martes, 2 de febrero de 2016

Por amor a Sion, no guardaré silencio

Naddaf3web
Padre Gabriel Naddaf, sacerdote israelí de la Iglesia Ortodoxa Griega.
“Por amor a Sion no callaré”, clamó el salmista. Esta es una petición que se ha hecho eco a través de los siglos y culminó con el regreso a la Tierra de Israel de los judíos, el pueblo indígena del Sión Bíblico. Después de 2.000 años de exilio el pueblo judío es finalmente libre para morar en la casa que Dios les prometió como señal de su pacto eterno.
Es sobre este desafío salmista que me encuentro, un sacerdote ortodoxo griego, guiando a la comunidad aramea. La mayoría de los arameos son una comunidad urbana y altamente educada, hacia la que Israel siempre ha demostrado una actitud considerada, por lo cual estoy agradecido.
Anhelamos integrarnos plenamente en la sociedad. Sin embargo experimentamos mucha oposición. “Lobos con piel de oveja,” tienen la intención de asolar mi rebaño y sabotear todos nuestros esfuerzos para prevenir que nuestra integración tenga éxito. Durante años estas personas han tratado de imponer sobre nosotros una cultura que no es la nuestra, una etnia que no es nuestra, una lengua que no es la nuestra y un nacionalismo palestino que no es nuestra. Han hecho todo lo posible para discriminarnos y vendernos los libelos de sangre de que no somos cristianos israelíes sino árabes palestinos – nada menos que víctimas “que sufren bajo una ocupación judía”.
Ha llegado el momento para denunciar esta mentira y declarar desde los tejados, “Por amor a Sion no callaré”.
Como un hombre que se guía por la Palabra de Dios, es mi mandato hacer todo lo que pueda para cambiar nuestra respuesta a esta intimidación. Para ello debemos saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Entonces, y sólo entonces, podremos entender por qué nunca debemos guardar silencio.
Los orígenes arameos, la cultura, las costumbres y el lenguaje tienen sus raíces en la Tierra Santa desde la época de Jesús, nuestro Señor. Como cristianos sabemos que todo lo que tenemos lo hemos heredado del pueblo judío. Aunque todo cristiano está obligado a las Escrituras Hebreas, (la única Biblia que Jesús leyó), algunos cristianos afirman que estas mismas Escrituras – las palabras de Moisés, los Escritos y los Profetas – son ahora cosa del pasado. Los verdaderos seguidores de Jesús saben que el antiguo Testamento judío sólo es “viejo” en el sentido de que es “senior (superior)”. El Nuevo Testamento afirma que el Antiguo Testamento es una Escritura inspirada por Dios.
El Antiguo Testamento se ha preservado durante siglos gracias a los judíos, trágicamente a costa de millones de personas que enfrentaron la conversión forzada, la expulsión y la muerte. Estos actos perpetrados por los que escalofriantemente se llamaban a sí mismos “cristianos” fueron posibles porque habían considerado teológicamente el “Antiguo” Testamento como irrelevante e incluso hostil a Jesús mismo. “Donde se queman libros seguramente se quema también a la gente “, son palabras aleccionadoras de Heine que están para siempre grabadas en el lienzo de la historia.
Estos intentos cristianos para desacreditar el Antiguo Testamento han sido desafiados por la voluntad inquebrantable del judío por mantener su fe y la ética de Moisés. Afortunadamente, es esta misma piedad de la devoción y la fidelidad judía que ha conservado la base para el verdadero cristianismo y la propia sociedad civilizada.
Vivimos en tiempos donde hay una amenaza muy real para destruir al pueblo de Dios. Sólo unas pocas millas al este existe un régimen tiránico que ni siquiera oculta sus malas intenciones de destruir a Israel. Estos son tiempos para que la Iglesia tome una posición y presione a sus propios pueblos y a los gobiernos de Occidente libre, para impugnar cualquier retórica, acción social o de acuerdos políticos que allanen el camino para la destrucción de Israel. Para ello, como tal, es necesario abrazar la más grave de las misiones: hacerlo es no guardar silencio, por el amor de Sión.
“Por amor de Sion …” es la comisión eterna que tomamos sobre nosotros, un juramento para ser guardianes de nuestra nación, el pueblo judío y la Palabra de Dios. Cualquier persona con corazón y un pequeño conocimiento de la historia tiene la obligación de apoyar no sólo el derecho de los judíos a establecerse en su patria histórica, sino garantizar que habiten aquí en seguridad.
Nos sumamos a las filas de los valientes cristianos que han protegido desinteresadamente a los judíos, a riesgo y a veces al costo, de sus propias vidas. Cristianos como Corrie Ten Boom quien los escondió en el Holocausto. Los cristianos, como Dietrich Bonhoeffer quien habló de los males de los regímenes tiránicos. Los cristianos, como el aún desconocido, influyente sacerdote anglicano, William Hechler que oraró por Theodore Herzl, lo fortaleció con su amistad y le instó a no rendirse a la búsqueda de la patria nacional que le correspondía al pueblo de Herzl.
De esta tierra salieron de las enseñanzas de nuestro Señor Jesús, un judío y un hombre que amaba a su pueblo, su lengua, su ley y su tierra. Como seguidores de Jesús apoyamos los derechos ancestrales de los judíos a morar aquí en seguridad, ya que hacerlo es lo correcto y porque Dios lo ha prometido en Su santo pacto.
Vivimos tiempos cambiantes y turbulentos. Guerras musulmanas rasgan el Medio Oriente y la civilización occidental destaca frágil e inquieta, bajo la insurgencia de los islamistas radicales que cometen sus actos atroces de terrorismo y violaciones en las calles europeas. Sin embargo, también se está haciendo historia aquí en el Este. Nunca antes ha habido tantos cristianos alistandose en el ejército israelí. Nunca antes la sociedad israelí ha sido testigo de un movimiento de este tipo, donde los arameos están abiertamente y sin temor sacudiéndose la cultura arabista, declarando que no son palestinos, sino los ciudadanos más orgullosos y fieles al Estado de Israel. Nunca antes ha habido un momento tan donde judíos, cristianos e incluso una emergente comunidad musulmana pro-Israel finalmente están de pie juntos como uno solo, para defender nuestra nación – la única democracia en el Medio Oriente.
La misión es nuestra. No es una opción. Juntos debemos oponerse a la tiranía de los que tratan de destruirnos, incluso desde adentro.
Por amor a Sion, no podemos, no debemos, nunca, guardar silencio.
Padre Gabriel Naddaf.

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