lunes, 3 de junio de 2013
Las bases judías del campeón Bayern Munich
El equipo sensación de Europa, el paradigma del “fútbol total” que potencia a la selección alemana como el mayor candidato a ganar el próximo Mundial, posee un origen con una marcada presencia judía. Esta se ha potenciado los últimos años, debido al resurgimiento del orgullo antinazi y judío presente en sus estamentos. El actual vicepresidente y ex gran futbolista, Karl-Heinz Rummenigge ha hecho énfasis en volver a las bases luego de un período oscuro, de ocultamiento, de desambiguación, que se quiso mantener en silencio
El equipo más ganador de Alemania, con 23 Bundesligas, 15 Copas Alemanas, y 4 Champions League, sufrió en los años del nazismo, pese a lo cual pudo resistir para convertirse en uno de los clubes más importantes del mundo. Fue fundado en un barrio bohemio de Munich, Schwabing, el 27 de febrero de 1900, donde dos de los 17 firmantes del acta fundacional eran judíos. Ellos eran el artista Benno Elkam, quien hizo una escultura de una Menorah presente en la Kneset, y el otro, un personaje que va a ser vital en esta historia, Kurt Landauer, futuro presidente de la entidad.
Debido a la posterior presencia de judíos, como el entrenador austro-húngaro Little Dombi, quien ganó el primer título del club, en la presidencia de Landauer en 1932, el club era llamado como “el club de los judíos”. De esta manera, los nazis tenían en la mira al club, que no obstante estaba bien defendido por sus jugadores y dirigentes con algunos pequeños actos heroicos. Esto en su momento fue ocultado por el club pero, así como la reconstrucción alemana se produjo mediante una verdadera y concreta revisión del pasado, también aquí con el Bayern se empieza a mirar hacia atrás para recomponer y restituir una filiación
Al estar indicado como un club judío, la llegada de Hitler al poder tuvo serias implicancias en la vida cotidiana del equipo, como la dimisión del Presidente Kurt Landauer junto a otros miembros del club, quién tuvo que huir a Suiza después de pasar 33 días en el campo de concentración en Dachau, al norte de Munich. Ante esta situación, el Bayern Munich se resistió a la cooptación por el nazismo y ante esto vivió varios incidentes desafiantes para el régimen. En 1932, por ejemplo, sus jugadores resultaron involucrados en una pelea con los “camisas pardas”, una milicia nazi.
El episodio más importante realizado por los jugadores, fue en Zurich en 1943, donde luego de un partido amistoso ante la selección suiza, los futbolistas del Bayern se alinearon para saludar el exiliado Landauer, quien estaba presente en las tribunas, gesto que no le hizo gracia a la Gestapo, los cuales amenazaron con que el gesto tendría consecuencias. Es decir, el equipo era sistemáticamente perseguido pero siempre aparecía una respuesta desafiante, por parte de una comunión de jugadores, dirigentes, hinchas comprometidos con su club.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Landauer volvió a Munich para ser presidente del Bayern hasta 1951. Pero, al contrario de lo esperado, su legado fue ocultado, debido a que se decía que había dejado Alemania por problemas raciales y desacuerdos políticos, en el club la palabra judío fue prohibida y además se renegaba de la identidad judía por temor a represalias. Las consecuencias del nazismo podrían tener un grave efecto en los objetivos del equipo, por lo que debido al momento social y político en Alemania, se optó por evitar el pasado para construir un futuro.
Renegar este punto, renegar el origen provocaba que la identidad fuera violada, golpeada, donde ese pasado pluralista y democrático llevado a cabo por Kurt Landauer sólo quedaba, después de la guerra, un grupo que abandonada su pasado para crear un futuro sin bases sustentables. Pero junto con el proceso de reconstrucción del pasado llevado por las Alemanias luego de su reunificación, el Bayern revitalizó la figura de Landauer, junto con sus raíces judías, donde volvieron a ser un sustento constitutivo de la esencia del club. Con ello, podemos entender la mirada que posee este club hacia si mismo, y de su implicación hacia fuera.
Volvió a nacer un sentido de reinvindicación por parte de jugadores, seguidores y dirigentes, donde actos como donar dinero para el club TSV Maccabi Munich, un equipo amateur que construyó su estado con el nombre de Landauer en 2010, u otro guiño político, como cuando aceptó jugar un partido amistoso con el FC St. Pauli
de Hamburgo en el 2002. El St. Pauli, que habitualmente juega en la segunda división alemana, es un equipo estatutariamente antifascista. En esa ocasión, el Bayern Munich, entonces campeón mundial de clubes, visitó la casa del St. Pauli, que emprendía una campaña de apoyo para sobrevivir a una grave crisis económica. Sorpresivamente, el triunfo fue para los del barrio rojo de Hamburgo, que se adjudicaron el título de “vencedor del campeón mundial de clubes”.
En su estadio, el imponente Allianz Arena, existe un merecido homenaje a la supervivencia mediante el compromiso de su origen, el cual resistió un holocausto, salvando funcionarios, reivindicando a sus héroes judíos, a sus bases valóricas. El brillante momento, tanto a nivel administrativo como futbolístico, ha vuelto a colocar al Bayern en la palestra, en la vanguardia, y quién emerge como símbolo es Kurt Landauer, un judío, a quien Rummenigge y nada menos que Franz Beckenbauer lo han reconocido como el padre de la era moderna del glorioso Bayern Munich.
Ayer fueron capaces de escribir una nueva página de éxitos en su majestuosa historia, donde jugadores brillantes como Thomas Muller, Bastian Schweinsteiger y Phillip Lahm, ilustres futbolistas nacidos en las divisiones inferiores del club, siguieron consolidando el presente para el lucimiento de un pasado y futuro orgullosamente judío y antinazi.