lunes, 24 de junio de 2013
La Shoá es parte indisoluble de la historia de padecimientos del pueblo judío
Al cumplirse el 70 aniversario del levantamiento del Gueto de Varsovia
En más de una oportunidad me enfrenté a responder la pregunta, “por qué estudiar y dedicar tiempo a la memoria de situaciones dramáticas, como la Shoá o el terrorismo de Estado”. Detrás de la pregunta estuvo el pensamiento “ni le pasó a tu familia ni a vos” o peor “algo habrán hecho para merecerlo”. “A nosotros no nos pasó”. Nos ha costado transmitir que lo sucedido, por su magnitud, crueldad y las implicancias sobre varias generaciones futuras y también sobre la anterior, es parte de un patrimonio colectivo de angustia. Lo que le sucede a un humano le sucede a todos. La indiferencia es la peor de las crueldades y construcciones humanas. Se podrá sostener que la solidaridad es un camino utópico de nunca llegar. Pero que placer es recorrerlo.
Solamente en colectivo podremos asumir un pasado dramático, superarlo y avanzar en una mejor convivencia. El apartheid le pasó a los negros sudafricanos pero no fue cosa sólo de negros, la desaparición forzada cayó sobre la cabeza de hombres y mujeres catalogados como subversivos pero no fue sólo asunto de ellos, la Shoá fue el intento de exterminio de la población judía y es parte indisoluble de la historia de padecimientos del pueblo judío pero también es parte, y ahí su trascendencia universal, del no límite del accionar humano.
Fue el mayor ejemplo de hasta dónde puede llegar la faceta maligna de la humanidad. Hubo víctimas y victimarios, pero también hubo un mundo entero afectado. Lo que pasó nos pasó a todos.
“Creo que el lenguaje humano no puede describir el horror en el Gueto”, relató Simha Rotten entrevistado por Claude Lanzmann, en el film Shoah (1). “En las calles del Gueto, si así se les puede llamar porque no había más calles, teníamos que saltar por encima de los cadáveres hacinados. No teníamos sitio por donde pasar, no sólo era una lucha contra los alemanes, sino también contra el hambre y la sed. Sin ningún contacto con el mundo exterior”. Concluye diciendo “el Gueto era una isla ajena a la vida normal”.
Los nazis no inventaron nada por lo que respecta a la propaganda anti judía. Su única innovación importante fue la “Solución Final”, la ejecución en masa de hombres, mujeres y niños judíos, sostuvo el historiador, Raúl Hilberg.
Pero también desde la peor adversidad y crueldad afloró lo mejor del ser humano. Actos sin igual de solidaridad, valentía, creatividad e inteligencia nacieron cuando todo estaba prohibido. Esos hechos construyeron memorias ejemplares que también son patrimonio de la humanidad, nos ayudan a aprender y reflejarnos para construir un presente más humanitario, justo y amigable. El miedo paraliza, pero no a todos por igual.
“Si pudieras lamer mi corazón te envenenarías” sentenció Itzhak Zuckermann, alias Antek, segundo al mando de la Organización Judía de Combate, comandada por Mordejai Anilevich.
La memoria se representa y se abona permanentemente, día a día para no perderla, para que nos señale lo que queremos y lo que no queremos en el presente que vivimos. No hay derechos del pasado y del presente.
Auschwitz fue símbolo de muerte
A comienzos del siglo XXI el Premio Nobel de Física en 1977 Ilya Prigogine (2) escribió que el mundo se desplazaba de una época de certezas a una de probabilidades. En este universo de incertidumbres debemos rescatar la noción de valor. Para responder de manera oportuna a los retos del siglo debemos empezar a plantearnos las preguntas adecuadas de modo que podamos identificar las soluciones posibles. ¿Qué rescatamos del pasado para vivir juntos en el Siglo XXI? ¿Cómo podemos combatir la discriminación, la exclusión y la pobreza?
