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Perasha Jukat
BS"D
EL ENEMIGO NÚMERO UNO DE LA PERSONA,
ESTÁ DENTRO DE LA MISMA PERSONA
“Por eso dicen los proverbiantes: ¡Venid a Jeshbón! ¡Que se construya y se edifique la ciudad de (el reino de) Sijón! (Bamidbar XXI 53). Este pasuk de la perasha alude a que los poetas de la época llamaban a reedificar la antigua ciudad de Jeshbón (del reino de Sijón). Y este tema fue traído por la Torá en virtud de la batalla que libró Moshe con su emperador.
Es sabido que nuestros Jajamim (sabio) suelen hacer paralelismos con las palabras hebreas de los versículos de la Torá, relacionándolas con otras de parecida fonética, aunque se alejen de su literalidad En la Guemará (Baba Batra 78-2) se plantea el caso de que el pasuk citado al principio resultaría redundante, de no ser porque fue escrito para legarnos una enseñanza (ver Rash”i). Dice Ribi Shemuel Bar Najmaní en nombre de Ribi Ionatán: “La palabra `Moshelim´, se puede traducir como proverbiantes y también como `vencedores. Y la palabra `Jeshbón´se interpreta como el nombre de la ciudad y también como `hacer cuentas. Del pasuk de la perasha Jukat se puede obtener el siguiente mensaje: `Por eso dicen los vencedores (los hombres justos que dominan sus instintos): ¡Venid a hacer cuentas sobre la vida de este mundo! Veremos que lo que se pierde materialmente al realizar una Mitzvá (una buena acción) es compensado con el pago que se recibe con el Mundo Venidero, y lo que se gana materialmente cometiendo un pecado, se pierde en relación a lo que se deja de ganar en el Mundo Venidero (Rash”i ídem anterior)´. Si así reflexionas, construirás tu vida en este mundo, y edificaras tu futuro en el Mundo Venidero”.
Hay quienes se dejan llevar su instinto y se alejan de la senda correcta. Ese instinto, innato de la persona, es la inclinación a perseguir satisfacciones corporales; físicas; materiales; terrenales. Esta inclinación le permite sobrevivir a los seres irracionales. Pero en lo humano, generalmente es perjudicial, pues la esencia humana es espiritual, y el objetivo del ser humano es perfeccionarse y superarse espiritualmente, mientras el instinto tiende a aleja a la persona de dicho objetivo. La Torá personificó a ese instinto como un ángel que permanentemente tarta de hacer caer al Iehudi en las redes del mal, llamándolo Iétzer Hará (instinto malo).
¿Cual es el método que utiliza el Iétzer Hará para hacer tropezar al hombre? Trata de convencerlo con argumentos atractivos, y éste se deja llevar por las exageraciones o las falsedades. Por lo tanto, es un deber de todo Iehudi emplear una “estrategia de guerra” para conocer las malas artes de su enemigo, y luego vencerlo.
Hay que cuidarse mucho de sus mañas. Pues a veces el Iétzer Hará: induce al Iehudi a que cumpla una pequeña Mitzvá para después atraparlo en un gigantesco pecado. Es como un cazador de aves, que pone en su trampa una pequeña porción de comida para atraer al pájaro. ¿Acaso el cazador lo hace para alimentarle, como preocupándose por su hambre?
¡Claro que no! Lo único que pretende es atraparlo. Igual es el Iétzer Hará: Le hace, creer a la persona que aquella acción es una Mitzvá, para que cuando la realice caiga en otras tentaciones de las cuales luego no se va a poder librar.
Para entender mejor el concepto, observemos la parábola siguiente: Un empresario le ordena a su gerente que, de ninguna manera, y bajo ninguna circunstancia, se quite el saco dentro los límites de la empresa. El gerente, obediente y fiel de su patrón, permanece en su trabajo todo el tiempo con el saco puesto. Un día llega a la empresa un hombre que le dice al gerente:
¿Sabe una cosa? Todo el mundo murmura que usted no es la persona indicada para trabajar en este lugar tan distinguido.
