miércoles, 4 de marzo de 2015

Bruselas, capital de 'Eurabia'




Tras los atentados contra la revista Charlie Hebdo y las sucesivas operaciones contra supuestas células terroristas, la capital de Bélgica mantiene suscomunidades religiosas separadas y desconfiadas. Hay convivencia en el día a día, en los comercios y en las calles, pero también recelos mutuos y una falta alarmante de diálogo.
Las diferencias son también de género, especialmente entre las mujeres jóvenes. Las "occidentales europeas", independientes y sin temor a mostrar su piernas o escotes, son conscientes de que a ciertas horas, o en según que zonas, pueden ser mal vistas. Las mujeres árabes visten mayoritariamente el hiyab, el tradicional pañuelo del Norte de África o los países de Oriente Medio, y es dificil verlas si no es en compañía de sus maridos o del hombre de la familia.
Libertad de expresión y libertad religiosa luchan de manera soterrada en las calles de la ciudad, donde se aprecia una falta de oportunidades laboralespara la población norteafricana, recluida en ultramarinos de barrio, en restaurantes kebab o tiendas de electrónica. Están ausentes de las profesiones liberales, de los museos y, por supuesto, de la "burbuja arquitectónica" formada por las instituciones europeas.
Viaje al corazón musulmán, Anderlech y Molenbeek
Un estudio económico de la Universidad de Rabat para la Fundación Rey Balduino cifra a la mitad de esta población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Y sólo a un tercio con empleo fijo. Gran parte de esta comunidad vive en estos dos barrios con decenas de mezquitas y calles, como las que rodean la plaza de la Maison Communale de Molenbeek, donde los carteles de la mayoría de sus comercios son en árabe.
En Anderlecht está Gare de l'Ouest, la estación del oeste, uno de los puntos considerados más problemáticos por la noche para que una mujer pasee sola.Francesca Zaganelli es una joven italiana que vive en la zona. “No salgo mucho por la noche aquí, normalmente me muevo al centro”, destaca sobre la vida de su barrio. Hace vida por el día y describe el lugar como un sitio tranquilo aunque “cuando llegué aquí sí tenía miedo porque mucha gente me alertaba sobre la zona y había muchos sentimiento negativos”.
La policía desplegó en este barrio un operativo días después de los atentados de París en busca de una supuesta célula durmiente terrorista. El quiosco frente al edificio cercado lo regenta Sebbata Omar, un belga-marroquí que llama a la concordia y que no se corresponde con la imagen del joven europeo musulmán radicalizado. “Necesitamos calmar la situación y enviar un mensaje de tranquilidad”, dice al mismo tiempo que muestra su frustración porque “cuando vemos los medios parece que ser musulmán es igual a radical o terrorista”.
“La tensión ha subido después de todos los atentados, no es visible, palpable, pero el otro día un joven musulmán me decía que ve lo que está pasando en Siria, cómo se están matando... y exclamaba que tenía que ir a ayudar”, relata de su experiencia personal otra vecina, Flora Acebos. 
Omar vende desde bebidas alcohólicas a revistas pornográficas y su mujer, también belga-magrebí, no lleva velo y sí un vestido de falda por encima de la rodilla. Su grupo étnico-religioso sería uno de los que más sufren la discriminación laboral en Bélgica. “Hay partes de Bélgica donde se produce, por desgracia, una discriminación laboral y, aunque vivimos en un país libre, se basa en motivos raciales o de religión”, denuncia el imán Adnan Feroz, de la mezquita Idara Taleem-ul-Islam.
Gare de l'Ouest es un punto intermedio con Molenbeek, donde las operaciones anti-terroristas detuvieron a 9 presuntos yihadistas. Curiosamente, en torno a las calles donde se desplegó parte del dispositivo está la iglesia principal del barrio. El domingo a mediodía hay una misa congoleña abierta al público a la que también acuden belgas de origen no africano, como Jeanique Christien. Este católico desmiente “problemas de convivencia” en el barrio y que incluso habla de “encuentros y diálogos con musulmanes”.
En esta comuna, barrio con autoridad política propia, hay al menos quincemezquitas oficiales. En varias entrevistas realizadas por El Confidencial tras las operaciones anti-terroristas, líderes religiosos y creyentes musulmanes condenaban con vehemencia los atentados de París pero también marcaban límites a la libertad de expresión.
Varias señales que piden acabar con los ataques al islam enfrente del palacio de justicia de Bruselas (EFE)
Varias señales que piden acabar con los ataques al islam enfrente del palacio de justicia de Bruselas (EFE)
Católicos y musulmanes, unidos en su defensa de la religión
“Usted puede criticar nuestra religión en los medios pero burlarse del profeta o de Alá no, eso no se puede hacer”, decía Malik Mohammad Ayub. mientras debatía junto a varios de sus compañeros tras el rezo de mediodía del viernes. Son creyentes que consideran ofensivas las caricaturas publicadas por medios como Charlie Hebdo porque aunque “la libertad de expresión es importante, si yo sé que te va a molestar, entonces no lo hago”, enfatiza Ayub.
El respeto por el Profeta Mahoma y por Alá es sagrado para los musulmanes, que no conciben su caricaturización o siquiera la mera representación en revistas o periódicos. “Es una cuestión delicada, porque nos podemos encontrar con referencias a la Inquisición pero, por otro lado, hay que respetar la fe de las personas, si vivimos en comunión y juntos”. Quien se expresa así es el Padre Michel, párroco en la iglesia de Saint-Josse-ten-Noode.
El imán Adnan Feroz compartiría las palabras del Papa Francisco cuando volaba hacia Filipinas al decir que “no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás”. El líder religioso de uno de los centros islámicos de Bruselas coincide en que “hay un límite para todo”.
Las caricaturas de Charlie fueron la excusa para que unos fanáticos religiosos perpetrasen un macabro atentado, pero consiguieron en Bélgica un efecto rebote. La asociación de librerías Prodipresse informó que la tirada del número tras los atentados fue de 30.000 ejemplares. Su compra no ha estado exenta de polémica.
Charlie Hebdo, la revista innoble
Días después de los atentados aparecieron cartas de apenas cinco líneas distribuidas por los quioscos de Jette, otra comuna bruselense, donde se amenazaba a los quiosqueros que vendiesen el último número de Charlie Hebdo “bajo riesgo de represalias contra usted y su comercio”. Teresa Ruiz González, una de las receptoras de la misiva, recuerda que “le dijimos a la policía que no lo tomábamos muy en serio pero nos dijeron que sí debíamos hacerlo, que había muchas cosas que no sabíamos”.
Teresa atiende a El Confidencial mientras vende revistas y prensa, sella boletos de lotería y despacha tabaco en uno de los quioscos donde se coló el pequeño sobre por debajo de la puerta cerrada. Encontró la carta que calificaba a la publicación como “una revista innoble (o inmunda)” y la puso a disposición de la Policía belga. Formaría parte de la posterior investigación anti-terrorista porque, como declaró Laurens Dumont, un portavoz de la Fiscalía de Bruselas, se “toma muy en serio el envío y desplegará los medios técnicos a su disposición para hallar al autor”,.
Pese a esta amenaza, Teresa explica abiertamente su posicionamiento y reconoce que la carta está en su Facebook, disponible para su consulta. En ningún momento pensó en aceptar el chantaje de la misiva porque, entonces, “decidirán que Le Soir (un periódico belga) es una publicación subversiva y al final me pedirán que cierre mi tienda porque no les gusta. No podemosaceptar este tipo de amenazas”, concluye la española.

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