lunes, 21 de enero de 2013
Analicemos Turquía sinceramente
Morsi y Erdoğán, iguales intenciones
La carta del menú de mi vuelo de Turkish Airlines a principios de este mes aseguraba al pasaje que la selección de platos "no contiene cerdo". La carta también ofrece una cuidada selección de bebidas alcohólicas, que incluye champán, whisky, gin, vodka, rakı, vino, cerveza, licores y cognac. La rareza de respetar y saltarse simultáneamente la ley islámica, la shari'a, plasma el complejo papel público exclusivo del islam en la Turquía actual, en la misma medida que el reto de entender al Partido Justicia y Desarrollo (conocido por su acrónimo en turco, AKP) que lleva dominando el gobierno nacional del país desde el año 2002.
El debate político acerca de Turquía tiende a centrarse en torno a la cuestión de si el AKP es islamista o no es islamista: En el año 2007, por ejemplo, yo planteaba "¿cuáles son las intenciones de la cúpula del AKP? ¿Tiene... un programa islamista secreto y simplemente ha aprendido a disfrazar sus objetivos islamistas? ¿O ha renunciado realmente a esos objetivos y acepta el secularismo?"
Durante las recientes conversaciones celebradas en Estambul, descubrí que los turcos de múltiples orientaciones han alcanzado un consenso en torno al Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğán: sus aspiraciones islámicas no les preocupan tanto como sus tendencias dictatoriales y su orientación nacionalista.
Implantar íntegramente la shari'a, dicen, no es un objetivo factible en Turquía a causa de la naturaleza secular y democrática del país, algo que lo distingue de los demás países de mayoría musulmana (a excepción de Albania, Kosovo y Kirguistán). Aceptando esta realidad, el AKP obtiene un apoyo electoral en permanente crecimiento a base de coaccionar de forma sutil a la población para que sea más casta, tradicional, piadosa, religiosa, conservadora y moral. Por esto, alienta el ayuno durante el ramadán y la modestia femenina, desalienta el consumo de alcohol, trata de penalizar el adulterio, procesó a un artista anti islamista, elevó la cifra de escuelas religiosas, añadió el islam al plan de estudios de las escuelas públicas e introdujo preguntas acerca del islam en los exámenes de acceso a la universidad. En términos de Turkish Airlines, el cerdo ya ha desaparecido y es cuestión de tiempo que también el alcohol lo haga.
La práctica islámica, no la ley islámica, es el objetivo, me dicen mis interlocutores. La amputación de las manos, el burqa, la esclavitud o la yihad no se contemplan, y todavía menos tras el crecimiento económico de la última década que dio protagonismo a una clase media de orientación islámica que rechaza el islam de corte saudí. Uno de los líderes de la oposición destacaba que cinco distritos de Estambul "parecen Afganistán", pero son la excepción. Escuché que el AKP pretende invertir la anti-religiosidad del estado de Atatürk sin minar ese estado, aspirando a crear un orden post-Atatürk más que un orden anti-Atatürk. Se pretende, por ejemplo, dominar el sistema jurídico en vigor en lugar de crear un sistema islámico de justicia. El columnista Mustafá Akyol llega incluso a sostener que el AKP no intenta abolir el secularismo, sino que "sostiene una interpretación más liberal del secularismo". El AKP, se dice, emula al estado otomano de 623 años atrás al que Atatürk puso punto y final en 1922, admirando tanto su orientación islámica como su dominio de los Balcanes y de Oriente Próximo
Esta orientación neo-otomana puede advertirse en las aspiraciones del primer ministro de hacer las veces de califa oficioso, a través de su cambio de énfasis de Europa en favor de Oriente Próximo (donde es el improbable héroe de la calle árabe) y su oferta de la fórmula política y económica del AKP a otros países musulmanes, Egipto en particular. (Erdoğán defendió el secularismo a ultranza durante una visita, para decepción de la Hermandad Musulmana, y se muestra sorprendido ante la imposición por parte de Mohamed Morsi de la shari'a a los egipcios). Además, Ankara ayuda al régimen iraní a evitar las sanciones, patrocina a la oposición sunita al sirio Bashar al-Assad, abrió un conflicto ruidoso y gratuito con Israel, amenaza a Chipre con la excusa de las reservas marinas de gas y llegó a intervenir en el proceso a un líder islamista de Bangladesh.
Habiendo marginado al "estado tradicional", al cuerpo de oficiales del ejército en especial, a mediados de 2011, el AKP adopta un matiz cada vez más autoritario, hasta el extremo que muchos turcos temen a la dictadura más que a la islamización. Ven a un Erdoğán "ebrio de poder" que encarcela a opositores apoyándose en teorías conspirativas y pinchazos telefónicos, que monta espectáculos judiciales, que amenaza con censurar una telenovela, que aspira a imponer su gusto personal al país, que fomenta el antisemitismo, que censura la crítica política, que justifica el uso de la fuerza contra los estudiantes que se manifiestan, que manipula a las empresas de comunicación, que presiona al estamento judicial y que se burla del concepto de separación de poderes. El columnista Burak Bekdil se burla de él como "el ingeniero social electo jefe de Turquía". De forma más siniestra, otros le consideran la versión turca de Vladimir Putin, un arrogante semi-demócrata que permanece décadas en el poder.
Liberado de la supervisión de los militares apenas a mediados de 2011, considero probable que Erdoğán se haga con los poderes dictatoriales suficientes en su persona (o en un sucesor) para alcanzar su sueño e implantar integralmente la shari'a.
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