martes, 24 de marzo de 2015

El Yemen se desmorona

Publicado: 24/03/2015 de Edwin en TERRORISMO ISLAMICOYEMÉN
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Vista de Sana, capital del Yemen
El pasado viernes, terroristas suicidas asesinaron al menos a 137 personas e hirieron a más de 350 en dos mezquitas de Saná, la capital del Yemen. Al día siguiente, Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) se hizo con el control de la ciudad de Al Huta, y el domingo el movimiento rebelde huzi, respaldado por Irán, conquistó varios sectores de Taiz, la tercera ciudad del país. En la ciudad costera de Adén diversas milicias rivales combaten por el control de su aeropuerto internacional, y el Gobierno estadounidense acaba de anunciar que sus tropas estánevacuando la base aérea de Al Anad.
El Estado Islámico ha reivindicado los atentados de Saná. Así, ha declarado:
Los infieles huzis deben saber que los soldados del Estado Islámico no descansarán hasta erradicarlos y cercenar el brazo del plan safávida [iraní] en el Yemen.
Al Qaeda tiene una presencia mucho mayor en el Yemen, así que la reivindicación del EI resulta algo dudosa, pero sí que es cierto que está creciendo en el país y que su actitud respecto a los chiíes es más sanguinaria (más expresamente genocida, como demuestra la cita anterior) que la de Al Qaeda.
Independientemente de quién haya cometido la última tanda de atrocidades, en el Yemen las cosas se van a poner muchísimo peor. La tempestad de odio sectario que se abate sobre la región lleva ganando fuerza año tras año desde hace más de una década, y a comienzos de 2015 ya conmocionó el país, cuando los huzis (chiíes) se hicieron con el control de la capital y enviaron al presidente suní, Abd Rabuh Mansur Hadi, a un semiexilio en Adén.
Los huzis consideran que su toma de la ciudad y de las instituciones gubernamentales es un paso natural, consecuencia de la revolución de 2011 que depuso al presidente Alí Abdulá Saleh, pero en realidad no es así. Aunque gozan de cierto apoyo al margen de sus bases chiíes, no se puede negar su dimensión sectaria. Los chiíes constituyen al menos la mitad de la población, y la mayoría suní es muy consciente de que las minorías de Oriente Medio son capaces de hacerse con el poder y de ejercerlo despóticamente sobre todos los demás, especialmente si los respalda una mini-superpotencia regional como Irán. Siria lleva décadas gobernada por la minoría alauita, apoyada por la República Islámica, y Sadam Husein se valió de la fuerza bruta para que la minoría suní se hiciera con el poder en Irak.
Aún así, los huzis no tienen prácticamente ninguna posibilidad de controlar todo el país. Suterritorio, por llamarlo así, se reduce a la región noroccidental en torno a la capital. Gobiernos anteriores ya lo intentaron, a duras penas. Yemen del Sur fue un Estado comunista (la denominada República Democrática del Yemen) hasta el colapso de la Unión Soviética, y cuatro años después de unificarse con Yemen del Norte las Fuerzas Armadas de ambas partes se declararon la guerra mutuamente.
Mucho más probable que una completa conquista huzi es una nueva fase de la eterna canibalización yemení, que será más peligrosa porque este conflicto, de por sí local e irrelevante, se ha internacionalizado, con el Estado Islámico, los saudíes e Irán tomando posiciones en una nueva guerra regional librada por peones.
El movimiento huzi toma su nombre de Husein Badredin al Huzi, un líder insurrecto al que mató el anterior Gobierno en 2004. Son chiíes, pero, a diferencia de los chiíes duodecimanos de Irán (que veneran a once imanes y esperan el advenimiento del duodécimo, el oculto), la mayoría de los del Yemen son zaidíes. A Irán no le importa. Desde su punto de vista, mejor unos chiíes heterodoxos como los zaidíes que los suníes, lo que de verdad importa es que los huzis están dispuestos a decir que sí a Teherán, a sus cargamentos de armas y a sus asesores y adiestradores militares de primera fila.
Los vecinos saudíes, por supuesto, respaldan lo que queda del Gobierno de Hadi en Adén. Han sido el principal patrocinador del Yemen desde los años 30 del siglo pasado, y no se van a quedar contemplando de brazos cruzados cómo la revolución islámica iraní es exportada a su patio trasero, como tampoco Estados Unidos habría permitido que Moscú conquistara Canadá durante la Guerra Fría.
El conflicto yemení es a la vez tribal, sectario y político, y se está internacionalizando cada vez más, incluso mientras estados Unidos abandona el país. También resulta algo grotesco. El mes pasado, el presidente Hadi proclamó Adén como nueva capital, aunque nadie, en todo el mundo, ni siquiera sus aliados, la reconoce como tal. Hace unos días un reactor militar huzi procedente de Saná sobrevoló la ciudad y lanzó misiles contra la residencia presidencial.
Estados Unidos tiene pocos amigos y todavía menos influencia, especialmente ahora que todo se está desmoronando, así que Washington se lava las manos y está trayendo de vuelta a todo el mundo. Lo único que cabe desear es que allí haya menos inestabilidad, no tanto porque las reyertas locales yemeníes nos afecten (hasta ahora apenas han tenido efecto fuera del país), sino porque hay peligrosos enemigos que amenazan a Occidente que esperan ampliar su base de operaciones y su capacidad para exportar fechorías por doquier. No olvidemos que la familia de Osama ben Laden es de origen yemení, como también lo era Anuar al Aulaqui, uno de los principales propagandistas de Al Qaeda antes de que el Pentágono lo volatilizara con un misilHellfire en 2011. El fabricante de bombas más letal del mundo opera con la rama yemení de AQ y ha planeado al menos tres atentados contra aviones comerciales. Y ahora que Irán se ha metido en la esfera de influencia de la familia saudí, y que la mayoría suní retrocede, el Estado Islámico y Al Qaeda están logrando ganar aún más terreno.
Consideremos el caso de la ciudad de Rada. Al Qaeda se hizo brevemente con el poder allí en 2012, pero las tribus locales y tropas gubernamentales la expulsaron. Sin ambargo, ahora que los huzis han tomado las riendas en Sana, dichas tribus se han puesto de parte de AQ. La toma de Al Huta hace tres días demuestra que el de Rada no es un caso aislado en absoluto.
Todo esto supone un reflejo de acontecimientos acaecidos en Irak. Las tribus suníes de la provincia de Anbar forjaron un alianza con los soldados y marines estadounidenses frente a Al Qaeda a mediados de la década de 2000, pero tras la retirada estadounidense y con el presidente Nuri al Maliki gobernando el país con mano de hierro como peón de Irán, muchas tribus de Anbar cambiaron sus lealtades y se pasaron al Estado Islámico.
El Yemen bien podría convertirse en el Irak o la Siria (elijan el que gusten) de la Península Arábiga. Llegados a este punto, lo cierto es que lo único que puede hacer Estados Unidos es contemplar horrorizado cómo Oriente Medio sigue arrancándose la pierna a bocados y los malhechores con ambiciones globales prosperan en medio del caos.

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