miércoles, 16 de enero de 2013
El peligro de la democracia sectaria
En el pasado, la mayoría de las naciones occidentales influyentes se engañaron a sí mismas al creer falsamente que podían apaciguar y controlar a Adolf Hitler. Los hechos demostraron luego la magnitud de tal error. El costo en millones de vidas humanas de esas políticas apaciguadoras fue espantoso. Algo similar se observa en el presente en relacion a regímenes integristas y dictatoriales.
Cualquier análisis objetivo indica a las claras que el mundo árabe y el Islam como religión están siendo secuestrados por una ideología totalitaria que esta desangrando la cultura árabe en primer lugar, y colabora en un segundo caso en conformar estereotipos erróneos de la religión y del creyente musulmán. La percepción que no pocas personas tienen en occidente sobre Islam a menudo es confusa y no pocas veces equivoca entre lo que es Islam e islamismo yihadista militante.
El argumento yihadista de resistencia que ha servido a distorsionar la esencia misma de la religión musulmana esta perdiendo sustento con los levantamientos arabes y se asemeja más a una excusa inconsistente que a un postulado inteligente. La influencia occidental y su presencia militar en el mundo árabe no es de ahora ni la envio exclusivamente el denostado ex presidente norteamericano George Bush.
Ha sido ininterrumpida en el devenir de la historia y no cambiara. Siempre ha existido de una manera u otra. Durante la Guerra Fría hubo movimientos islamistas aliados a occidente para confrontar la expansión comunista de la ex Unión Soviética. En general y con algunas excepciones, estos grupos han focalizado sus acciones en liberar las tierras árabes de cualquier presencia extranjera.
Aunque no todo el mundo conoce y sabe que esos grupos se aliaron a occidente cuando les resulto funcional, el claro ejemplo de ello es cuando antepusieron intereses económicos a los postulados de sus movimientos de liberación en favor de un programa panárabe nacional y popular durante el liderazgo de Abdel Gamal Nasser en los años ‘50, ‘60 y hasta finales de los ‘70.
La presencia militar y económica extranjera permaneció en varios estados árabes que no estaban sojuzgados precisamente por occidente ni por Israel -a quien se sindica como el enemigo mortal-, sino que los propios gobernantes árabes buscaban a occidente para hacer negocios y a menudo solicitaron su ayuda militar para sostener sus regimenes conducidos por dictadores.
El mejor ejemplo es Afganistán, donde por años hubo una abierta y amistosa alianza que incluyo la conformación de famosos batallones militares entre fuerzas occidentales-islámicas para combatir a la ex Unión Soviética. Por consiguiente, carece de sustentación argumental lo que se sostiene respecto de la presencia militar extranjera y que ella sea la causa directa del surgimiento y el avance del islamismo yihadista, tanto igual que la categorización de invasores a fuerzas occidentales.
Es por tanto un grueso error la percepción que se expresa cuando se considera que las operaciones llevadas a cabo por los movimientos yihadistas en los sucesos en Argelia, Sudán, Afganistán, Pakistán, Irak, Líbano, Siria o Gaza tengan que ver con la presencia militar extrajera en la región. Lo real es que la ideología es el elemento de mayor relevancia en la conducta de estos movimientos. Los islamistas radicales sostienen que es necesario regresar el mandato del Islam a los estados árabes y musulmanes tal como fue en la antigüedad.
En esta concepción del integrismo extremo, una vez cumplida esta fase, pretende extender su propia interpretación del mandato islámico más allá de la geografía árabe. Este es el objetivo y la mayor y más firme motivación de los grupos radicales. Y en ello declaran como enemigo a todo el que se interponga a sus postulados, aun si quienes se opusieran fueran musulmanes. Por tanto, no tiene ninguna influencia en su línea de pensamiento que haya presencia o no de bases militares españolas, británicas, alemanas o estadounidenses en el mundo árabe.
La dogma que el islamismo ejecuta en el plano militar a través de sus combatientes yihadistas es rígido y terminante, mantiene la pétrea idea del retorno al Siglo VI y la instauración del Califato Universal, esto es sencillamente así a pesar que los intelectuales occidentales dediquen horas de estudio y palabrerío sin sentido para definir el fenómeno yihadista.
Entonces ¿como resolver esta problemática? Sencillamente Occidente debe actuar con sentido común, con acciones de inapelable claridad ética y moral, con respeto por la libertad y los derechos humanos de millones de ciudadanos árabes que no están de acuerdo con las acciones del yihadismo radical. Si esto sucede, los postulados de los yihadistas tendrán tantas posibilidades de prosperar como que la Rusia actual vuelva a ser gobernada por los Zares.
Muchos occidentales no tienen cabal conocimiento de la realidad del Oriente Medio ni de la ideología de los grupos integristas, tampoco de las implicancias que esto acarrearía en sus países y ciudades, sea en los EE.UU en Europa o en América Latina. Lo explicare de forma sencilla, sin lo tedioso que pueda resultar un desarrollo académico de la materia: "La cosmovisión de los islamistas en implementar la sharía (ley islámica) no dista de lo que se conoce en Occidente como la Ley Marcial o el Estado de Excepción.
Cuando sucesivos gobiernos cívicos-militares dictatoriales principalmente en América Latina han ejecutado un golpe de estado derrocando un gobierno constitucional y tomado el poder por medio de la fuerza, lo usual ha sido que instauraran el "estado de sitio y la ley marcial".
Del mismo modo, cuando los islamistas llegan al poder declaran la aplicación de la sharía a través de una nueva constitución regida por su propia interpretación de la religión. Sucedió en Egipto recientemente, sucederá en Libia en breve y posiblemente ocurra algo similar en Siria. Estas conductas autoritarias no distan una de las otras.
Dicho de otro modo, "la formación de movimientos generados sobre una base sectaria en el mundo árabe no es menos peligroso que formar un partido sobre una base demagogia y autoritaria en Occidente y ello es pasible de ser definido en ambos casos como ‘fascismo puro", pues lo que se destaca como más importante y donde ambas corrientes confluyen es en aterrorizar a la personas, atacar sus libertades y vulnerar los cimientos mismos de las democracias.
En otras palabras, la idea y la formación de partidos políticos sobre una base sectaria: confronta, colisiona e indefectiblemente hace naufragar la idea de construir un estado fuerte a partir de sus instituciones democráticas. "La democracia es un proceso que marca el curso histórico común de un pueblo a partir de las acciones del estado que lo define y lo representa.
Y es allí donde se fortalecen las instituciones del propio estado. Nunca habrá fortalecimiento del poder político, cualquiera sea su color, que emane de lo sectario. Quienes psicológicamente no pueden apartarse de su cosmovisión tribal y son obviamente tribales, no tendrán otra alternativa que ser gobernados como tribus. Si son retrógrados, serán gobernados por retrógrados; si su predisposición es ser cerrados, serán gobernados por clanes; y si son sectarios, serán gobernados por sectas.
Y así sucesivamente. Esto es tal vez el peor de los males que aquejan a los pueblos árabes y a no pocos países latinoamericanos.