La aceleración sin pausa del desarrollo científico tecnológico, el derrumbe de paradigmas políticos, la influencia, con momentáneo éxito, de ideologías híper individualistas bajo el manto del neo liberalismo, fueron creando un tiempo que podríamos catalogar como de transición entre lo viejo y algo nuevo por nacer, que aún no sabemos bien como será. Aprender y asumir el pasado, y en especial aquellos traumas no resueltos y heridas abiertas, se torna imprescindible.
Tzvetan Todorov (3), distinguió entre memoria literal y memoria ejemplar. La primera buscaría recuperar la exacta memoria de los hechos con el fin de hacer justicia en el presente, mientras la segunda utilizaría la experiencia pasada como guía para la construcción de un mejor futuro.
Si Auschwitz fue el paradigma del mal en el siglo XX su contracara fue el coraje, la valentía y la voluntad de seguir siendo lo que se quería ser. Auschwitz fue símbolo de muerte y la Resistencia lo fue de la vida.
Yehuda Bauer, fue el promotor de nuevos enfoques sobre la resistencia judía desde fines de la década de los 70. La definió como “cualquier acción grupal conscientemente asumida, en oposición a leyes conocidas o supuestas, a acciones o intenciones dirigidas contra los judíos por parte de los alemanes y de quienes los apoyaban” (4). Para Bauer la resistencia abarcó tanto la lucha armada como la lucha desarmada. Para Dan Michman, lo importante y rescatable fue la voluntad de resistir y la conciencia de que se ejerció una oposición clara a los designios genocidas del nazismo.
Los miembros de los movimientos juveniles sionistas en el Gueto de Vilna se reunieron en la noche entre el 31 de diciembre de 1941 y el 1 de enero de 1942. Durante la reunión fue leída una convocatoria redactada por Abba Kovner, uno de los líderes del movimiento Hashomer Hatzair. Fue la primera manifestación de la toma de conciencia de que los asesinatos eran parte de un plan global alemán para el exterminio total de los judíos. Exclamó “Es verdad que somos débiles e indefensos, pero la resistencia es la única respuesta frente al enemigo. Es preferible caer como combatientes libres que vivir por gracia de los asesinos” (5).
El proceso por el cual los judíos fueron tomando conciencia de las verdaderas intensiones del enemigo fue gradual y diferente de lugar a lugar. La juventud fue la punta de lanza del pensar y resistir. Tal vez por haberse criado en un mundo de persecuciones le resultó más fácil comprender la nueva situación, el sentirse más libres de responsabilidad por no tener una familia a su cargo y por mantener una estructura organizativa activa.
Fueron los jóvenes y adolescentes los que tomaron en sus manos el combate como antes ayudaron a sus padres y abuelos en la búsqueda de alimentos y medicinas, arriesgándose en el contrabando clandestino hacia la zona aria.
En diciembre pasado durante un taller sobre la Shoá en la Casa Mordejai Anilevich, propuse a los jóvenes participantes una idea, que un Liceo público llevará el nombre de Mordejai Anilevich. Prontamente, por vía electrónica un conjunto de personalidades de la cultura y la política nacional respondían apoyando la iniciativa. El 18 de abril pasado, simbólicamente en vísperas del 70 aniversario del Levantamiento nos reunimos por primera vez el grupo impulsor. El 14 de mayo, Pablo, Ana, Shai y Joaquín entregaron la propuesta al Vicepresidente de la República Cr. Danilo Astori, en el Palacio Legislativo. Cerca de 600 adhesiones, entre ellas los Ex Presidentes de la República, Tabaré Vázquez, Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle, varios Ministros y Ex Ministros, el Rector de la Universidad, la Consejera de Educación Secundaria Prof. Zaffaroni, Inspectores de Institutos y Liceos y de Historia, los más prestigiosos historiadores nacionales, artistas, escritores como Mauricio Rosencoff e Ignacio Martínez, músicos tan reconocidos como Rubén Rada, la Federación Nacional de Profesores, Directores de Secundaria y Primaria, activistas de Derechos Humanos, todo el movimiento juvenil judío y por supuesto el Centro Recordatorio del Holocausto, el Comité Central Israelita del Uruguay entre otros. También recibimos importantísimas adhesiones del exterior del país.
