miércoles, 5 de junio de 2013
La Guerra de los Seis Días, 5 de junio de 1967
La Guerra de los Seis Días, también conocida como Guerra de junio de 1967 en la historiografía árabe, fue un conflicto bélico que enfrentó a Israel con una coalición árabe formada por Egipto, Jordania, Irak y Siria entre el 5 y el 10 de junio de 1967. Tras la exigencia egipcia a la ONU de que retirase de forma casi inmediata sus fuerzas de interposición en el Sinaí (UNEF), el despliegue de fuerzas egipcias en la frontera y el bloqueo de los estrechos de Tirán, Israel, temiendo un ataque inminente, lanzó un ataque preventivo contra la fuerza aérea egipcia. Jordania respondió atacando las ciudades israelíes de Jerusalén y Netanya. Al finalizar la guerra, Israel había conquistado la Península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (incluyendo la Ciudad Vieja) y los Altos del Golán.
Tras numerosos enfrentamientos fronterizos entre Israel y sus vecinos árabes, en particular Siria, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser expulsó a la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF) de la Península del Sinaí mayo 1967. La fuerza de mantenimiento de la paz estaba situada en la región desde el final de la Crisis de Suez en 1957. Egipto acumuló 1.000 tanques y unos 100.000 soldados en la frontera con Israel4 y cerró los Estrechos de Tirán a todos los buques que enarbolan banderas israelíes o llevaban materiales estratégicos, recibiendo un fuerte apoyo de otras naciones árabes. Israel respondió con una movilización similar que incluyó el reclutamiento de 70.000 reservistas para aumentar el ordinario de las fuerzas de las FDI.
La Guerra de los Seis Días se inscribe dentro del conjunto de guerras libradas entre Israel y sus vecinos árabes, tras la creación del Estado de Israel (1948) en parte del Mandato británico de Palestina. Estos seis días de 1967 concitaron la atención mundial y resultaron claves en la geopolítica de la región: sus consecuencias han sido profundas, extensas y se han hecho notar hasta hoy en día, teniendo una influencia decisiva en numerosos acontecimientos posteriores, como la Guerra de Desgaste, la Guerra de Yom Kipur, la masacre de Múnich, la polémica sobre los asentamientos judíos y el estatus de Jerusalén, los acuerdos de Camp David y Oslo o la Intifada.
Antecedentes
En 1947, la Organización de las Naciones Unidas estableció un plan para la división del Mandato Británico de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe, quedando Jerusalén y Belén bajo control internacional. Los países árabes y los líderes de la comunidad árabe palestina rechazaron el plan y atacaron al recién creado Estado de Israel el mismo día de su proclamación, dando lugar a la Guerra árabe-israelí de 1948, que acabó con la victoria de los israelíes, su independencia definitiva y la ampliación del territorio de Israel. Por su parte, Egipto se apropió la Franja de Gaza y Transjordania ocupó Cisjordania y parte de Jerusalén (rebautizando el país con el nombre de Jordania).
Los países árabes no aceptaron el resultado de esta guerra y continuaron con acciones de guerrilla contra Israel, lo que llevó a este país a intervenir junto a Francia y el Reino Unido en la Guerra de Suez (1956). Esta guerra fue una victoria militar, pero una derrota política para los tres aliados, ya que la gran presión diplomática por parte de los Estados Unidos y de la Unión Soviética forzó a Francia, Inglaterra e Israel a retirar sus ejércitos. A cambio de retirar sus ejércitos del Sinaí, Israel obtuvo indirectamente de Egipto el compromiso de detener sus envíos de armamento a las guerrillas que luchaban contra Israel. Como resultado, las relaciones entre Egipto e Israel se tranquilizaron (en la medida en que esto era posible) por un tiempo. Además, un cuerpo especial de la ONU, conocido como UNEF por sus siglas en inglés, fue desplegado en la península del Sinaí, interponiéndose entre israelíes y egipcios.
