lunes, 1 de febrero de 2016

Auschwitz 71 años después

COMUNIDADES
TIPO Y TAMAÑO DE LETRA
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Dra. Bejla Rubin - Hambre y estragos, ¿podemos generalizar este par, en el sentido de que el hambre opera para todos por igual? Creo que no, y para ello nos vamos a contextuar en lo acontecido en la Alemania previa al nazismo y durante los doce años del mandato de Hitler.
Sabemos que el hambre hace estragos, no sólo por sus consecuencias en el cuerpo sino que es un mal consejero en cuanto a sostener una condición de vida ética, de poder defender a ultranza los principios morales en los que cada individuo fue educado. Pero no obstante a ello no podemos decir que todo el pueblo alemán sucumbió a los mandatos despóticos de su líder, ni soslayó la mirada en cuanto a la discriminación que ejerció la política y la propaganda nazi en relación al antisemitismo de los judíos de Europa.
Damos por ejemplo el caso de Paul Grüninger, comandante de la policía suiza que fue encontrado culpable por haber salvado a 3.000 judíos austriacos permitiéndoles entrar a ese país desoyendo las leyes que así lo prohibían. Fue destituido de su cargo, muere en la pobreza y después de muerto la justicia suiza lo declara inocente.
A partir de 1923 Alemania entra en un manto oscuro, en una atmósfera ominosa, de desconfianzas y delaciones. Sus habitantes se tornan cautelosos los unos respecto de los otros, desconfiados y delatores efecto del hambre y deciden resignar la libertad a cambio de comida o seguridad. En cuanto a la burguesía, que por acrecentar sus divisas, copula con el mal aceptando todo tipo de negocios que les aseguren la continuidad de su estatus económico inclusive si se trataba de fabricar maquinarias de exterminio en los campos de concentración. Negocios son negocios, sin ningún miramiento ni compasión. Sabemos hoy en día que el nazismo fue solventado gracias a la empresa de acero Krupp, las financieras como la IBM, Siemens, los laboratorios I:G:Farbenindustrie, todos ellos realizaron negocios con el nazismo y colaboraron con la creación de los campos de concentración, y la utilización de mano de obra esclava que ayudó a incrementar sus industrias.
Bajo el irónico portal de bienvenida en todos los campos de concentración de Arbeit macht frei, se explotaba a sus reclusos hasta que la muerte los "hacía libres".
Y en esta empresa de delación y extermino todo el pueblo alemán, salvo honrosas excepciones, fue culpable. Para ello Goebbels, ministro de propaganda, implementó su maliciosa maquinaria de dichos y lemas con el fin de implementar el terror por un lado, y por el otro operar de forma sutil con el lavado de cerebros efecto de la captación para sus filas de niños y niñas a partir de los ocho años.
Y cuando el dogma y la ideología son introducidas a tan temprana edad, sus huellas son profundas y mayores serán sus estragos. Y ésta metodología ha sido muy bien emulada en el presente por
todo régimen totalitario. Los árabes en cuanto a la domesticación ideológica de sus niños, en Latinoamérica con programas pseudo socialistas marcando lemas de igualdad económica y social cuando en verdad los únicos enriquecidos y beneficiados han sido sus dirigentes en desmedro del pueblo a quien han embaucado y negando que hay hambre en su forma más radical.
Lo vimos operar con Chaves, con Perón, lo vemos con Fidel Castro, Maduro y el kirshnerismo, dejando una brecha comunicacional profunda difícil de zanjar y no pudiéndose entablar ningún lazo entre los unos y los otros.
Igmar Bergman, el gran cineasta sueco supo captar muy bien el semillero de la maldad del nazismo en su filme del año 1976, El huevo de la serpiente (Das Schlangenie). Allí muestra cómo la gente por hambre abre sus puertas al nazismo y a los experimentos sobre humanos con la nueva ciencia alemana al servicio de la investigación ofreciéndose cual cobayos de laboratorio, todo ello por un poco de pan.
El Dr. Vergerus en el filme describe el proceso : "toda esta gente no tiene fuerzas, están cansados y humillados pero dentro de diez años los niños de diez y quince tendrán veinte y veinticinco años y son quienes heredarán el odio de sus mayores . Es como el huevo de una serpiente, a través de la fina membrana ya se puede distinguir el reptil perfecto".
Y son los hijos las verdaderas víctimas de estos padres, los que no le perdonaran haber sucumbido al horror nazi y engendrado en ellos como deuda y transmisión un odio inoculado desde la cuna, el haber sido cómplices de esa gran maquinaria de muerte, de haber sido socios del silencio, donde éste con el tiempo se hace cada vez más estruendoso pues clama por la verdad, para que exima a sus hijos de tener que cargar sobre ellos la deuda maldita engendrada por su progenitores, esa marca que le han dejado casi de manera invisible pero duradera.
Este 27 de enero se cumple un año más de la finalización de esa barbarie, y ya suman 71 años. Y tanto para los negadores de la Shoah, como para aquellos que banalizan ese horror con sus argumentos simplistas de " pero ya es pasado, ¿todavía con el mismo tema?", les respondemos que mientras los sobrevivientes que aún quedan nos sigan mostrando su brazo tatuado que no resiste ningún argumento negador, como así mismo viendo que el fascismo y el totalitarismo siguen vigentes en este mundo, podemos decir que la maldad y la discriminación no han sido erradicadas y que el mundo no soporta una nueva guerra mundial con sus campos de concentración bajo la ceguera conveniente de quienes negocian con ella dejando nuevamente que el judío siga siendo el eterno chivo expiatorio de los antisemitas renovados, donde el nuevo lema sería que Israel hace a los palestinos lo que los nazis les hicieron a ellos, argumento de ignorantes, de desinformación, amén de conllevar una gran cuota de una renovada maldad.

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