jueves, 2 de mayo de 2013

Siria: El dilema de las armas químicas

Pocas horas después de que el presidente norteamericano, Barack Obama, admitiera que en Siria se han utilizado armas químicas pero no está claro quién lo hizo, altas fuentes citadas por el "Washington Post" aseguran que el mandatario tiende a apoyar el plan de enviar armas a los rebeldes sirios después que quede claro que no pertenecen a grupos terroristas y yihadistas y que este acto no pondrá en peligro a los EE.UU. ni a sus aliados, como Israel. Al mismo tiempo que intenta posicionarse al frente de la comunidad internacional en lo que respecta a Siria, Estados Unidos actúa con cautela en todo lo que respecta a una posible caída del régimen de Bashar Assad, incluso en lo que se refiere a las armas químicas. Según el "Washington Post", el envío de armas es una de las opciones que maneja la administración Obama, al tiempo que intenta animar a las partes a resolver el conflicto por la vía de la negociación. Obama en su laberinto En los últimos días, las declaraciones sobre el evidente uso de armas químicas en Siria se han intensificado y subido de tono. Parece como si la Casa Blanca estuviera preparando el terreno para una intervención, o una acción directa y concreta que eventualmente, en el futuro, podría justificarse con todas esas afirmaciones previas, si hiciera falta. Todo parece indicar que la balanza comienza a inclinarse hacia el lado de la acción. Si bien por una parte existe en Estados Unidos una amplia franja de políticos y ciudadanos comunes aún afectados por el "síndrome Irak", las voces que exigen una intervención norteamericana en Siria aumentan y se intensifican. También las presiones externas van en aumento. A nadie escapa que el conflicto sirio se regionaliza a pasos agigantados y que está afectando – en forma directa e indirecta – al Líbano, Jordania, Israel e incluso Irak. En este sentido, el riesgo es demasiado alto y hasta podría incluir el desmoronamiento del gobierno pro-occidental en Jordania. Arabia Saudita, cuya agenda incluye socavar la influencia y el poder de Irán en la región, se ha ocupado de fomentar esta regionalización, que podría asegurar una intervención más agresiva de Occidente. En la vereda de enfrente están los argumentos en contra de una intervención. En primer lugar, y a diferencia de lo que sucediera en Libia y Túnez, la oposición de Rusia y China, complican aún más el panorama y la decisión del presidente Obama. Además, las experiencias de Irak y Afganistán han evidenciado que la intervención militar estadounidense, lejos de traer estabilidad ha atraído a agrupaciones islamistas y yihadistas y cambió el equilibrio de fuerzas de la región, como lo demuestra la creciente influencia adquirida por Irán tras la caída de Sadam Hussein. Otro argumento en contra de la intervención se encuentra dentro de la propia Siria: Antes de intervenir habría que "mapear", analizar y comprender quiénes son los rebeldes y por qué luchan. La maraña siria El panorama interno de Siria es más que complejo. La maraña de organizaciones y agrupaciones que a lo largo del tiempo se han sumado a los rebeldes hacen que resulte prácticamente imposible distinguir quién es quién en la oposición a Bashar Assad. Hace tiempo que lo que sucede en Siria ha dejado de ser una guerra civil para convertirse – en primera instancia - en un enfrentamiento sunita-chiita en todas sus dimensiones. Sin embargo, y tal como lo demuestra el secuestro de dos obispos de las iglesias siria ortodoxa y griega ortodoxa en Alepo – ahora los combates alcanzan a la sociedad por completo y ya se han desdibujado todas las distinciones. Entre todas las extrañas e indefinidas partes que componen la facción rebelde siria hay un solo denominador común: la intención de derrocar al régimen de Bashar Assad. Por lo demás, nadie sabe cómo sería el día después, aunque queda claro que cada una de esas partes lo imagina diferente. Siria ya no es un país, y mientras su población se desangra y sufre todas las vejaciones imaginables, no se ve una acción concreta y certera en el horizonte. Cuando la masacre se realizaba con armas comunes, la comunidad internacional no hizo nada. Ahora que han comenzado a utilizarse armas químicas, también esas líneas rojas están siendo cruzadas. Mientras tanto, y como si todo lo dicho anteriormente no fuera bastante, también en Irán observan atentamente el panorama y sin duda alguna piensan en sus propios problemas y ambiciones. Mientras los iraníes - a quienes también se los ha intimado mostrándoles una línea roja - continúan desarrollando su programa nuclear, pueden ver tranquilamente cómo, en Occidente, las líneas se corren y los colores destiñen.