El camino hacia la guerra
Sin embargo, la presión constante de la opinión pública de los países árabes forzaba a sus líderes a continuar la lucha contra Israel. Como parte de esta lucha, Egipto continuó apoyando guerrillas, e impulsó una alianza militar con Siria en 1966. Tanto Siria como Egipto estaban respaldados por la Unión Soviética.
El 17 de mayo de 1967, Egipto solicitó formalmente a la ONU la retirada de las tropas de interposición (UNEF), y comenzó a remilitarizar el Sinaí y la frontera con Israel. El 23 de mayo del mismo año, Egipto bloqueó los estrechos de Tirán, lo que según Israel contradecía las Leyes Marítimas de la ONU y era causa de guerra. El 30 de mayo, la presión popular en Jordania logró apartar al rey Hussein de su tradicional alianza con las potencias occidentales y le obligó a unirse a la alianza egipcio-siria, otorgando el mando de sus fuerzas a un general egipcio. El 4 de junio Irak se sumó a la coalición.
Aunque el gobierno de Israel no quería la guerra y la temía, los militares israelíes consideraban que era necesario atacar inmediatamente porque sin la ventaja de la sorpresa, Israel no podría sobrevivir. Israel había movilizado a los reservistas y no podía mantener esa movilización indefinidamente. Ante la disyuntiva de atacar o desmovilizar, no habiendo recibido garantía alguna por parte de EE.UU. de que impulsaría una iniciativa internacional, y con el gobierno de Egipto dando muestras públicas diarias de su voluntad de no enfriar la situación, el gobierno de Israel olvidó sus reticencias y siguió el consejo de sus generales. Otras fuentes dudan de que los árabes, pese a toda la intensa retórica belicista y la acumulación de tropas en las fronteras, estuviesen realmente dispuestos a atacar a Israel. Ted Thornton afirma incluso que “los movimientos de las tropas egipcias fueron un pretexto, planificado desde hacía tiempo, para que las tropas israelíes ganaran más territorio”. Esta fuente cita a Isaac Rabin, quién declaró un año después de la guerra:
No creo que Nasser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí en mayo de 1967 no hubiesen sido suficientes para lanzar una ofensiva contra Israel. Él lo sabía y nosotros lo sabíamos.
Le Monde, febrero del 1968.
Sin embargo es sabido que Egipto no envió sólo dos, sino siete divisiones (2ª, 3ª, 4ª, Shazli Force, 6ª, 7ª y 20ª) con 100 mil soldados y 1.000 tanques, frente a la frontera israelí.10 Cinco divisiones estaban en el Sinaí y dos en Gaza. Estas cifras coinciden con las de otras fuentes, como por ejemplo:
Egipto tenía apostadas siete divisiones, 100.000 hombres y 1000 carros de combates.
Álvaro Abós, “Hechos Políticos del Siglo XX” – Tomo 9 La Guerra de los Seis Días, página 41.
Por lo que resulta al menos dudosa o sacada de contexto la supuesta cita de Rabín, ya que un general de su talla no podía desconocer el despliegue egipcio y mucho menos minimizarlo.
Además Israel ofreció la paz de forma oficial ante la ONU el 8 de octubre de 1968, proponiendo volver a las líneas del armisticio de 1949 con un Estatus Especial para Jerusalén (Ciudad Unificada y Abierta), lo que desecha de plano una guerra de expansión. La propuesta israelí de 9 puntos.
Más fuentes que muestran el despliegue de las siete divisiones egipcias: no podían dejar ninguna duda a Rabín, ni sobre su cantidad (siete), ni sobre su disposición, ni sobre su propósito.
Menahem Begin, por aquel entonces del partido Gahal, también dijo años después:
En junio de 1967 otra vez teníamos una opción. La concentración de tropas egipcias en Sinaí no probaban que Nasser realmente fuera a atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismos. Nosotros decidimos atacarle a él.
New York Times, 21 agosto de 1982.
