domingo, 2 de junio de 2013
Milim Cultural Por Alicia Benmergui Los judíos de Sosúa en la República Dominicana
Este reporte periodistico, reseña la llegada a la comunidad de Sosua en Puerto Plata (Rep. Dominicana) de 645 Judios acogídos por el gobierno de la República Dominicana.
Esta acción (1940-1945). en ella se puede observar la llegada a Sosua, las instalaciones habitaciones dispuestas para ellos y su integración a las labores productivas y sociales de la Comunidad. Al final, se puede observar una escena de la confección del que luego fuera el famoso queso Sosua.
Sosúa es una tranquila y pequeña ciudad situada en la costa norte de la República Dominicana, a 27 km. de la capital regional, Puerto Plata.
Como otros centros de esta isla caribeña, Sosúa vive especialmente del turismo, gracias a su posición entre las playas bañadas por el Atlántico y sus verdes colinas.Pero muy pocos de los que pasan sus vacaciones en Sosúa conocen la historia de la ciudad y mucho menos como y porque fue fundada. Para testimoniar esa historia quedan hoy una pequeña sinagoga y sobre todo un Museo Judío lleno de fotografías en blanco y negro de pioneros judíos.
Es una historia de esperanza y de coraje, que comienza en Europa en los años Treinta del siglo pasado.
El mundo de esa época se presentaba dividido en dos partes: los países que expulsaban a los judíos y los países que se rehusaban a recibirlos (o que lo hacían por cuenta gotas).En ese contexto en julio de 1938, el presidente norteamericano Roosevelt convocó en la ciudad francesa de Evian les Bains a una conferencia internacional en la que participaron entre otros USA, Australia, numerosas naciones europeas y algunas latinoamericanas. El tema de la conferencia: «La organización de la emigración y el reasentamiento de refugiados políticos y de las personas perseguidas por razones raciales o religiosas». La Conferencia de Evian (a las cuales, por otra parte, las organizaciones de perseguidos fueron tardíamente invitados y solo en calidad de observadores) se concluye con muchas bellas declaraciones de principios, ninguna condena hacia la Alemania nazi y casi ningún resultado concreto. Fueron poquísimos los países que se mostraron listos para favorecer la emigración y la reinstalación de los perseguidos; entre aquellos poquísimos estuvo la República Dominicana, que se declaró lista para recibir cien mil personas.
Una historia
Las organizaciones judías norteamericanas se dedicaron entonces a crear un organismo que se ocupase de resolver los problemas concretos de los traslados de los refugiados a la República Dominicana. Esa organización fue llamada “Dorsa”: Dominican Republic Settlement Association. La Dorsa negoció con el gobierno dominicano un acuerdo donde la República Dominicana garantizaba sustancialmente a estos expatriados tres cosas: 1) procedimientos rápidos para la emigración 2) libertades y derechos iguales en todos los niveles de la vida civil; 3) exenciones de los impuestos para los residentes.Por su parte la Dorsa se hizo cargo de tres cuestiones: 1) la elección de las personas que emigrarían; 2) el costo de su trasferencia; 3) la adquisición de las tierras necesarias para la reinstalación.
La elección de nuevas tierras para los refugiados recae sobre una región casi deshabitada sobre la costa atlántica de la República Dominicana. Así en 1940 con la llegada de los primeros pioneros judíos – casi todos alemanes y austríacos – nace el pueblo de Sosúa. Sin embargo por los enormes problemas políticos y burocráticos opuestos a la emigración de sus países de origen o de los países de tránsito produjeron un resultado limitado: en 1942 vivían en Sosúa poco menos de 600 judíos. Es necesario recordar sin embargo que en el mismo período la República Dominicana había provisto de 5.000 visas a los judíos que necesitaban huir de Europa para salvar su vida. Por lo tanto, aunque la mayoría de esos refugiados no se quedó y eligió trasladarse a otros lugares, esas visas salvaron a 5.000 visas.
*Colonizadores de Sosúa*
Las naves de refugiados llegaron a Sosúa desde Alemania en pequeñas oleadas sucesivas; la última llegó luego, después de la guerra, en 1947, pero esa estaba constituida por los judíos de la comunidad de Shangai. La edad de la mayoría de los habitantes de Sosúa era de 25 años. La inspiración prevaleciente era socialista: los colonos comenzaron su instalación en el lugar basándose sobre el modelo kibutziano y lo abandonaron solo más tarde para dar vida a empresas industriales en el sector lácteo y en el de la carne, empresas que constituyen hoy una voz importante en la economía de la ciudad.
En la época de su fundación sin embargo Sosúa no estaba conectada al territorio nacional por ninguna calle asfaltada y así permaneció hasta1980. Por años estos colonos vivieron en una suerte de enclave tropical semi aislado del mundo. Con coraje procedieron a construir casas, una escuela, un hospital, una sinagoga, una biblioteca, un teatro, un banco y luego fundaron un diario.
Sosúa atrajo a otros habitantes de la zona y se convirtió en una ciudad. Hoy en las vecindades surge un aeropuerto al que llegan millares de turistas que ignoran la historia de la ciudad. La comunidad de Sosúa cuenta ahora con pocas decenas de personas, dirigidas por un señor llamado Herman Strauss; algunos jóvenes hicieron Aliá y otros se fueron a los Estados Unidos. La memoria de los fundadores judíos de la ciudad permanece sin embargo en los nombres de algunas calles del centro, y en el nombre de la vieja escuela, que es el del primer director.
La preservación de 60 años de archivos
Hace muchos años, el Sosúa Jewish Museum rescató una gran cantidad de materiales relacionados con los primeros años de la comunidad de Sosúa; los documentos se habían abandonado a merced de la humedad, los insectos, el moho y otras indignidades. Pero recién en 2004, cuando el senador de Nueva York Eric Schneiderman y Vivien Weissman del American Jewish Congress se dirigieron al Museum of Jewish Heritage – A Living Memorial to the Holocaust con la idea de realizar una exhibición junto al Sosúa Jewish Museum, los materiales recibieron la atención que requerían. Antes de que los materiales pudieran examinarse para ser incluidos en la exhibición o utilizados para investigaciones, era necesario ordenarlos, limpiarlos y clasificarlos.
Luego de investigar el estado de los archivos, el Museum of Jewish Heritage dispuso que un conservador de documentos visitara el Sosúa Jewish Museum y que luego un archivista limpiara y ordenara los materiales. El resultado transformó los contenedores de archivos. Todo el material se examinó, evaluó y reorganizó en grupos lógicos. Luego se lo guardó nuevamente en contenedores especiales libres de ácido y de fácil conservación que se habían enviado a Sosúa desde Estados Unidos, y se los ordenó sistemáticamente en estantes de acero en el espacio reconfigurado, que se había limpiado y sellado mejor.
Por último, se creó un mecanismo para facilitar la búsqueda de los archivos, que describía los nuevos grupos de materiales, el contenido de cada grupo y la cantidad de documentos diversos de cada grupo. Ahora el material estaba listo para ser utilizado en futuras investigaciones y en la exhibición.