martes, 23 de febrero de 2016

Sobre deshielos, elecciones en Irán y abismos de guerra. Por Marcelo Cantelmi

Lo peor de los abismos posiblemente emerge no solo cuando los oculta la niebla sino cuando se aclaran y se advierte el peligro que esconden. En el amplio espacio del Cercano Oriente con foco en Siria, tanto por aquella circunstancia como por esta condición el abismo esta ya demasiado presente.
La exhibición de dientes que está experimentando todo ese espacio perfila con claridad los bandos que se alistan para una confrontación que para muchos ya huele a inevitable.
Es en ese contexto que se instalan las dos elecciones de alto valor estratégico que se celebrarán en Irán el próximo viernes. Vale recordar que el iraní y el cubano configuran los deshielos más extraordinarios de esta etapa que, en el caso de La Habana, se enriquecerá con la visita histórica que Barack Obama hará a la isla el mes próximo. En la nación persa, del mismo modo, una victoria del actual régimen moderado significará la repotenciación de este jugador pero también de las furias regionales que extrañan la articulación que les brindaba la inclemencia fundamentalista del anterior liderazgo persa. Era más fácil contener a un régimen aislado que a otro que busca y halló el paraguas internacional.
Ese cambio impactó en toda la estructura geopolítica y puso en cuestión la alianza histórica de EE.UU. con Arabia Saudita y los aliados norteamericanos de ese espacio, incluyendo a Israel. Unos de estos comicios están llamados a elegir un nuevo Parlamento, el Majlis, de 290 bancas, el décimo legislativo desde la instauración de la revolución islámica en 1979. El presidente Hassan Rohani que llegó al poder sorpresivamente en 2013 en primera vuelta y con amplio apoyo de la juventud, espera que, a partir de los nuevos vientos económicos que soplan por el acercamiento a Occidente, pueda ganar espacio en esa estructura dominada aun por los conservadores. Es un avance vital, el Parlamento legisla cuestiones centrales como el presupuesto nacional especialmente clave con el levantamiento de las sanciones.
Una primera observación indicaría que no es un objetivo sencillo, atento a la enorme cantidad de candidatos moderados, cerca de 60%, que fueron vetados por el Consejo de los Guardianes. Ese cuerpo de 12 miembros, con esas manipulaciones grotescas, controla los caminos del poder en Irán. Pero, así como fallaron en 2013 no es claro que puedan triunfar totalmente ahora.
Irán es una estructura política muy compleja con una democracia tutelada, es cierto, pero las cosas no suelen resultar tan lineales como indicarían esos rigores. Los moderados se han fatigado con fuertes campañas en todo el país. Muchos candidatos rechazados apelaron y lograron revertir el fallo. Y además, los aperturistas tienen a su favor que reflejan las demandas de una población agobiada por las urgencias económicas y una narrativa religiosa asfixiante. Se espera un aluvión de votantes y hay un gran sentido de optimismo en el país, le dice a CNN Abdel Ghafar un experto del Brookings Doha Center.
La otra elección simultánea es para la integración de la Asamblea de Expertos de 86 miembros que es el cuerpo que designa al líder supremo, hoy el Ayatollah Ali Khamenei un septuagenario conservador, de distante relación con Rohani, y de quien se sostiene que está enfermo. En el sistema iraní la tutela de la democracia se da desde ese vértice con poder de veto total. Su influencia se sostiene, además, en un relato esotérico de infalibilidad por el supuesto de que el Líder Supremo mantiene dialogo directo con el Mahdi, el imán duodécimo, quien permanece oculto desde el año 874 y que volverá para el juicio final.
La importancia de esas elecciones es que determinarán los alcances de ese deshielo diplomático y económico que experimenta la potencia persa. Los conservadores están atrapados en su contradicción, quieren el dinero en inversiones que implica el proceso aperturista, pero consideran excesivo y antipatriótico el costo del congelamiento del plan nuclear iraní que Rohani llevó adelante sin prejuicios nacionalistas. Un vector central de esas mutaciones es la amplificación del poder de Irán en la región y en su patio trasero, esencialmente Siria y su determinante alianza con Rusia que EE.UU. pretende esterilizar.
Después de cinco años ý por la intervención a fines del año pasado del Kremlin, la guerra en ese país árabe se ha volcado hacia el régimen de Bashar Al Assad, un protegido de Teherán y también jugó a favor de las fuerzas nacionalistas kurdas del norte del país. El último suceso de alto impacto fue el avance de las tropas de Damasco sobre Aleppo, la segunda ciudad del país y, en simultáneo, la virtual desarticulación del corredor que desde la frontera turca proveía logística a las fuerzas rebeldes ultraislámicas, entre ellas directa o indirectamente, la banda terrorista ISIS.
La doble certeza de una victoria de Assad que sería de Irán y de Rusia, y el eventual fortalecimiento en estos comicios de Rohani y de sus vínculos con Occidente, sacudieron el tablero militar. Arabia Saudita que libra una guerra fría de poder con el régimen de Teherán, enmascarada en un duelo religioso, movió una cuadrilla de sus aviones a la base aérea turca de Incirlik. Y comenzó a hablarse en todas estas capitales de una eventual operación de tierra con tropas de Qatar, sauditas y apoyo turco con el argumento a la carta de combatir al terrorismo del ISIS.
Rusia, que instaló en Siria sus poderosas misileras S-400 como advertencia directa a Turquía, propuso un alto el fuego con la intención de detener ese ataque multinacional cuyo verdadero propósito es impedir la victoria de Damasco es decir, insistamos, de Irán. Desde la visión turca, además, aplastar a los grupos nacionalistas kurdos, que han sido, paradójicamente, los más efectivos combatientes contra el ISIS. En esa línea los roces y cruces de acusaciones entre Ankara y Moscú no han hecho más que escalar a un punto crítico desde que en noviembre las antiaereas turcas derribaron un jet ruso. La apuesta norteamericana a que la operación de Vladimir Putin en Siria acabaria en una pesadilla para el Kremlin se ha ido alejando. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan, miembro relevante de la OTAN, y que nunca creyó en esa apuesta, no parece dispuesto a aceptar, a cualquier precio, el nuevo status quo. Por eso las negociaciones sobre Siria estan bloqueadas y se diluyeron ayer las posibilidades de un alto el fuego consistente.
El nivel de riesgo de este abismo lo acaban de precisar rusos y norteamericanos sin mayores ambigüedades. El premier Dmitri Medvedev advirtió al Handelsblatt de Alemania que EE.UU. y sus socios árabes deberían meditar sobre este tipo de acciones. “¿Buscan una guerra permanente, otra guerra mundial?” se preguntó.
Cualquier acción sobre Siria chocará inevitablemente y en todo sentido con el despliegue militar y aéreo de Moscú en el terreno. Ese riesgo imposibilita imponer un area libre de vuelos por parte de los enemigos de Damasco, porque las otras partes no la aceptarian y configuraría un caso bélico. En ese sentido vino la reacción de la Casa Blanca, impotente para dar vuelta las cosas. El canciller John Kerry afirmó al Washington Post que observan “seriamente” a rusos e iraníes. “Y si ellos no son serios –es decir no retroceden- entonces se considerará un plan B”. Ese Plan B no es otra cosa que el ataque terrestre, con las consecuencias de internacionalización evidentes. El abismo.
Fuente: Clarin.com – Por Marcelo Cantelmi

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