miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Podrán coexistir la ortodoxia judía y el sionismo?

Lic. Samuel Leillen En nuestro artículo anterior nos referimos a la “Doctrina de la Coexistencia” del Rabino Shmuel Jacobovitz, Director del ITAC - Instituto de Torá para la Investigación del Mundo Contemporáneo, que propone la organización del Estado de Israel en base a la convivencia pacífica de dos comunidades judías en igualdad de derechos pero distintas en los componentes de su identidad, una “sometida a la Torá” y la otra pluralista. ITAC es resultado de la iniciativa de varios rabinos y pensadores del sector ortodoxo, que realiza investigaciones multidisciplinarias con la convicción que el sector jaredí está comprometido y maduro para participar activamente en la sociedad israelí en forma no política Al mejor estilo rabínico, debemos analizar ante cada uno de los términos utilizados y definir con absoluta precisión su significado y sus propósitos. En el título de estas reflexiones hay tres términos que son mundos separados, a menudo contradictorios: ortodoxia religiosa, sionismo y coexistencia. Las generalizaciones son peligrosas. Hay variedad de sectores ortodoxos. Aquí nos referiremos a la ortodoxia extrema, si bien no tan extrema como la que niega y se opone rotundamente al Estado judío (Naturei Karta). Hay sectores ortodoxos que reconocen los organismos estatales existentes, y habrán de colaborar con ellos en los temas que son de su interés. Aquí cumplen fundamental papel los partidos políticos ortodoxos, destinados a velar por los beneficios sectoriales que puedan absorber de las arcas estatales. Esto no tiene ninguna relación con la divinidad, que es única e indivisible. La preocupación por el “Tribunal de los Cielos” está en otras esferas - los partidos políticos deben atender los “Apetitos Terrenales”. En el texto de la Plataforma Jaredí para el entendimiento con el Estado de Israel (1997), reza: “La independencia política de los judíos es un valor que debe ser defendido plenamente, pero esto no es superior al valor de la Torá. Es importante desarrollar todos los esquemas y organismos que necesita un Estado moderno para el bienestar y el progreso de su población, pero este objetivo es inferior a la obligación de cumplir con los preceptos señalados por la Torá. Hay que quitarle al país sus pretensiones ideológicas y reducirlo a sus funciones pragmáticas y reales, y de esta manera los jaredím serán plenos partícipes induciendo seguridad, estabilidad, visión y contenido tanto en el área espiritual como en las necesidades materiales”. Como vemos, la semántica resulta primordial, y si solemos citar a la democracia, la solidaridad, el diálogo, la tolerancia - términos que acostumbramos repetir y exigir de nuestros interlocutores - no todos usamos la misma base conceptual para convertirlos en reglas de reflexión, expresión y conducta. Los sionistas somos “pecadores” De improviso resulta que los sionistas somos “pecadores”, nacimos en pecado (Salmos 51, 5: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”) y agravamos los pecados con nuestra conducta. El “pecado” no se inició con el establecimiento del Estado de Israel, producto del Programa de Basilea (1897) convocado por Teodoro Herzl, sino con la sola idea de procurarlo. La idea de “un país como todos los países” como aspiran los sionistas, es propia de la cultura occidental y no puede ser la base de una sociedad judía. Existen varias razones para ello: . La soberanía judía: El sionismo planteó que los judíos debemos tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Error, dicen muchos ortodoxos, pues debemos esperar la llegada del Mesías. Esto se determinó luego de las crueles matanzas de judíos por el intento de Bar Kojba de echar al invasor romano y restablecer el Estado soberano judío en Palestina (132-135 D.C.). Entonces se anunció la “Era de la Redención de Israel” y se emitieron monedas con esta inscripción. Lo mismo hoy, para muchos jaredim resulta inaceptable considerar que el Estado es la síntesis ejemplar de la identidad judía. Para ellos, el Pueblo Judío es especial por su pacto con la Divinidad, y por lo tanto sostienen que la nación sionista no indica “el comienzo de nuestra liberación” y exagerar su importancia histórica llevará a la extinción del judaísmo. . Dispersión judía: A causa de la rebelión, los romanos reaccionaron violentamente y las luchas culminaron brutalmente en el verano del año 135�dC murieron cerca de 580,000 judíos y 50 ciudades fortificadas y 985 aldeas fueron arrasadas. La mayoría de la población judía fue asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida. El emperador Adriano, intentó destruir de raíz la identidad judía, considerada la causa de las continuas rebeliones. Prohibió la Torá, el calendario judío y mandó ejecutar a numerosos estudiosos y eruditos. Los rollos sagrados fueron quemados en una ceremonia en el Monte del Templo. Se cambió la designación geográfica de “Judea” por la de “Palestina”, y Jerusalén pasó a ser “Aelia Capitolina”. El centro de la vida religiosa judía pasó a Babilonia, donde se compaginará más tarde el Talmud. Muchos jaredim sostienen que desde el establecimiento del Estado de