero debían continuar elaborándolos. Nuevamente los ruegos ante el Faraón fueron rechazados. El Todopoderoso aseguró a Moshé que ante Su mano fuerte, el Faraón finalmente dejaría salir al pueblo.