En la figura de Mordejai Anilevich homenajeamos el heroísmo
La denominación de un centro de estudios, señalábamos en la petición, no es sólo el nombre de un local, es señal de identidad, pertenencia y aprendizaje que acompañará durante toda la vida a los que allí se eduquen, en especial estudiantes, pero también a sus familiares, vecinos y docentes.
En la figura de Mordejai Anilevich, homenajeamos el heroísmo de los luchadores del Gueto, pero también recordamos en él a aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo.
Su concreción, que esperamos sea este año, marcará un mojón en la construcción de la memoria democrática en nuestro país. Se hermanará a otras escuelas y liceos que llevan nombres emblemáticos de las víctimas, al decir de Enzo Traverso, como Escuela Mtra. Elena Quinteros (detenida desaparecida bajo el terrorismo de Estado), Escuela Ana Vinocur (sobreviviente de la Shoá, activa difusora y educadora por los Derechos Humanos en Uruguay), Escuela Ana Frank (asesinada en la Shoá), Escuela Mtro. Julio Castro (detenido desaparecido bajo el terrorismo de Estado), Liceo Raúl Wallenberg (Rescatador de judíos en la Shoá - un Justo entre las Naciones).
Será parte de una reparación simbólica de alto contenido educativo y una propuesta de no olvidar nunca.
Uruguay cuenta con varios instrumentos para la promoción, defensa y educación de los derechos humanos. Como nunca antes, en los últimos años el tema ingresó en la agenda pública, hasta en el lenguaje cotidiano de los uruguayos. Pero falta mucho aún. Necesitamos la articulación de los esfuerzos públicos y privados y construir una agenda de políticas públicas de derechos humanos y memoria. Donde lo simbólico se de la mano con lo educativo en lo formal e informal, con la justicia, con adecuar la normativa jurídica a la legislación internacional y avanzar en nuevas normas, con la investigación y lo conmemorativo.
Desde hace un par de años integramos como país, con el apoyo de todo el espacio político nacional, la Task Force para la Recordación, Educación e Investigación del Holocausto. Entidad internacional que reúne países y organismos internacionales afines. Pero aún no hemos presentado ningún proyecto ni se ha formalizado un grupo de apoyo junto a la sociedad civil. Es un deber que podría ayudar mucho en la educación informal y también en lo formal.
Contamos desde hace 7 años con el Plan Ceibal, verdadero orgullo nacional de innovación educativa. La Shoá y otros genocaidios deberá ser parte de sus contenidos educativos. Seguro que dentro de poco lo vamos a lograr.
La memoria ejemplar de un joven de tan sólo 24 años que con valentía lideró la resistencia y el levantamiento en el Gueto de Varsovia jaqueando durante casi un mes al más poderoso y siniestro ejército del mundo de mitad de siglo, seguirá siendo una guía positiva para todos nosotros, no sólo para los judíos sino para la humanidad toda.
Referencias
1. Claude Lanzmann, Shoah, Francia, 1985.
2. Ilya Prigogine, La flecha del tiempo y el fin de la certidumbre, en Jérome Bindé (Coordinador), Claves para el Siglo XXI, Ediciones UNESCO, Madrid, 2000. Pág. 24.
3. Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, Editorial El Arco de Ulises, Madrid, 2008.
4. Yosi Goldstein, Nuevos enfoques acerca de la Resistencia Judía contra el Nazismo, Curso Morei Morim 2012, S/f.
5. Yad Vashem, El Holocausto en Documentos, Jerusalén, 1996, pág. 477 - 478.