martes, 21 de mayo de 2013
Moshé: un ser excepcional
Rabino Daniel Oppenheimer
El tema que nos ocupa hoy trata el sexto y séptimo de los 13 axiomas sobre los que se basa el judaísmo y que hablan acerca de la profecía en general y la de Moshé en particular.
El objetivo por el que nos dedicamos a este asunto, no es porque creamos que podemos describir lo que es una profecía. Nuestro nivel espiritual dista de ser dignos - en nuestra condición actual - de ser receptores de la Palabra de D”s y transmisores primarios de la misma.
Sin embargo, siendo que estos principios son fundamentos vitales de nuestra creencia, es menester señalar los lineamientos básicos de qué estamos hablando. Aun si después de leer este capítulo no podamos explicar la profecía - dado que no la hemos experimentado personalmente - tendremos igualmente alguna noción qué no es la profecía.
Partamos de la base de que los seres humanos fuimos creados a imagen de D”s con el objetivo de elegir el bien por sobre el mal, cumpliendo con la Voluntad de D”s.
Como ya lo explicamos oportunamente, por más objetivas que quisiéramos ser las personas, estamos limitados respecto a la definición del bien, dada la inherente subjetividad que nos caracteriza. Si bien todos los seres humanos fuimos creados con la propiedad de una conciencia que nos indica que existe el bien y que debemos cumplir con él, esta cognición no nos define aquel bien. Aceptar la Ley de un Ser superior, requiere este reconocimiento y la anulación de la voluntad propia, frente a una disposición Di-vina.
Esto obliga a que D”s - de algún modo emita Su Voluntad a nosotros. La transmisión de la Palabra de D”s a los seres humanos, se denomina profecía. Si bien la Torá nos enseña que esto sucedió junto al Monte Sinaí cuando nuestros abuelos aceptaron aquel reto a pocas semanas de haber salido de Egipto, el contacto “verbal” de D”s con las personas no se redujo a aquel momento.
Antes y después, D”s envió a profetas a qu n modo emita Su Voluntad a nosotros. La transmisión de la Palabra de D”s a los seres humanos, se denomina profecía. Si bien la Torá nos enseña que esto sucedió junto al Monte Sinaí cuando nuestros abuelos aceptaron aquel reto a pocas semanas de haber salido de Egipto, el contacto “verbal” de D”s con las personas no se redujo a aquel momento.
Antes y después, D”s envió a profetas a quienes Se reveló para informarles aquello que quiere que sepan y, en ciertas ocasiones, que transmitan a una o muchas personas. Algunas profecías fueron reveladas para la posteridad, mientras que otras lo fueron únicamente para un específico momento. Es así que el Talmud menciona que existieron más que un millón de profetas (cuyas identidades desconocemos), pero que solamente están registradas en el TaNa”J las profecías de aquellos cuyas palabras serían requeridas para todas las épocas.
Antes de continuar, es menester aclarar que las profecías no son futurologías. Si bien es común que la gente - ante la incertidumbre del futuro - busque afianzarse con el supuesto “conocimiento” que le da el “vidente” de lo que ocurrirá en su futuro personal, y suele intentar lograr ese saber a través de toda clase de artilugios, la Torá prohibe esos intentos (Dvarim 18:9) al margen de que tampoco ayudan a la persona a estar “mejor preparada” para enfrentar su futuro. Por el contrario, precisamente en aquel párrafo en el que nos enseña sobre nuestra obligación de obedecer a los profetas, nos instruye a ser “Tamim” (íntegro) con D”s sin necesitar esta clase de búsquedas (Dvarim 18:9).
Toda profecía tiene como meta el bien de Israel, y por ende el bien de toda la humanidad. Es por eso que la profecía estuvo siempre ligada a la tierra de Israel, y solo se dio a profetas afuera de Israel luego de haber sido iniciadas en Israel.
Existen distintos niveles de transmisión Di-vina (cuya definición también exceder esta hoja, y la traducción es superficial)): “Ruaj haKodesh” (Espíritu Di-vino), Bat Kol (Voz Di-vina), Urim veTumim (letras iluminadas en el pectoral del Kohen Gadol que respondían a preguntas de orden y necesidad nacional). Incluso dentro de la misma profecía existen distintos niveles - “vistos” o “escuchados” (Ramba”m, Iesodey haTorá 7:2), dependiendo de quién es el profeta y de la necesidad de la misma. Por ese mismo motivo las comunicaciones que transmitieron los profetas podían ser breves o extensas.
“Profeta” es aquel que recibe un mensaje de D”s. Dado que no faltaron ni faltan aquellos que creen que D”s los eligió para transmitirles Su mensaje - producto de un patología enfermiza o de una alteración ideológica, también debe estar claro que no llegan a ser profetas, sino ciertas personas con características morales determinadas. El profeta debe seruna persona libre de toda influencia que pudiera interponerse entre el mensaje de D”s y su destinatario. Asimismo, debe ser libre de influencias internas, es decir que su mente debe gobernar totalmente su acción, sin que sus pasiones lleguen a dominarlo.
El estado de ánimo del profeta antes de recibir su señal, debe ser de alegría y tranquilidad. No recibe mensajes Di-vinos en condiciones de tristeza, enojo o depresión.
Aun si determinada persona estuviera en condiciones de recibir y transmitir profecías de D”s, no depende de ella si D”s determina que sea el vehículo apropiado para ser portador de Su mensaje.
En el momento que D”s transmite una idea al profeta, éste sabe con certeza absoluta que se trata de una Revelación Di-vina.