¿Por qué dice eso? - pregunta el gerente.
- Porque jamás lo vieron sin saco. Seguramente no se lava muy seguido sus camisas, o quizás las tiene descosidas.
- No es eso. Lo que pasa es que...
Cualquier pretexto que me ponga no me convencerá – le interrumpió
el hombre. Y agregó: - Haremos lo siguiente: Si usted me muestra que su camisa está en condiciones, le daré cien mil pesos de regalo a la empresa.
El gerente se quedó pensando un instante, y luego tomó la decisión: Aceptó la apuesta y se quitó el saco.
- ¿Ya ve? - le dilo al hombre -Mi camisa está sana y limpia. Pague usted esos cien mil pesos.
El hombre pagó sin chistar, y el gerente lo primero que hizo fue llevarle el dinero al dueño de la empresa. Mientras se lo estaba entregando, exclamó orgulloso:
- Jefe: le hice ganar cien mil pesos a la empresa. Mire…
El empresario estalló en un grito:
- insensato! ¿No le dije mil veces que jamás se quitara el saco..?
- Ppp... pero jefe - balbucía el gerente con cara de espanto – Lo hice para que gane cien mil pesos... Eee.. es un buena suma, ¿no?
- ¡Cállese la boca! Su desobediencia me hizo perder mucho más. ¡Le aposté un millón de pesos a ese señor, a ver si le hacia quitar el saco a usted...!
De esta manera trabaja el Iétzer Hará: Trata de inducir al Iehudi que cumpla una Mitzvá pequeña, cuya recompensa es mínima, orillándolo a cometer uno o varios pecados. Al final, el pago recibido por la Mitzvá, se desdibuja totalmente frente al castigo que merecerá debido a las graves faltas en las que se incurrió. Y en realidad, toda la intención del Iétzer Hará, no es sólo hacerle perder a la persona su espiritualidad, sino también su materialidad, pues las satisfacciones de aquéllos que se dejan llevar por sus instintos, son efímeras; a veces falsas. Por eso al Iétzer Hará se le llama "malo" (Iétzer Hará, como lo hemos mencionado, significa "Instinto Malo"): Porque desde que la persona viene a este mundo, pretende hacerle perder tanto el mundo terrenal como el Mundo Venidero. Por consiguiente, es necesario estar siempre atento y no caer en las trampas que nos tiende.
Rabí Simja Zísel, el Saba MiKélem, llamó una vez a su hijo y le dijo:
"Ven. Te voy a mostrar cómo actúa el Iétzer Hará". Era el momento de la
entrada del Shabat, y el Rab llevó a su hijo a la ventana del Bet Hakenéset
Central. "¿Ves cómo juegan esos niños pequeños?", le decía mientras
señalaba a través del vidrio. "Así juegan muchos adultos en este mundo. La
única diferencia está en el objeto con el que juegan los chicos y los grandes.
Cuando pasa el tiempo, la persona cambia el juguete por otra cosa, pero
sigue jugando. El Iétzer Hará es el mismo, tanto en los pequeños como en
los adultos. Toda vez que el hombre no se percate que el Iétzer Hará está
jugando con él, y aún sigue sometido a sus deseos e inclinaciones instintivas, seguirá siendo tan niño como en los primeros años de su vida".
"Por eso", continuaba aconsejándole a su hijo el Saba Mikélem, “la única forma de librarse del Iétzer Hará es como nos aconsejaron Nuestros
Jajamim (Sabios) con la frase: '¡Hagamos cuentas!´. Si tú piensas detenida-
mente que lo que se pierde con una Mitzvá se gana ampliamente mediante
su pago, y lo que se gana con un pecado se pierde con sus consecuencias,
lograrás construir tu vida en este mundo, y edificar tu futuro en el Mundo
Venidero..."
(Darké Musar – Jukat)
(“HAMAOR”; Tomo 2; Kolel MAOR ABRAHAM-KÉTER TORÁ; Ediciones HAMAOR-MÉXICO;
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