miércoles, 27 de julio de 2011

Política y teología


Crítica de libros
Mauricio Sáenz reseña Roma y Jerusalem. La política vaticana hacia el estado judío de Julián Schvindlerman.
Por: Mauricio Sáenz

Poco antes de morir, en 1904, Theodor Herzl fue recibido en el Vaticano por el papa Pío X. El fundador del sionismo moderno buscaba que la Iglesia Católica aprobara, o al menos no se opusiera, a su proyecto de establecer la patria de los hebreos. Pero tras los 25 minutos que duró la conversación, el visitante salió con las manos vacías. “Como titular de la Iglesia no puedo decirle otra cosa diferente: los judíos no han reconocido a nuestro Señor, por consiguiente no podemos nosotros reconocer al pueblo judío”, sentenció el Papa. Le daba una respuesta teológica a una propuesta política, y cerraba así cualquier posibilidad de acuerdo.



El movimiento sionista, nacido siete años antes, en la Conferencia Judía Mundial de Basilea, aún tardaría 44 años en conseguir su objetivo. Lo hizo a pesar de la oposición de muchos, tanto judíos como gentiles, y entre estos últimos estuvo desde el principio la jerarquía católica. Solo después del Concilio Vaticano II, de la mano de Juan XXIII, la Iglesia comenzó a aceptar a regañadientes la existencia del Estado judío, si bien con las dudas y las contradicciones que hoy no han desaparecido por completo.



El tema de Roma y Jerusalem, escrito por el columnista y analista político argentino Julián Schvindlerman, se remonta a los orígenes del cristianismo, en la tarde en la que Jesús fue sometido al tormento de la cruz. La nueva fe siempre vio en el rechazo de los judíos a aceptarla una amenaza a su legitimidad de religión verdadera. Si la llegada del Mesías era negada por su propio pueblo, entonces este debería ser desacreditado, por decir lo menos. A partir del siglo II la Iglesia, mediante la teoría del desplazamiento y la prédica de la dispersión, (el mito de la diáspora del año 70 d.C.) pasaba a ser el verus Israel, la verdadera Israel, en reemplazo del caduco judaísmo, cuyos integrantes, al fin y al cabo, habían “asesinado” al Mesías.



De ahí en adelante, la Iglesia persiguió por siglos a los judíos, con altibajos solamente en cuanto a la intensidad. Cuando Pío X recibió a Herzl, las épocas de las torturas y la persecución habían quedado atrás, pero todavía la prensa vaticana publicaba noticias sobre supuestas prácticas criminales de los hebreos. Y la Iglesia, una institución ultraconservadora, atravesaba una dura crisis. Había perdido los Estados Vaticanos con la unificación de Italia y, por lo tanto, veía con horror los movimientos nacionalistas, liberales, secularistas y modernistas, en el contexto de los cuales surgió la idea de Herzl y sus seguidores. De ahí que la creación de Israel estaba destinada a irritar al Vaticano, así su dirigente insistiera en que su causa era política y no religiosa. No solo por la terrenal razón de que la tierra santa quedara en manos de no creyentes, sino por posibilidad de que fuera reconocida como la Tierra Prometida, lo que negaba el reclamo de la Iglesia de ser el nuevo Pueblo Elegido.



En el recuento que hace Schvindlerman hay aspectos sorprendentes, como la hipótesis de que en los primeros años del siglo XX la Iglesia habría aspirado a establecerse en Palestina para recomponer su poder material perdido ante las tropas de Garibaldi. También toca los temas contenciosos, como el silencio de Pío XII ante el Holocausto, el papel del Vaticano en la fuga de jerarcas nazis, y la canonización de una monja judía conversa, víctima de los campos de concentración, en el contexto de lo que considera esfuerzos de la Iglesia por “cristianizar” ese infausto capítulo.



Se trata, en fin, de un texto apasionante y revelador, impecablemente documentado, del mayor desafío que ha tenido que enfrentar la Iglesia Católica en su historia: el nacimiento del Estado de Israel. Irónicamente, puesta ante la realidad de que este era irreversible, el Vaticano lo reconoció de iure, por fin, solo en 1993, pero con el argumento contrario al que esgrimió Pío X en su reunión de 1904: como un hecho político y no como el regreso bíblico a la Tierra Prometida.



Roma y Jerusalem. La política vaticana hacia el estado judío.

Julián Schvindlerman

Debate, 2011

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