martes, 3 de marzo de 2015

egypt israel_Snapseed
"Egipto e Israel se enfrentan a un enemigo común: los terroristas islamistas del Sinaí y sus colaboradores palestinos en Gaza. Como consecuencia de ello, no es sólo que la cooperación en materia de seguridad entre las autoridades de Defensa de ambos países nunca haya sido tan estrecha; además la actitud de los egipcios corrientes ha comenzado a cambiar"
Podría parecer que un Oriente Medio en plena implosión es un escenario improbable para que se cumpla, al fin, el sueño sionista de avanzar hacia la normalización con los vecinos de Israel. Así que me tuve que frotar los ojos cuando leí el siguiente reportaje: hace dos semanas, Israel y Egipto compartieron un stand en la mayor feria internacional de ropa, celebrada en Las Vegas. Además, están haciendo planes para redoblar las exportaciones textiles de la Zona Industrial Cualificada (QIZ, por sus siglas en inglés) egipcio-israelí, y también para expandir la zona a otros productos, como alimentos y plásticos. Dado que la normalización con Israel ha sido anatema en Egipto durante mucho tiempo, se trata de un giro sorprendente.
La QIZ, creada por Estados Unidos hace diez años para favorecer la paz entre israelíes y egipcios animando a la colaboración económica, permite que Egipto exporte textiles a Estados Unidos libres de impuestos si los mismos incluyen material aportado por Israel en un porcentaje determinado. Pero, hasta ahora, los egipcios han mantenido su cooperación con el país vecino tan discreta y limitadamente como les ha sido posible, debido al amplio consenso nacional en contra de la normalización.
Al fin y al cabo, estamos hablando de un país en el que un destacado autor fue expulsado del sindicato de escritores y vio cómo sus libros eran prohibidos por el crimen de viajar a Israel y escribir acerca de sus experiencias allí. Es un país en el que unos libros israelíes traducidos causaron tal indignación que el ministro de Cultura tuvo que defenderse de las acusaciones denormalización alegando que las traducciones tenían como única finalidad permitir que los egipcios “conocieran a su enemigo”, y prometiendo que el proyecto no incluiría contacto alguno con editores israelíes, sino solamente con los editores extranjeros de los autores. Es un país en el que todos los candidatos en las elecciones presidenciales de 2012 prometieron desechar orenegociar el tratado de paz con Israel. No hace tanto de todo esto.
Y ahora, de pronto, Egipto e Israel comparten stand en una feria de comercio y discuten formas de expandir la QIZ.
Puede que esto, en parte, sea señal de que el presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, habla más en serio de lo que se cree acerca de tratar de mejorar la maltrecha economía de su país; tan en serio que para ello está dispuesto, incluso, a reforzar la cooperación con Israel, pese al riesgo de poner en su contra a los trolls antinormalización, que, desde luego, siguen existiendo.
En cualquier caso, resulta difícil imaginarse que todo esto pudiera suceder si no hubiera una convicción cada vez mayor de que Egipto e Israel se enfrentan a un enemigo común: los terroristas islamistas del Sinaí y sus colaboradores palestinos en Gaza. Como consecuencia de ello, no es sólo que la cooperación en materia de seguridad entre las autoridades de Defensa de ambos países nunca haya sido tan estrecha; además la actitud de los egipcios corrientes ha comenzado a cambiar. Por ejemplo, durante la guerra de Gaza del pasado verano, algunos comentaristas de medios de comunicación egipcios apoyaron abiertamente que Israel derrotara a Hamás (al que, en el ínterin, un tribunal egipcio ha declarado organización terrorista).
Lo mucho que ha cambiado la lista de enemigos de Egipto en los últimos años queda de manifiesto, de forma un tanto irónica, en un artículo de portada del diario Al Ahram de hace dos semanas, después de que el Estado Islámico asesinara a 21 coptos egipcios en Libia y la Administración Obama se negara a apoyar los ataques aéreos egipcios de represalia. En la mejor tradición de la conspiranoia egipcia, el artículo acusaba a Qatar, Turquía y Estados Unidos de colaborar para sembrar “el caos y la destrucción” en Egipto. Ausencia destacada en esta lista era el sospechoso habitual, el que solía aparecer como villano en toda teoría egipcia de la conspiración, como en la clásica de 2010 que culpaba al Mossad de los ataques de tiburones en las playas del Sinaí.
La mayoría de los israelíes, que ya había renunciado hacía mucho al sueño de que la paz fría con Egipto se descongelara algún día para convertirse en normalización, consideraba que la nueva y reforzada coordinación en cuestiones de seguridad era lo mejor que se podía lograr y no esperaba nada más. Y, sin embargo, por improbable que fuera, parece que sí está ocurriendo algo más. A fin de cuentas, es difícil imaginarse algo más normalizado que un stand conjunto en una feria internacional. Y eso brinda esperanzas de que puede, tan solo puede, que surja algo bueno en medio de la actual locura de Oriente Medio.

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