martes, 23 de febrero de 2016

Investigación israelí permite medir el estrés

El estrés parece ser el destino del hombre moderno, como el congestionamiento de tránsito, las carreras, la crianza de los hijos, la burocracia y la inundación de mensajes por las redes sociales. 
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Dada la omnipresencia de los factores de estrés en nuestras vidas, es sorprendente que la medicina moderna no haya encontrado una forma objetiva fisiológica para medir el fenómeno, hasta dónde afecta a las personas.
Los médicos han tenido que depender de las descripciones subjetivas por parte de sus pacientes y diseñar la terapia para ellos por ensayo y error. Ahora, sin embargo, un nuevo estudio multidisciplinar de la Universidad de Tel Aviv podría revolucionar la atención médica al estrés, vinculándolo directamente con ciertas funciones fisiológicas.
Al tiempo que establece la correlación científica entre el estrés mental y la fisiología, la investigación también se mueve en la dirección del desarrollo potencial de un análisis de sangre para medir cómo las personas se recuperan de situaciones estresantes, y su vulnerabilidad a ellas.
Nuestra capacidad para lidiar con el estrés y recuperarnos de él es diferente. También depende de lo traumáticas que las situaciones sean. Según cómo la gente tenga dificultades para recuperarse de la tensión extrema o prolongada en sus vidas pueden desarrollar el síndrome de estrés postraumático, depresión, o incluso condiciones somáticas (físicas), incluyendo el dolor crónico.
El estudio de la Universidad de Tel Aviv, publicado recientemente en PLoS ONE, se centró en situaciones estresantes más rutinarias, y combina imágenes escaneadas de los cerebros de los sujetos, utilizando la tecnología fMRI (resonancia magnética funcional) y el análisis de sangre para comprobar los parámetros fisiológicos.
Los investigadores, dirigidos por la Prof. Talma Hendler, que también dirige el Centro del Cerebro Funcional en el Centro Médico Sourasky de Tel Aviv, y su colega de la universidad Dr. Noam Shomron, han distinguido entre la capacidad de los participantes para recuperarse de la tensión y la velocidad con la que sus parámetros fisiológicos se estabilizaron después de la exposición a la misma, como describen en su trabajo científico “Orientación de la conexión mente / cuerpo en el estrés.” La investigación en sí se llevó a cabo por los estudiantes de doctorado Sharon Vaisvaser y Shira Modai.
“El estudio es un paso para descifrar el triángulo material del cerebro-cuerpo-alma, que es la base de nuestra existencia como seres humanos”, dice Hendler. “Ofrece una prueba objetiva para determinar nuestra vulnerabilidad mental y física como personas en las situaciones de estrés, y podría ser la base para desarrollar una herramienta de diagnóstico.”
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El estudio expuso 49 hombres sanos a una experiencia de estrés social. Se pidió a los sujetos del ensayo llevar a cabo diversas tareas cognitivas, que se enfrentaron a reacciones discursivas negativas tales como “incorrecto, comience de nuevo”, “otros lo hicieron mejor”, “hágalo más rápido” y así sucesivamente.
“El hombre es un ser social, por lo que todos reaccionamos fuertemente al rechazo social o al tratamiento injusto”, explica Hendler. “Estamos familiarizados con este tipo de situaciones en la vida día a día. La mayoría de nosotros experimentamos el estrés por un momento, pero nos recuperamos rápidamente y reanudamos nuestras rutinas. Nuestro estudio se centró en la búsqueda de cómo las personas difieren en la recuperación”.
Las reacciones de los sujetos fueron revisadas varias veces durante la situación de estrés y media hora después, en función de diversos parámetros: a través de su experiencia subjetiva, su actividad cerebral y muestras de su sangre.
Los científicos lograron localizar un cambio específico en el micro-ARN dentro de las células blancas de la sangre en respuesta al estrés. Shomron dice: “También descubrimos que el cambio en la actividad molecular en la sangre ocurre en paralelo con un cambio específico en la actividad cerebral durante el estrés. ”
Se puso especial énfasis en el proceso de recuperación, observando la duración en cada participante hasta volver al punto de partida fisiológico. Los científicos asumieron que aquellos cuyos parámetros indican una recuperación más rápida también podrían resultar más resistentes a las situaciones de estrés. Y así fue. Las personas que se recuperan más lentamente del estrés muestran una reacción molecular más significativa en su micro-ARN miR-29c al estrés.
Este cambio también corresponde a una conectividad modificada de un importante centro de tensión-regulación en el cerebro, llamado corteza prefrontal vento-medial, o, vmPFC. Este vmPFC ayuda a moderar nuestra reacción al estrés, explica Hendler.
En resumen, el estudio mostró el mecanismo biológico que media entre el cerebro, el cuerpo y la mente cuando sentimos estrés.
“La capacidad de una persona para recuperarse de situaciones estresantes depende de una combinación de su genética con el medio ambiente y sus experiencias durante la vida”, expresó Shomron. “Cada persona nace con un cierto potencial genético codificado en su ADN, pero hoy sabemos que los genes son operados por moléculas denominadas micro-ARN, que reaccionan y cambian dependiendo del estado del cuerpo o de la mente.”

Fuente: Aurora

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