Mucho se habla y escribe sobre el Holocausto, lo cual es bueno porque
permite no olvidar la tragedia y porque enseña a las nuevas generaciones que
sólo recordando el pasado podremos evitar que lo peor de él se repita. Sin
embargo, por lo general, cuando nos referimos a la Shoá tendemos a asociarla
exclusivamente a las imagenes de las víctimas, a los campos de exterminio y
a las ejecuciones masivas. Solemos olvidar el lado luminoso de la desgracia:
aquel protagonizado por decenas de miles de personas que ayudaron a muchos
judíos y otros perseguidos por el nazismo a eludir una muerte segura.
La Fundación Raoul Wallenberg, una ONG creada en Argentina, tiene como
misión promover, a través de emprendimientos educativos y de divulgación
masiva, las acciones de los salvadores del holocausto que tuvieron como ejes
éticos los valores de la solidaridad y el coraje cívico.
Pero no es posible encontrar salvadores si los salvados no cuentan sus
historias. Este es un obstáculo con el cual reiteradamente tropezamos en la
organización. Ejemplo: recientemente localizamos sobrevivientes en Israel,
Argentina, Hungría y Francia. A pesar de nuestros esfuerzos ninguno de ellos
quiso relatar las historias de sus salvadores porque, dijeron, les resultaba
demasiado doloroso.
Nunca podremos sentir ni entender el dolor de quienes experimentaron en
carne propia vivencias tan extremas como atroces, al punto que, en muchos
casos, las circunstancias de las tenebrosas peripecias vividas no han sido
transmitidas siquiera a los familiares más cercanos de las víctimas.
Sin embargo, ¿no es acaso un deber de las personas que fueron salvadas de la
muerte durante el Holocausto identificar a quienes tendieron una mano
solidaria, aún a pesar del trauma que los recuerdos puedan provocar? Las
personas que lograron sobrevivir al Holocausto gracias al auxilio prestado
por quienes en algunos casos arriesgaron hasta sus vidas ¿no deberían sentir
como una exigencia imperativa contar lo sucedido para que la historia se
nutra con más ejemplos de coraje que sirvan como modelos de conducta, en el
presente y en el futuro? ¿No debieron los salvadores sobreponerse al pánico
paralizante cuando actuaban contra normas de hierro ejecutadas
diligentemente por los nazis y sus aliados, en algunos casos aún más
sanguinarios que los secuaces directos de Adolf Hitler?
Creemos que la libertad de la que disponen los sobrevivientes para hablar o
para callar es la libertad que obtuvieron gracias a la ayuda prestada por
quienes los salvaron. ¿Tienen derecho a guardar silencio? ¿No gozan acaso de
la facultad de elegir gracias a la persona que los salvó?
Consideramos que los sobrevivientes que fueron salvados tienen la obligación
moral de contar sus historias antes de que sea demasiado tarde, a pesar del
sufrimiento que pueda producir recordar experiencias torturantes que
tuvieron lugar hace casi setenta años.
*Baruj Tenembaum es el fundador de la Fundación Raoul Wallenberg
www.raoulwallenberg.net
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