lunes, 24 de junio de 2013
Lo que indican los disturbios de Turquía
por Daniel Pipes
The Washington Times
19 de Junio de 2013
La resistencia organizada al gobierno sacude Turquía desde el 31 de mayo: ¿Es comparable a los levantamientos árabes que desde 2011 depusieron a cuatro dictadores, a la Marea Verde iraní de 2009 que condujo a la elección de un presidente reformista en apariencia la pasada semana, o a lo mejor al movimiento Occupy Wall Street, que tuvo un impacto insuficiente para ser tenido en cuenta?
El gobierno de Estambul dijo a las madres que metieran "a sus hijos en casa", pero ellos se unieron mejor a las manifestaciones de la Plaza Taksim.
El malestar destaca un acontecimiento profundamente importante de implicaciones indelebles. Turquía se ha vuelto un país más abierto y liberal, en el que sus líderes se enfrentan a más trabas democráticas que nunca. Pero la medida en que ello altere el papel del islam en Turquía dependerá principalmente de la economía.
Un crecimiento real de ritmo comparable a China ha sido el principal logro de Recep Tayyip Erdoğán y la formación de la que es secretario, el AKP. La renta individual se ha multiplicado más del doble durante la década que lleva en el poder, alterando el aspecto del país. Como visitante frecuente de Turquía desde 1972, he visto de primera mano el impacto de este crecimiento en casi todas las facetas de la vida cotidiana, desde lo que come la población a sus señas de identidad turca.
Ese crecimiento imponente ayuda a explicar el creciente porcentaje del voto nacional obtenido por el AKP en los tres comicios a los que ha concurrido, del 34 por ciento en 2002 al 46 por ciento en 2007, hasta quedar a un pelo del 50 por ciento en 2011. También explica que, tras 90 años de estamento militar como poder político definitivo, la formación pudiera doblegar a las fuerzas armadas.
Al mismo tiempo, dos vulnerabilidades han quedado paulatinamente en evidencia, sobre todo desde las elecciones de junio de 2011, poniendo en peligro el dominio continuado del Estado por parte de Erdoğán.
La creciente dependencia del préstamo exterior. Para sostener el consumo, los bancos turcos se han endeudado fuertemente con el exterior, y en especial con colaboradoras fuentes musulmanas sunitas de crédito. El déficit por cuenta corriente resultante genera una necesidad de crédito tan considerable que el sector privado necesita prestados por sí solo 221.000 millones de dólares durante el ejercicio 2013, casi el 30 por ciento de los 775.000 millones de dólares de PIB nacional. Si el dinero deja de ingresar en Turquía, el partido se ha terminado (doble sentido), conduciendo probablemente al derrumbe de la bolsa, a la caída libre del cambio de la divisa y a la detención en seco del milagro económico.
Erdoğán dirige a los progenitores: "Os estoy vigilando. Tendréis tres hijos por lo menos".
Erdoğán tiene una interpretación de su mandato democrático propia de un sultán. El primer ministro considera su victoria electoral -- y sobre todo la de 2011, cuando el AKP se hizo con la mitad del voto popular -- una licencia para hacer lo que le plazca hasta los siguientes comicios. Se deja llevar por sus emociones (recuerde su enfrentamiento con Shimon Peres en 2009), se entromete en los asuntos más nimios (la decisión por su parte del uso de un parque municipal provocó los actuales disturbios), se dedica a la ingeniería social (informando a las parejas casadas de que han de tener tres hijos o más), implica a Turquía en una empresa exterior impopular (Siria) y demoniza a la mitad del electorado que no le votó (llamándolos barrigas cerveceras que copulan en las mezquitas). Esta pose arrogante se ha hecho con el ferviente apoyo de su electorado otrora castigado, pero también ha suscitado la indignación de cifras crecientes de turcos, que acusan su autoritarismo, así como la crítica de los líderes europeos. La canciller alemana Ángela Merkel se declaraba "consternada" por la reciente represión policial.
Estas dos debilidades señalan la importancia de la economía para el futuro de Erdoğán, el AKP y el país. Si las cuentas de Turquía aplacan las manifestaciones, el programa islamista que ocupa el corazón de la plataforma electoral del AKP seguirá avanzando, si bien de manera más cauta. Quizá el propio Erdoğán siga siendo el secretario, convirtiéndose el año que viene en presidente del país con competencias novedosamente avanzadas; o puede que su formación se harte de él -- igual que sucedió en 1990 con Margaret Thatcher – y se decante por alguien que implante el mismo programa sin despertar tanta hostilidad.
Tras dos semanas de manifestaciones, la bolsa de Estambul se ha dejado casi el 10 por ciento de su selectivo.
Pero si el "dinero rápido" abandona Turquía, si los inversores extranjeros se van a otro lado, o si los patrones del Golfo Pérsico enfrían sus relaciones con el AKP, entonces las manifestaciones pueden poner fin al gobierno del AKP e interrumpir el avance hacia el islamismo y la implantación de la ley islámica. Los enfrentamientos en el seno de la formación, sobre todo entre Erdoğán y el Presidente Abdalá Gül, o en el seno del movimiento islamista, en especial entre el AKP y el fuerte movimiento de Fetula Gülen, pueden debilitar a los islamistas. Más íntimamente, los muchos votantes no islamistas que dieron su voto a la solvente gestión económica del AKP podrían abandonar a la formación.
Las nuevas nóminas se han contraído un cinco por ciento. El consumo familiar real se desplomó durante el primer trimestre del ejercicio 2013 un 2 por ciento con respecto al ejercicio 2012. Desde que comenzaron las manifestaciones, la bolsa de Estambul ha perdido un 10 por ciento y los tipos de interés han subido alrededor de un 50 por ciento. Al evaluar el futuro del islamismo en Turquía, hay que vigilar estos indicadores económicos entre otros selectivos.
Categoría del Artículo: Turquía
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