jueves, 28 de julio de 2011

El secreto del rey-

Xavier Batalla-El pais.com


El más reformista en Jordania es el rey”, afirmó Trinidad Jiménez, ministra de
Asuntos Exteriores y de Cooperación española, al término de su entrevista con Abdulah II en Ammán el pasado marzo. “Tiene un especial empeño”, añadió. En aquellos días, cuando tunecinos y egipcios ya habían iniciado una incierta transición política, Ammán estaba empapelada con carteles que proclamaban la lealtad de los beduinos hachemíes al monarca.

En febrero, cuando el egipcio Hosni Mubarak fue defenestrado, Abdulah II, un rey sin petróleo pero con interesantes relaciones con Occidente, destituyó a un primer ministro impopular y propuso un cambio político, para lo que nombró a los 52 miembros del denominado Comité para el Diálogo Nacional, cuyo objetivo, en palabras reales, debe ser “una nueva Jordania sin corrupción y bajo el imperio de la ley”. El pasado 12 de junio, Abdulah II anunció la reforma, que, entre otras cosas, prevé que el primer ministro sea elegido por el Parlamento que decidan las urnas.

Jordania es una paradoja: tiene casi cuarenta partidos, pero no democracia. Y el rey no parece tambalearse, aunque desde febrero se suceden las manifestaciones contra la corrupción de la que se acusa a su círculo íntimo: el ministro Basem Awadallah, la reina Rania y su hermano. Pero no parece respirarse un final de reinado. ¿Cuál es el secreto del rey para mantenerse en pie en un reino que se creó artificialmente? El rey es considerado, al menos por los hachemíes, como un actor que puede evitar malos mayores. Cuando estallaron las primeras protestas, Hamzah Mansour, secretario general del Frente de Acción Islamista, considerado el mayor partido de la oposición, manifestó a The Jordan Times que su grupo no se sentaría a conversar porque la agenda del monarca no incluye las reformas constitucionales que pretenden los islamistas. Esta negativa, sin embargo, no parece significar una ruptura. La respuesta del Gobierno ha sido dejarle la puerta abierta.

Pero ¿por qué el rey hachemí puede confiar en tener aún cuerda para rato? La respuesta está en la historia jordana, que es la crónica de una alianza con las potencias occidentales. En la víspera de la Primera Guerra Mundial, el imperio otomano sólo controlaba la parte occidental de la península arábiga, Hejaz, ya que en el centro, Najd, mandaba otro jefe tribal, Abdul Aziz, conocido en Occidente como Ibn Saud (el fundador de Arabia Saudí), y los emiratos de la costa oriental estaban bajo dominio británico. La suerte de la península arábiga, de esta manera, dependía de qué lado se inclinara Hejaz, donde la clave era Husein bin Ali, un hachemí jerife de LaMeca, es decir, descendiente de Mahoma, y nombrado por los otomanos emir de la zona. Y Husein se inclinó por los británicos, que le prometieron un estado árabe (parte de Arabia, Iraq, Siria, Líbano, Jordania y Palestina) después de la derrota otomana. Pero los acuerdos secretos entre franceses y británicos dividieron el hipotético reino.

Husein ibn Ali y sus tres hijos salvaron lo que pudieron. Husein reinó en Hejaz hasta 1924. Ali, su hijo mayor, fue rey de Hejaz entre 1924 y 1925, cuando los saudíes derrotaron a los hachemíes. Faisal aceptó la corona de Iraq. Y Abdulah recibió de los británicos el título de emir de Transjordania y, posteriormente, el de rey de Jordania.

De todos los dirigentes árabes que participaron en la guerra de 1948 contra Israel, el rey Abdulah I fue el único que consiguió sus objetivos. El 11 de mayo, cuatro días antes del nacimiento de Israel, Abdulah I se entrevistó en secreto con Golda Meir. Y la Legión Árabe de Abdulah, adiestrada por Londres, retuvo Jerusalén Este y Cisjordania después de la guerra. El éxito militar tuvo, sin embargo, una contrapartida: la llegada de refugiados palestinos, lo que cambió el reino y desembocó en una guerra, el septiembre negro palestino de 1970. El 20 de julio de 1951, un partidario de Amin al Huseini, el gran mufti de Jerusalén, asesinó a Abdulah.

A Abdulah I le sucedió su nieto Husein, otro equilibrista. Y Abdulah II, hijo de Husein, debe vérselas ahora con la revuelta. Pero ¿cuál es su secreto? Los hachemíes le ven capaz, pese a la corrupción del régimen rentista, de mantener a raya a los palestinos, que son más de la mitad pero que no están suficientemente representados en las instituciones. Es una paradoja: las protestas por la corrupción, con los palestinos bajo control, proceden principalmente de los hachemíes, pero estos no ponen en entredicho al monarca. ¿Por qué? Porque si Jordania llegara a ser una democracia, lo decisivo sería entonces la mayoría, y la mayoría resulta ser palestina.

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