Israel, después de 1813 años de exilio, se ha desarrollado un desprecio a la Torá y se prefiere la orientación laica y pluralista, lo que de por sí es una profanación y un peligro para la supervivencia del judaísmo como concepción de vida. . Identidad judía: También niegan la versión sionista que su gestión ha permitido la creación de “un nuevo judío” que reúne las cualidades esenciales como tal. Los ultra ortodoxos reconocen que la independencia judía es un factor de importancia, que hay que defenderla con coraje y heroísmo, pero es secundaria a la importancia de la Torá. “Los sionistas se dedicaron al desarrollo económico y a la seguridad física del país, pero descuidaron lo esencial: se alejaron de la Torá y no la colocaron al frente de sus preocupaciones”. De aquí que sólo la ideología ortodoxa basada en la Torá y conducida por sus rabinos podrá infundir seguridad, estabilidad y horizonte a la vida judía independiente en Eretz Israel. . Liderazgo judío: Otro tema de confusión es en cuanto a ¿quién puede liderar al Pueblo Judío? En los tiempos modernos, la rebelión de Bar Kojba, se convirtió en un símbolo de la resistencia nacional. El movimiento juvenil sionista “Betar” tomó su nombre de la fortaleza final de Bar Kojba, que fue sitiada y tomada por los romanos. El fundador del Estado moderno judío, David Ben-Gurión, originalmente llamado David Grün, tomó su nombre hebreo de uno de los generales de Bar Kojba - Yosef Ben Gurión. Para evitar toda confusión, sostienen los jaredim que el pensar nacional y la palabra oficial fue dada sólo a los Rabinos dignos de ocupar esas funciones, los “Grandes de su Generación”, según el precepto “…y vendrás…al juez que hubiere en aquellos días y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio.” - Deuteronomio, XVII, 9. Esos Rabinos, “Grandes” por su preclaro pensamiento, por su amplia sabiduría, por su concienzudo criterio, gozan del prestigio y la aceptación que les da el Pueblo y nadie puede hablar en nombre del Pueblo si no conoce previamente la opinión rabínica. Ideología e intereses ¿Es todo ello razón suficiente para no estudiar matemáticas, inglés o literatura hebrea? El proyecto de presupuesto nacional, elevado al Parlamento Israelí para su aprobación, prevé recortes presupuestarios a los establecimientos que no incluyan esas materias en sus programas de enseñanza. Se estima que el número de estudiantes en instituciones educativas en el sector ortodoxo llegará al 25% de todos los estudiantes de Israel para fines de la década. Las tasas de empleo y productividad en el sector ortodoxo son significativamente más bajas que en el sector general, debido en mucho a la falta de estudios básicos que son un componente clave para integrarse al mercado laboral. El Estado “pluralista” ve en esto una forma de proteger la igualdad de los ciudadanos en cuanto al esfuerzo por cubrir la carga pública y vía de apoyo a la productividad general. Los jaredim convirtieron esto en una lucha ideológica, lo consideran una persecución malintencionada, una discriminación perniciosa y un intento de imposición cultural inaceptable. Tres épocas, tres circunstancias, tres personajes de la historia universal, han sido los antecedentes de esta empedernida tendencia a negar lo nuevo y no aceptar cambios: En el año 70 dC, Tito, más tarde emperador del imperio romano, destruyó el Templo de Jerusalén, y así desapareció la autoridad central de la vida espiritual y cultural del Pueblo Judío. El judaísmo no estableció una autoridad única y superior que determine sus normas de conducta, y los rabinos (maestros) se convirtieron en los guías comunitarios e individuales para poder interpretar los principios de la fe. En el año 133 dC estalla la rebelión que procura recuperar la independencia, y su sangriento aplastamiento por el emperador Adriano conduce a la dispersión - el galut - y a la prohibición religiosa de intentar recuperar la normalidad política por la fuerza sin la llegada del Mesías. Paralelamente los rabinos refuerzan su posición exclusiva como líderes, jueces, voceros, se convierten en los que orientan y determinan, los apaciguadores del dolor y la persecución; En 1789, la Revolución Francesa aligera las medidas de ostracismo impuestas a los judíos y les acuerda plena ciudadanía. Cuando Napoleón llega al poder aplica las leyes de la igualdad ciudadana, y los judíos acceden a la libre sociedad. Algunos ven en esto el comienzo del sionismo como movimiento ideológico. Aquí ven los rabinos el peligro a su posición elaborada durante dos milenios: los judíos son libres de residir y trasladarse, pueden vivir en ciudades e incorporarse a la industria y al comercio, son iguales ante la ley, pueden ejercer oficios libremente y adquirir educación formal en todos los niveles, pueden elegir su judaísmo y nacen las corrientes conservadoras y reformistas, se propaga la asimilación. Los rabinos ortodoxos, al ver minado su poder por la nueva evolución, elaboran mecanismos de autoprotección, determinan que “la renovación está prohibida por la Torá y califican de pecado abrirse a la sociedad general”, refuerzan la segregación y las limitaciones en nombre de la religión y su continuidad. ¿Podrán revertir el paso del tiempo?