Sin embargo, a juicio del presidente israelí Jaim Herzog (analista militar durante el conflicto), no era esta la opinión del mando militar israelí en 1967 ni es tampoco la de otros historiadores militares israelíes que se han ocupado extensamente de la guerra, como Michael B. Oren, que generalmente sostienen, a partir del estudio pormenorizado de los documentos y de entrevistas con sus protagonistas, que Israel no tenía otra opción desde el punto de vista militar. Así, Jaim Herzog sostuvo que, en la situación en la que se encontraba Israel, rodeado por un enorme ejército árabe que le superaba en efectivos, aviones y tanques, no tenía opción a especular sobre si estaban o no dispuestos realmente a atacarles, ya que carecía de “profundidad estratégica” en la que poder desplegarse y, por tanto, de posibilidad de respuesta:
En 1967, cuando se hizo evidente que la guerra estaba a la vuelta de la esquina, el mando israelí llegó a la conclusión de que no debía permitirse que los árabes hicieran el primer movimiento porque, por su propio peso, conseguirían una ventaja inicial que Israel no podría afrontar.
Jaim Herzog, La guerra de Yom Kipur, Inédita, 2004, pág. 32
Otra prueba que los árabes se preparaban para una guerra total contra Israel (y que la misma era “inminente”), es que la prensa árabe preparaba al pueblo para la guerra desde el mes de mayo:
desde El Cairo y por otras emisoras de radio árabes preparaban a la opinión pública para la guerra y prometía la muerte y el exterminio de Israel. “Todo Egipto se halla ahora dispuesto a lanzarse a una guerra total que pondrá fin a Israel”, declaraba el comentarista de Saut-al Arab, el 17 de mayo
A. J. Barker, “La Guerra de los Seis Días”, página 19.
“Nuestro objetivo básico será la destrucción de Israel. El pueblo árabe quiere luchar”, dijo el Presidente Nasser el 27 de mayo
A. J. Barker, “La Guerra de los Seis Días”, página 19.
Ahmed Shukairy, presidente de la OLP declaró: “Los judíos que sobrevivan a la guerra que inminente, serían autorizados a permanecer en Palestina, pero no esperaba que muchos pudieran hacerlo”
A. J. Barker, “La Guerra de los Seis Días”, página 19.
Según fuentes soviéticas, se estaban produciendo incursiones israelíes en territorio sirio, incursiones que provocaron en Egipto la impresión de que Israel quería la guerra. Sin embargo, consta que diversos informes de inteligencia egipcia y siria, que Nasser conocía, reconocían semanas antes del inicio de la guerra que no existía movimiento alguno de tropas israelíes.
5 de junio: Operación Foco
La guerra comenzó el 5 de junio, cuando Israel lanzó la Operación Foco, ideada entre otros por Ezer Weizman. Esta operación consistía en una serie de ataques a primera hora de la mañana contra las bases aéreas egipcias, para atrapar a los aviones egipcios en tierra a la vuelta de su tradicional primera ronda al amanecer, alrededor de las 8:00 de la mañana. Israel poseía una información extremadamente detallada de las bases egipcias a atacar, llegando a incluir una lista completa de todos los pilotos egipcios y su rango, así que la hora de ataque fue escogida para maximizar el número de aviones enemigos en tierra. En los diversos ataques israelíes durante la mañana del 5 de junio, Egipto perdió 286 de sus 420 aviones de combate, así como 13 de sus más importantes bases aéreas y 23 estaciones de radar. Israel, por el contrario, perdió sólo 19 de sus 250 aviones de combate.
Las graves pérdidas sufridas por los egipcios, tanto en aviones como en bases de lanzamiento de aviones, dieron a Israel ventaja en los combates aéreos durante toda la guerra, explicando en parte el favorable desarrollo de la misma para el bando israelí.
Pocos minutos después del comienzo de la Operación Foco, las fuerzas terrestres de Israel, divididas en 3 divisiones comandadas por Ariel Sharón, Abraham Yoffe e Israel Tal invadieron la península del Sinaí defendida por 7 divisiones egipcias. Tal no encontró resistencia en el norte del Sinaí, ocupando así la Franja de Gaza. Sin embargo, Sharon y Yoffe encontraron una fuerte resistencia por parte de las tropas del general Sa’di Nagib en Umm Qatef.
