lunes, 13 de mayo de 2013

Ningún país está a salvo de vivir una catástrofe”

“La negación como mecanismo de defensa no nos deja ver que eventos de consecuencias terribles pueden pasar”, aseveró Wolmer. El Dr. Wolmer es un psicólogo especializado en traumas. Si bien Leo es uruguayo, su formación y su actual vida laboral la lleva a cabo en su “otra patria”, Israel. Allí, el ahora doctor Wolmer ha desarrollado un aprendizaje, al mismo tiempo que ha ido formando a personas en lo que tiene que ver con superar de la mejor forma las problemáticas que derivan de haber vivido un trauma, una catástrofe, una tragedia, y poder volver a lo mejor y lo antes posible a sus “vidas normales”. Leo ha hecho un especial énfasis en minimizarles los “dolores” a los más pequeños, y hacia ellos apunta gran parte de su trabajo. Si bien como ya dijimos, Wolmer realiza sus labores en tierras israelíes, traspasa parte de su conocimiento en todos los rincones del mundo, y su tierra natal no es la excepción. Casi todos los años está por Uruguay, y hace unos días volvió a estar, momento en el cual accedió a responder algunas preguntas a LA REPÚBLICA de cómo enfrentar una crisis, aunque destacó que lo mejor no es remediar, sino prevenir, y eso “es lo más importante” para sobrellevar una situación adversa. ¿Cómo llegaste a especializarte en catástrofes y traumas relacionados con los conflictos que se suceden en Israel? Como muchas de las cosas, por casualidad, aunque no soy un gran creyente de las casualidades. Al terminar mi Master en Psicología Clínica fui invitado a realizar mi especialización clínica en el Centro de Salud Mental de Tel-Aviv, que pasó a ser dirigido por el Prof. Nathanel Laor, quien acababa de regresar de la Universidad de Yale. Una de sus ideas era desarrollar la investigación en el tema de traumas y me propuso ser su asistente. Eso fue en 1991, cuando durante la Guerra del Golfo ciudades en Israel fueron atacadas por misiles desde Irak. Las investigaciones longitudinales que realizamos en esa época con chicos de 3 a 5 años son aún hoy citadas como pioneras en el tema de consecuencias de trauma en preescolares y sus madres. Desde ese momento, y con la creación del Centro de Resiliencia Cohen-Harris el 11 de setiembre de 2001, el mismo día del ataque terrorista en Nueva York, pasamos a desarrollar no solo investigaciones sino también programas clínicos y de resiliencia personal y urbana en diferentes partes del mundo, en colaboración con organismos y ministerios nacionales. ¿Cuáles son las claves para enfrentar situaciones adversas de magnitud para todas las personas, especialmente para los más pequeños? Sin duda que para los más pequeños, el factor más importante es la respuesta de los padres. Es sabido que cuando un niño se enfrenta a una situación de estrés su primera reacción es mirar a sus padres. En sus ojos entiende si hay peligro, si está seguro, si sus padres transmiten control, etc. Cuanto mayor es la edad del niño, su dependencia de los adultos es menor, y por lo tanto es importante ayudarle a desarrollar sus propias herramientas que podrá usar en la vida cotidiana frente a situaciones medianas de estrés. Uno de los fenómenos que hemos demostrado es que esas herramientas serán puestas en funcionamiento en forma efectiva también en situaciones de estrés más grave. Esas herramientas personales se unen a otros factores familiares, comunitarios y nacionales que brindan por un lado preparación y por el otro una sensación de protección. ¿Cómo es formar “mediadores clínicos”, una de las tareas que llevás a cabo y de la cual sos pionero a nivel mundial? Creo que es uno de los modelos de los que estoy más orgulloso por el impacto que ha tenido en el desarrollo de la resiliencia de los chicos, y porque es innovador, ahorra costos, y fue aceptado por el Ministerio de Educación para ser implementado a nivel nacional como parte del currículo escolar. La idea surgió de la necesidad de dar apoyo psicológico a decenas de miles de niños teniendo capacidades limitadas de personal de salud mental. Consideramos que los maestros, a quienes ayudamos a ver su rol empoderado y como “educadores”, pueden tomar responsabilidad por un programa psicodidáctico universal, que no deja estigma en el alumno, y se implementa en uno de los lugares mas ecológicos para el chico, la escuela. Implementando este programa, los maestros fueron capaces de reducir en un 50% la prevalencia de postrauma en chicos. A su vez, la cultura y el lenguaje de la escuela cambian, e incluso demostramos un incremento significativo en la autoeficacia de los maestros y en su identidad profesional. Hoy ya tenemos más de 300.000 alumnos que han participado en este programa. Has dicho que “ningún país está a salvo” de