Por lógica, si D”s determina intervenir y enviar un recado a cierta persona o grupo de personas, esto se debe a que hay razón suficiente para que esto ocurra. Dado que todo lo que el judío debe hacer ya está escrito en la Torá, y no se agregan más preceptos a los que ya existen, las palabras de los profetas posteriores a Moshé no contradijeron la profecía de Moshé, sino que, por el contrario, instaron al pueblo a seguir fieles a su enseñanza, en particular cuando se relajó el cumplimiento de los preceptos. Asimismo, cuando a raíz de los pecados de Bnei Israel, estos fueron exiliados, las palabras de consuelo de los profetas tranquilizaron y alentaron al pueblo para que no caiga en la desesperanza que lo alejaría aun más de D”s.
Una vez que el profeta obtuvo su recado para un receptor determinado, no tiene opción moral sino propagar las cosas que se le dijo aun cuando fueran rechazadas por aquel y pusiera su vida en riesgo (como sucedió muchas veces en la historia), y no puede callar ni renunciar a esa misión. Es por eso que todos los profetas de Israel demostraron no temer a la reacción del pueblo ante los duros mensajes que transmitieron.
El séptimo axioma del “Aní Maamin”, nos enseña que la profecía de Moshe fue superior a la de todos los demás profetas. Si bien no podemos explicarlo desde la experiencia, debemos saber que tal es dado que así lo dice la Torá en Bamidbar (Números): “boca a boca hablo con él, con claridad y no con parábolas...”. Así también después que Moshé rezó por el pueblo a raíz del error del becerro de oro (Shmot 33:11): “y habló D”s con él cara a cara como hablaría una persona con su compañero”. Nuevamente al terminar la Torá con la muerte de Moshé (Devarim 34:10): “y no se levantó ningún otro profeta como Moshé en Israel a quien D”s se le comunicara cara a cara...”
Tampoco hubo ningún otro profeta que tuviera la certeza de la permanencia de la conexión con D”s como Moshé, que podía responder a quienes le formularon sus inquietudes (Bamidbar 9:8 - al requerimiento de la gente impura a participar de la ofrenda del Pesaj): “Esperen que escucharé qué ordenará D”s respecto a vuestro pedido”. Nuevamente (Bamidbar 27:5-7 - ante las hijas de Tzlofjad) “Y Moshé acercó su juicio a D”s, y D”s respondió: es correcto la gestión de ellas…”
Para entender mejor la situación excepcional de Moshé, debemos citar algunas de las fuentes de la Torá que nos ilustran este panorama.
Al ofrecer D”s la Torá al pueblo de Israel, ellos respondieron de modo unánime: “Naasé ve Nishmá” (obedeceremos y atenderemos). D”s entonces le dijo a Moshé (Shmot 19:9), que se acercaría con una “nube” a fin de que el pueblo escuche (proféticamente) cuando D”s le hablaría, y siga confiando en la palabra de Moshé. Efectivamente, todo el pueblo percibió las palabras de los 10 mandamientos en calidad de profetas “viendo” las voces (Shmot 20:15, Rash”í) que se emitían en Sinaí. El impacto de lo que sucedió en aquella escena frente el Monte Sinaí aún se percibe en los judíos, pues de otra manera, ya hubiera dejado de existir como tal, considerando todo lo que atravesó en materia de persecuciones y viviendo en medio de culturas antagónicas, casi de antítesis.
Después que el pueblo de Israel experimentó la profecía al percibir directamente de la Voz de D”s, pidieron no escuchar más el resto de los mandatos, sino por medio de Moshé. Tenían miedo que de mantenerse en el nivel de profetas, toda trasgresión que cometieran sería una ofensa mucho más grave - precisamente por el hecho del alto grado en el que se encontraban.
D”s aceptó esta “propuesta”, y dijo que acordaba conque volvieran a dejar de ser profetas (Dvarim 5:26), deseando que no obstante, se mantuviera ese respeto por el compromiso que habían asumido.
Este rescisión de la profecía fue para todos - menos para Moshé. Él debía “permanecer aquí junto a Mi”. Mientras todo el pueblo volvió a vivir su vida “normal” incluyendo las relaciones conyugales suspendidas 3 días antes de la Revelación Di-vina en el Monte Sinaí (Dvarim 5:27-28), Moshé mantuvo esa condición por el resto de su vida.
Sin embargo, dada la modestia inigualable de Moshé (Bamidbar 12:3), esta condición de abstención no se dio a conocer.
Cuando Miriam - hermana de Moshé - habló con Aharón acerca de la “ishá kushit” (mujer “cushita” - Bamidbar 12:1), se refería (mediante un eufemismo de la Torá) a esta castidad oculta (mientras que ellos aun siendo profetas no mantenían este rigor). En las palabras de censura de D”s que siguen, D”s les aclaró a Miriam y a Aharón, que aun siendo ellos también profetas, todos menos Moshé tendrían apariciones opacas (Bamidbar 12:6-7). Solamente Moshé era confiable “en toda Mi casa”, y sus visiones serían cualitativamente señaladas como “aspaklaria hameirá” (visión radiante). La humildad perfecta y sublime de Moshé, permitió que se anulara totalmente ante D”s, como jamás volvería a ocurrir, y, por ende, la Voz de D”s se transmitiría diáfana a través de él, de manera como no volvería a suceder. Con esto, queda claro porqué ningún profeta posterior podría negar aquello que Moshé enseñó.
La aceptación de la verdad de la profecía es uno de los grandes retos del hombre moderno: someterse al hecho de que D”s sí se manifiesta, y precisamente para hacerle saber al ser humano su limitación en lo moral. De este modo, los axiomas en los que debemos creer, no son solamente conceptos abstractos sin ingerencia en la vida, sino que - por lo contrario - son la base de desafío que siempre significó el hecho de asumirse judío.
Fuente: Ajdut Informa Nº488