jueves, 19 de marzo de 2015

El Líder Supremo de Irán, el ayatolá Jamenei.
"Tanto Hezbolá como Asad cambiaron repentinamente su discurso de “muerte a América” a “muerte a los terroristas”, y, mientras que Estados Unidos y otras potencias occidentales ignoraban las atrocidades de Asad y el auge del EIIL, Irán y el dictador sirio se convertían en los únicos actores locales que combatían contra el terrorismo regional""Ignorar la hegemonía de la República Islámica en la región no sólo complicaría las cosas para la oposición siria y sus aliados regionales; también prolongaría la guerra y la extendería al Líbano y de vuelta a Irak""Si no se responde a estas inquietudes de los suníes y se ignoran los intereses de Irán, ello no hará sino provocar más resentimiento, miedo e ira por parte suní. Esa ira le allanaría el camino a otro Estado Islámico y perpetuaría el círculo vicioso"
Hezbolá no está bien desde hace bastante tiempo, debido sobre todo a que la operación de la organización en Siria la está consumiendo. Pero recientemente las cosas parecen haber mejorado, y el Partido de Dios está logrando pequeñas victorias merced al auge del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y la amenaza que éste supone para el Líbano.
Pocas semanas después de que se iniciara la revolución siria, Bashar al Asad e Irán decidieron que la mejor forma de sobrevivir sería presentar una versión de la historia en la que ellos se convirtieran en los buenos, por así decirlo. Tanto Hezbolá como Asad cambiaron repentinamente su discurso de “muerte a América” a “muerte a los terroristas”, y, mientras que Estados Unidos y otras potencias occidentales ignoraban las atrocidades de Asad y el auge del EIIL, Irán y el dictador sirio se convertían en los únicos actores locales que combatían contra el terrorismo regional.
Por supuesto, quien luchaba verdaderamente contra el EIIL era el Ejército Libre Sirio, pero Irán y Asad hicieron que pareciera que ellos eran las víctimas de toda la lucha interna en Siria.
Ahora creen que ha llegado el momento de cosechar los beneficios de su versión de la historia. El presidente Obama al fin ha decidido entrar en acción contra la inminente amenaza del Estado Islámico [como actualmente se denomina el EIIL], y ahora más de cuarenta naciones están dispuestas a unirse a una coalición contra el grupo, encabezada por Estados Unidos, en Irak y tal vez en Siria. 
Pero hay que abordar dos cuestiones antes de adoptar acción alguna:
En primer lugar: ¿Por qué es tan necesario que Irán se una al bando contrario al Estado Islámico(EI) aunque sea de forma indirecta? Porque es la única posibilidad de salvación que tiene la República Islámica y su única vía de escape del atolladero en el que se ha metido. Irán necesita preservar sus intereses en Siria, o no podrá exportar la revolución –y las armas que necesita–, lo cual sería su perdición. La franja que discurre desde Latakia a través de Homs, Damasco y Qalamun, hasta la Bekaa y Naqura en el Líbano, debe seguir bajo el control de la Guardia Revolucionaria y de Hezbolá: no les queda otra opción.
Si Estados Unidos ataca al Estado Islámico en Siria, éste sería un punto fundamental. No basta con no aliarse con Irán o con negarse a aceptarlo como miembro de la coalición. Ignorar la hegemonía de la República Islámica en la región no sólo complicaría las cosas para la oposición siria y sus aliados regionales; también prolongaría la guerra y la extendería al Líbano y de vuelta a Irak.
En el Líbano, por ejemplo, de pronto resulta aceptable que Hezbolá se haya unido al Ejército libanés en sus recientes batallas en Arsal porque las decapitaciones de soldados libaneses a manos del EI eran una perspectiva mucho más aterradora. Y no hay muchos libaneses que parezcan indignados ante el hecho de que los matones de Hezbolá hayan apaleado a más de 100 refugiados sirios en el Líbano hace sólo un par de días.
Hezbolá no ha vivido unos días mejores en los últimos tres años. La llegada del EI al Líbano les ha hecho muy fácil actuar con mayor libertad e impunidad, a través de las instituciones militares y de seguridad del Estado. El Partido de Dios no descansará hasta que vuelva a hacerse con el control de todo, desde la presidencia y el Parlamento a cada institución del Estado. Esto no acabará bien.
La segunda cuestión tiene que ver con la mayoría suní de la región, tanto en sus Gobiernos como en sus comunidades. No es una cuestión menor que el exprimer ministro iraquí, Nuri al Maliki, reapareciera hace pocos días en la escena política de su país como uno de los tres nuevos vicepresidentes. Su nuevo puesto es puramente protocolario, pero dice mucho de lo duradero del poder de Irán en Irak y de la convergencia de intereses estadounidenses e iraníes en la región en un futuro cercano. La cuestión es si el regreso de Maliki influirá también en el futuro de Siria.
Así pues, parece que Estados Unidos necesitará que sus aliados regionales (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Jordania) actúen como socios principales de la coalición, pero no resultará fácil si a estos Estados no se les dan garantías sobre Siria. ¿Se irá Asad? ¿Cómo se tratará el tema del papel y los intereses de Irán en Siria? ¿Qué supondrá la implicación estadounidense posterior a la fase del Estado Islámico? Todas estas son cuestiones a las que tendrán que contestar los norteamericanos antes de lanzar un ataque serio contra el EI. Estos aliados no entrarán en una guerra si creen que ésta sirve a los intereses de Asad y de Irán
También resultará muy  difícil convencer a las tribus y comunidades suníes de Irak y Siria para que combatan al Estado Islámico y destruyan sus apoyos si da la impresión de que Irán es un socio de Estados Unidos. Si no se responde a estas inquietudes de los suníes y se ignoran los intereses de Irán, ello no hará sino provocar más resentimiento, miedo e ira por parte suní. Esa ira le allanaría el camino a otro Estado Islámico y perpetuaría el círculo vicioso.
El Estado Islámico se ha visto fortalecido porque muchos suníes sirios e iraquíes decidieron actuar tras años de ser ignorados. El grupo ha avivado su más profunda rabia, y la única forma de evitar nuevas oleadas de extremismo suní es apaciguar las fuentes de esa rabia.
Si Obama sigue adelante sin ocuparse de estas cuestiones, otra guerra no será sino una nueva pérdida de tiempo, de vidas y de recursos. En este punto, aumentar las sanciones contra Teherán e ignorar sus esfuerzos por unirse a la guerra contra el terrorismo no bastan, porque los líderes militares iraníes se unirán a la guerra estén invitados o no, y en esta región lo que cuentan son las apariencias, no la realidad.

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