sufrir catástrofes, inclusive el nuestro que parece tan alejado de todo y en el cual parece que nunca va a pasar nada. ¿En qué te basás para afirmar esto? Me baso en la realidad y en cierta capacidad de predicción. En la realidad, porque si bien no fueron de la magnitud de un tsunami o un terremoto, en Uruguay ha habido inundaciones repetidamente y en las mismas zonas. Este es solo un ejemplo de algo que ha sucedido y cuya magnitud puede aumentar. Por otro lado, se está equivocado si piensa que los desastres que amenazan a una sociedad provienen únicamente de la naturaleza o de conflictos bélicos. Hay un tipo diferente de desastre que es más lento, no notamos su desarrollo hasta que el cambio no es ya cuantitativo sino cualitativo. Con mucho dolor veo cosas que pasan en el Uruguay y que si no son encaradas a nivel nacional con los recursos humanos y económicos que existen, puede convertirse en una bomba de tiempo. Problemas sociales, poblaciones marginadas, chicos que no estudian ni trabajan, muchas veces porque no hay ningún estimulo para que lo hagan, estándares de vida del siglo XIX, el crimen que aumenta, la inseguridad a raíz de la violencia, la popularidad de la droga, esa falta de solidaridad mutua, son algunas cosas que he percibido en aumento. Por otro lado, me llevo una imagen excelentísima de los recursos profesionales que he encontrado. Hay gente comprometida que si se los incluye y se les da el soporte y los recursos necesarios pueden generar un cambio. Ante lo planteado en la anterior pregunta, ¿es más complejo concientizar a la gente que decide en estos temas acerca de la necesidad de estar preparado para cualquier eventualidad? Sí, pero esa es la realidad universal, donde la negación como mecanismo de defensa no nos deja ver que eventos de consecuencias terribles puede pasar. La planificación es a corto plazo, y el orden de prioridades de los gobiernos locales y centrales no tiene a este tema en un lugar privilegiado. ¿Cuáles serían los consejos básicos que nos podrías dar para minimizar los efectos negativos en caso de ser parte de una catástrofe? Como decía antes, el consejo más importante es invertir en la prevención axial, cómo conocemos los efectos enormes de la inversión en la medicina preventiva. Otro punto fundamental es empoderar a la población y a sus líderes informales para formar parte de la solución y no solo del problema. Recalcaría también el trabajo con los chicos y con las poblaciones más vulnerables, que son la prueba de la fortaleza, identidad y solidaridad de una comunidad. Finalmente, quisiera destacar la importancia de “cuidar a aquellos que nos cuidan”, los equipos de emergencia, los rescatadores, policías, bomberos y militares que forman parte de un trabajo que hoy sabemos con certeza deja secuelas en ellos tanto como en la población general, y por lo tanto deben ser preparados y ayudados. La importancia del “antes” ¿Cuándo es más importante tu trabajo; después de sucedido el hecho o antes? Sin dudas, antes. Lo que no fue planificado, aprendido, y practicado durante tiempos de rutina no podrá ser implementado en momentos de desastre, donde lo que hay es caos, luchas interinstitucionales, problemas de comunicación, falta de liderazgo y pérdida de recursos. Antes se evalúan los riesgos de la comunidad, los recursos existentes y las diferencias que existen. Antes se desarrollan protocolos, se capacita al personal de emergencia, y se hacen simulacros. Antes las instituciones de una comunidad hablan entre sí, proyectan juntos, se conocen y desarrollan un lenguaje común. Antes podemos dar herramientas a chicos para afrontar situaciones de estrés e internalizarlas. Antes podemos formar el comando unificado de la operación de emergencia y coordinarlo con fuerzas de rescate y las autoridades locales. Después es todo más difícil, la rehabilitación de las comunidades lleva más tiempo, necesita recursos mucho más caros, afecta negativamente la confianza entre los individuos y sus gobernantes, y genera un mayor sufrimiento de la población y por más tiempo. Su historia - Nacido en Montevideo, es psicólogo clínico, egresado de la Universidad de Tel-Aviv, donde ha completado su doctorado. - Es director de Investigación del Centro de Resiliencia Cohen-Harris (Tel-Aviv), líder mundial en el desarrollo e implementación de programas de resiliencia personal y urbana. - Lidera un proyecto piloto de Resiliencia Operativa para el Departamento de Policía de Israel, y el Programa Nacional de Resiliencia Urbana en 18 ciudades en Israel. - Es pionero mundial en la capacitación de maestros como mediadores clínicos para tomar responsabilidad sobre programas que fortalecen la resiliencia de niños y la intervención en situaciones de postrauma.