En el frente central, Israel tenía la esperanza de que la participación de Jordania en la guerra sería sólo testimonial y una confrontación real no llegaría a producirse; sin embargo, esta esperanza se vio defraudada cuando las tropas jordanas lanzaron, alrededor de las 11:15 de la mañana, una serie de bombardeos sobre la parte israelí de Jerusalén y un ataque sobre algunos de los principales edificios, entre ellos, la Casa de Gobierno. A las 12:30 del mismo día, las fuerzas aéreas israelíes atacaron a las fuerzas aéreas jordanas, atrapándolas en tierra y destruyéndolas en gran medida.
En el frente norte, Siria usó su artillería ubicada en los Altos del Golán para bombardear los asentamientos israelíes de Galilea, mientras que la aviación israelí destruía más del 60% de la fuerza aérea siria.
6 de junio: Captura de Umm Qatef y Gaza, cerca de Jerusalén
En la mañana del 6 de junio, las divisiones de Sharon y Tal conquistaron Umm Qatef y El-Arish, mientras que Yoffe avanzó por el centro de la península del Sinaí en una carrera por ocupar los principales pasos antes que las tropas egipcias y lograr así su captura. En Gaza, por el contrario, tras cruentos combates que provocaron la mitad de las bajas israelíes en todo el frente sur, los principales centros de mando egipcios se rindieron, permitiendo a Israel ocupar totalmente la Franja.
La guerra alcanzó ese día también a las tropas de tierra de Israel en el frente central, que ocuparon Latrún, Ramala y Yenín, a la vez que se completaba el cerco de Jerusalén y las unidades de paracaidistas se preparaban para el asalto al centro histórico, la Ciudad Vieja. Las fuerzas aéreas israelíes realizaron ataques contra la base iraquí H-3, probablemente la última esperanza jordana de recibir cobertura aérea para el resto de la guerra.
En el norte, Siria continuó con sus ataques contra los núcleos israelíes, pero se negó a enviar tropas en auxilio de Jordania
7 de junio: Captura de Jerusalén
Con la captura de Sharm el-Sheij el 7 de junio por parte de unidades de la marina y de paracaidistas, Israel logró reabrir los estrechos de Tirán, e inmediatamente declaró un estatuto de agua internacional de libre paso para los barcos mercantes. Al mismo tiempo, las tres divisiones israelíes del frente sur apresuraron su marcha, llegando a alcanzar el Canal de Suez. Al acabar el día, toda la península del Sinaí —excepto parte de la costa occidental— estaba bajo control israelí.
En el frente central se produjo uno de los hechos más significativos de toda la guerra, cuando la brigada de paracaidistas del general Mordejai “Mota” Gur ocupó la Ciudad Vieja de Jerusalén, incluyendo el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas. Asimismo, las divisiones israelíes en Cisjordania ocuparon Nablús, Judea y Hebrón entre otras ciudades, llegando incluso a cruzar el río Jordán.
8 de junio: Ataque contra el Liberty, propuesta de tregua
El 8 de junio no se produjeron combates de importancia en ningún frente, destacando sólo la ocupación de algunas pequeñas localidades en Cisjordania y el Sinaí. Sin embargo, debido probablemente a un error de identificación, las fuerzas aéreas y navales de Israel atacaron el barco estadounidense Liberty, provocando 34 muertos y 173 heridos. Las 13 comisiones oficiales de investigación (10 en Estados Unidos y 3 en Israel) han concluido que el ataque se debió a un error israelí.
Asimismo, el 8 de junio se realizó una propuesta de tregua que fue aceptada por Egipto pero no por Siria, lo que llevó a Israel a lanzar la campaña contra Siria de los días 9 y 10 de junio. A partir de este día, casi no hay actividad en los frentes sur y central de la guerra.
