domingo, 1 de junio de 2008

Carta al infierno

Tzvi Meiri 27 - 04 - 08
Para el oficial de la S.S., comandante del campo de exterminio Aushwitz:
Finalmente llegó el momento que sepa estas cosas de mi parte, preso número 17724 de Aushwitz:
Fui yo quien fue traído aquí con mi familia como bestias, en un vagón de animales, en condiciones que no pueden ser descriptas durante dos noches y dos días hacia su campo, sin que nos den agua o podamos bajar para hacer nuestras necesidades durante todo el camino. Ni sentarse se podía, organizamos turnos para que alguien pueda sentarse de vez en cuando.
Fui yo quien fue arrastrado brutalmente de los vagones. Al llegar a ese lugar horroroso, en el cual me despedí de mi familia, y a la que en su mayoría no volví a ver con vida. Fui obligado a desnudarme, fui llevado a golpes dentro de una manada de gente totalmente humillada!, al igual que yo, a la selección.
Fui seleccionado a seguir viviendo, por el momento, y a sufrir. Pero fue algo temporario, hasta agotar mi última gota de vida.
Soy yo quien fue vestido con un pijama finito a rayas y dos zuecos de madera para pierna izquierda, me tatuaron un número y me tiraron junto con todos a una jaula enorme llamada el campo de los gitanos.
Soy yo, quien fue humillado de todas las maneras posibles, me hicieron pasar hambre sin límite y me dieron un puré de remolacha de bestias en una olla no lavanda que sacaron de las cosas que robaron de los judíos. Junto con nueve prisioneros más, esperamos para tomar o comerlo sin una cuchara o tenedor en una cola mientras cada uno fijaba su mirada hambrienta en su compañero para ver cuanto comía.
Soy yo, quien recibió quince golpes con un cable grueso de electricidad cuando intenté sacar la cáscara de una papa de la basura de la cocina del S.S.
Soy yo quien trabajó como un esclavo dieciséis horas en una mina de sal por las cuales recibí 160 gramos de pan y medio litro de agua por día.
Salté, corrí y me tiré al piso según la orden y la locura del oficial de turno quien seleccionaba la vida o la muerte de vez en cuando. La regla para la vida era la distancia del salto y la velocidad de la corrida. Y a pesar de todo yo viví y no me morí, a pesar de que más de una vez, tuve la idea de acabar con la lucha y ponerle a esto un fin.
Y aquí, ahora, una parte de un artículo del diario que apareció esta semana en Israel: 'miembros de una delegación de cincuenta personas, jóvenes del movimiento kibutziano, pusieron flores e izaron la bandera israelí, finalizando el acto leyeron Kadish y cantaron Hatikva'
¿Sabe dónde? En Aushwit
Quería que sepa que una de las participantes de esta delegación es mi nieta, nieta de un ex preso de Aushwitz.
Pasaron 42 años, en los cuales no pude no martirizarme y pensar: ¿cómo fue que no me revelé?, me avergoncé frente a mis hijos y casi no les conté nada sobre mi experiencia allí, en ese otro planeta, porque me sentí llevado como oveja al matadero.
Y de repente mis nietos (todos unos sabras, ¿sabe?) me ayudaron a comprender. Yo sí me revelé, sí luche contra ustedes, porque ustedes me querían ver allí muerto y derramar mi ceniza junto a las cenizas de muchos más, en los campos de Aushwitz. Pero yo no me rendí frente a ustedes, y ahora hay continuidad y un futuro.
Mi nieta pasó los odiados portones de Aushwitz, erguida y orgullosa, participante de una delegación israelí, bajo la bandera de Israel.
Y allí, en el valle de la muerte cantó Hatikva,
el himno del Estado de Israel.
Y así es que no fui como oveja al matadero, sino que luché, me revelé y seguí adelante.
Así es como en una guerra entre nosotros, fui yo el que gané
. El símbolo de mi triunfo, es mi nieta.Firmado por:
El abuelo de Segit, integrante de la delegación israelí.

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