9 de junio: Altos del Golán
Los falsos informes que emitía Egipto acerca de una aplastante victoria contra el ejército israelí20 y las previsiones de que la artillería egipcia pronto estaría en Tel-Aviv influenciaron sobre la voluntad de Siria para entrar en la guerra. El liderazgo sirio comenzó a bombardear y llevar a cabo ataques aéreos en el norte de Israel. En cuanto la Fuerza Aérea Israelí completó su misión en Egipto, se dedicó a destruir a la sorprendida Fuerza Aérea de Siria. Así fue que Siria entendió que la noticia de que había escuchado de Egipto acerca de la supuesta destrucción casi total del ejército israelí, evidentemente no pudo ser cierta. Durante la noche del 5 de junio, los ataques aéreos israelíes destruyeron las dos terceras partes de la Fuerza Aérea de Siria, y obligó a la tercera parte restante a retirarse a bases distanciadas, sin participar en ninguna otra operación subsiguiente en la guerra.
Una amplia ofensiva Siria fracasó rápidamente. Entre los varios problemas con los que se encontró Siria incluían que los tanques eran demasiado amplios para atravesar los puentes, por esta causa varios tanques sirios se hundieron en el río Jordán al intentar cruzarlo; la falta de comunicaciones por radio entre los tanques y las unidades de infantería ignoraron la orden de avanzar. Un informe del ejército sirio posterior a la guerra llegó a la conclusión de que “Nuestras fuerzas no pasaron a la ofensiva, ya sea porque no llegaron o porque no estaban del todo preparadas o porque no podían encontrar refugio de los aviones del enemigo. Las reservas no pudieron resistir los ataques aéreos, una vez dispersos su moral se hundió.” Asumiendo las reales pérdidas, el ejército sirio emprendió la retirada la noche del 9 de junio.
El comando sirio abandonó la esperanza de un ataque terrestre y en su lugar comenzó un masivo bombardeo a las ciudades y a los civiles israelíes en el Valle de Jule.
El ejército sirio se componía de unos 75.000 hombres agrupados en nueve brigadas, con el apoyo de una adecuada cantidad de artillería y blindados. Las fuerzas israelíes que se utilizaron en los combates constaban de dos brigadas (una blindada conducida por Albert Mandler, y la Brigada Golani) en la parte norte del frente, en Givat HaEm, y otras dos en el centro. Una de las ventajas que Israel poseía era la excelente inteligencia recopilada por el Mosad obtenida a través de Eli Cohen (quien fue capturado y ejecutado en Siria en 1965) en relación con las posiciones de batalla de Siria. Siria había construido extensas fortificaciones defensivas en profundidades de hasta 15 kilómetros, comparable a la Línea Maginot.
Sin embargo, las fuerzas sirias se mostraron incapaces de presentar una defensa eficaz, en gran parte porque los oficiales eran mediocres y maltrataban a sus soldados; a menudo los oficiales se retiraban para escapar del peligro, abandonando a sus hombres dejándolos desconcertados e inoperantes. En la noche del 9 de junio, las cuatro brigadas israelíes habían quebrado las defensas de la meseta.
Al día siguiente, el 10 de junio, los grupos del centro y norte se unieron en un movimiento de pinza en la meseta, pero se encontraron con el territorio abandonado tras la huida de las fuerzas sirias. Varias unidades fueron reunidas por Elad Peled para subir al Golán desde el sur, para encontrar las posiciones enemigas prácticamente abandonadas. Durante el día las unidades israelíes se detuvieron después de la obtención del campo de maniobra entre sus posiciones y una línea de colinas volcánicas en el oeste. En algunos lugares, las tropas israelíes avanzaron después de un acuerdo sobre un cese al fuego para ocupar posiciones estratégicas.24 Hacia el este, el terreno se presenta como una suave llanura en pendiente. Esta posición se convirtió en la línea de cese del fuego conocida como la “Línea Roja”.
10 de junio: Último día de guerra
Ante la retirada de las tropas sirias, las divisiones israelíes pudieron avanzar en todo el frente, llegando a ocupar la importante ciudad de Quneitra, y con el camino expedito hacia Damasco. Sin embargo, ante la inmensa presión diplomática, Israel aceptó el alto al fuego sugerido por el Consejo de Seguridad, terminando así la guerra.
Consecuencias de la guerra
Israel dio por finalizada la Guerra de los Seis Días habiendo aumentado su territorio considerablemente, con la incorporación de los Altos del Golán, Cisjordania (incluyendo Jerusalén Oriental), la Franja de Gaza y la península del Sinaí. Desde el punto de vista militar, tras dos décadas de fragilidad estratégica, Israel obtuvo por primera vez en su historia profundidad territorial, que le concedería capacidad defensiva para defenderse de la artillería árabe lejos de las ciudades israelíes y para evitarse en adelante la obligación de realizar ataques preventivos ante cada amenaza, con el coste que ello supone a efectos de opinión pública. La situación dio por tanto un vuelco geoestratégico y ahora serían las capitales árabes (Ammán, Damasco y El Cairo) las que quedaban al alcance de cualquier incursión rápida del Tsahal. Además de la expansión territorial y del «colchón» defensivo, Israel demostró en el plano psicológico a sus vecinos árabes su capacidad para defenderse militarmente, y su voluntad para usar dicha capacidad.
Pese a la euforia inicial, en el plano político la situación no fue tan favorable a Israel y la guerra envenenó aún más el conflicto árabe-israelí. Merced a los territorios conquistados, que inicialmente estaban destinados a ser moneda de cambio a cambio de una paz duradera, Israel se convertiría en potencia ocupante y permanente de una población árabe muy hostil, lo cual estimuló el nacionalismo palestino, creándose nuevas amenazas internas en los territorios ocupados y alejándose toda perspectiva de una solución negociada a corto plazo. Los efectos de todo ello perduran hoy día.
Hubo otro efecto político muy importante y es el hecho de que el conflicto árabe-israelí quedó plenamente encajado en los esquemas de la Guerra Fría: la URSS, junto al bloque socialista, rompió relaciones diplomáticas con Tel Aviv e Israel se convirtió a los ojos de una buena parte de la opinión pública internacional en agresor y potencia ocupante y perdió su prestigio de pequeño país en lucha por su supervivencia.
Dio comienzo entonces al aislamiento internacional ilustrado por las muchas resoluciones contrarias a Israel en la ONU. Para algunos autores, sin embargo, dicha respuesta internacional ha desembocado en la idealización y justificación incondicional de las acciones de sus enemigos, incluidos aquellos que practicaban el terrorismo, auspiciando el nacimiento de una nueva judeofobia, esta vez de cuño ideológico y centrado en el Estado judío.
Se suele coincidir en dos consecuencias fundamentales de la Guerra de los Seis Días y de toda la campaña diplomática posterior fueron:
Un giro en la percepción de Israel, que hasta entonces gozaba de la simpatía de la izquierda no comunista y en general de la opinión pública occidental.
El surgimiento de un “nuevo antisemitismo” (o “nueva judeofobia”) en Occidente, esta vez de raíz ideológica (no “racista”) invocando el “antisionismo” y el odio a Israel.
Los países árabes se reunieron en Sudán y firmaron la resolución de Jartum. La derrota sufrida por Egipto, Siria y Jordania fue considerada humillante en esos países[cita requerida], que notaron una evidente intervención militar de algunos estados no involucrados, considerados supuestamente ajenos al conflicto o neutrales, como Estados Unidos y el Reino Unido para justificar el éxito de la operación Foco israelí[cita requerida]. La derrota militar de Egipto y Siria produjo un gran malestar en el mundo árabe, lo que llevó a mantener los años siguientes una guerra de desgaste con Israel y, finalmente, a un ataque conjunto egipcio-sirio en la Guerra del Yom Kipur que no alteró el mapa geopolítico establecido tras la Guerra de los Seis Días.
Israel devolvió el Sinaí a Egipto como parte de los acuerdos de paz de Camp David en 1982, más o menos al mismo tiempo que concedía la ciudadanía israelí a los habitantes de Jerusalén Este y de los Altos del Golán, cuyos territorios se incorporaron administrativamente a Israel, si bien sólo Jerusalén Este ha sido legalmente anexionada. En agosto de 2005, Israel evacuó todos los asentamientos de la Franja de Gaza para ceder su control a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), siguiendo su plan de retirada unilateral israelí.
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