En un artículo que publiqué en julio de 2010, titulado “Siria y su costumbre de asesinar", arriesgaba premonitoriamente que un acta de acusación -que sería publicada entre septiembre y diciembre de ese año- elaborada por el Tribunal Especial para el Líbano, creado en 2007 por la ONU con sede en La Haya, por una resolución del Consejo de Seguridad, con el fin de juzgar a los autores de ataques criminales cometidos en los últimos años en el Líbano, establecía la inequívoca responsabilidad del movimiento terrorista Hezbollah y por añadidura de Siria e Irán, que lo arman y financian, en el asesinato el 14 de febrero de 2005 del ex Primer Ministro libanés Rafiq Hariri junto a otras 22 personas, al estallar un coche-bomba al paso de su convoy en pleno centro de Beirut.
Transcurrido un año de mi vaticinio y demorada el acta de acusación, las agencias de noticias internacionales difundieron que fuentes cercanas a la magistratura libanesa, que el 30 de junio recibió el informe del Tribunal Especial para el Líbano (TSL), con sede en Holanda, confirmaron que cuatro miembros prominentes del movimiento chiíta libanés Hezbollah fueron acusados del crimen del ex primer ministro del Líbano Rafiq Hariri.
Dos informes preliminares de la Comisión de Investigación de Naciones Unidas habían concluido que “pruebas convergentes” acusaban a los servicios secretos sirios y libaneses de haber perpetrado entre otros, el homicidio anteriormente aludido. Siria, que ejercía un poder omnímodo sobre el Líbano en el momento del asesinato, siempre ha negado toda implicación.
El asesinato de Hariri padre, hace seis años, que ahora queda demostrado fehacientemente, fue ejecutado por Hezbollah y ordenado desde Siria, llevó al retiro de las tropas sirias del Líbano, (al que ocuparon militarmente por 29 años) y a la convergencia en un mismo bloque político de sunitas, cristianos y drusos, enfrentados a Hezbollah. Pero en mayo de 2008, los chiítas de Hezbollah desataron nuevos enfrentamientos de carácter confesional contra los partidarios sunitas de Saad Hariri, hijo de Rafiq -en aquel momento a la sazón también Primer Ministro- que llevaron a un frágil acuerdo para un gobierno de poder compartido, abruptamente finalizado cuando en enero de 2011, Hezbollah y partidos aliados retiraron a sus 11 ministros del gabinete y provocaron la caída del gobierno. Con posterioridad, por presión del grupo terrorista, un sunita magnate de las telecomunicaciones, Najib Mikati fue nombrado Primer Ministro del Líbano. Mukati, quien manifestaba que no era incondicional de Hezbollah, el 13 de junio de 2011, cuando anunció la formación del gobierno, dijo que iba a trabajar para “liberar la tierra que permanece bajo la ocupación del enemigo israelí”, evidenciando con su declaración la dependencia y sumisión al grupo terrorista dirigido por Hassan Nasrallah, el sirviente de Irán, que cobardemente vive oculto y cambia continuamente de domicilio por temor a ser ultimado por los israelíes.
La supresión física de los adversarios antisirios es una práctica habitual de Damasco. Entre los asesinados se encuentran el periodista Samir Kasir (02-01-2005), el ex comunista George Ají (21-06-05), el magnate y parlamentario Gebran Tueni (21-12-05), el ministro de Industria Pierre Gemayel, hijo de Amin Gemayel (21-11-06), el legislador Antoine Ghannem (02-09-07), el brigadier general Francois al-Hajj (12-12-07), y más recientemente Wisam Eid (25-01-08), capitán de la unidad de inteligencia de la policía libanesa. Cabe destacar que Antoine Ghannem era parlamentario del Partido Takadumi Eshtiraki de Walid Jumblatt, y que incluso hubo un intento fallido en contra de un miembro druso de su partido, el ministro Marwan Hamadeh.
En otra época el druso que ahora respalda a Siria, Jumblatt, llamaba al extinto presidente sirio Hafez Assad “criminal cultural” y al gobierno del presidente actual, su hijo Bashar- que continúa con la conducta de su padre, asesinando y reprimiendo cruelmente a su propio pueblo- lo definió como “la cabeza de la mafia, no un régimen”. En mayo del año 2009, en virtud de duros comentarios del líder druso contra el grupo terrorista chiíta de Hassan Nasrallah se produjeron feroces enfrentamientos entre los seguidores de Jumblatt y el Hezbollah en las montañas libanesas de Shouf. Desde entonces, Walid Jumblatt ha morigerado su retórica, probablemente para no continuar con la saga trágica, que en 1931 inauguró su abuelo Fouad Jumblatt, asesinado tras una emboscada en agosto de 1931 en Wedi Ain Bel, y siguió su padre Kamal Jumblatt , ultimado a la edad de 59 años, también en una celada cerca de la localidad de Baaqlin, Shouf. Walid Jumblatt, heredero de una honrosa prosapia, ha claudicado con los otrora enemigos sirios, verdugos de su progenitor.
Siria negó siempre estar relacionada con los crímenes que se le atribuyen. Su hipócrita andamiaje se derrumbó a mediados de junio próximo pasado, cuando el juez alemán Detlev Mehlis, quien estuvo a cargo de una investigación sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Hariri, afirmó que el régimen sirio ordenó su asesinato. En una entrevista con una emisora de radio germana, Detlev Mehlis, dijo contundentemente que el Presidente de Siria Bashar Assad "ordenó matar a Hariri" porque temía que el premier estaba cooperando con Francia y Estados Unidos para derribar el régimen sirio y desarmar a Hezbollah. El magistrado destacó la importancia del testimonio prestado por Abdelhalim Kheddam, un antiguo Vicepresidente sirio que huyó del país. Mehlis agregó que testimonios de testigos recogidos por su Comisión, indicaban que "la estructura del régimen sirio no permitía llevar ese delito, sin órdenes explícitas de Assad". La Comisión Mehlis emitió un informe en 2005, en el que el juez dictaminó que Siria debía detener a sospechosos involucrados en la planificación, financiación, organización e inicio de actos terroristas. La razón principal de la indicación, emanaba de la Resolución 1559 de la ONU, que en uno de sus considerandos exhorta a que "se disuelvan y desarmen todas las milicias libanesas y no libanesas". La resolución sigue sin ser cumplida, dado que el grupo terrorista controlado por Irán, Hezbollah, no se ha disuelto, sino por el contrario, incrementó su arsenal y sigue controlando militarmente buena parte del sur del Líbano, presto para provocar a Israel.
Quien no le va en zaga en cinismo a los sirios es, precisamente, el secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, quien por orden de Irán, es de los pocos que defienden al régimen sanguinario de Siria. En declaraciones efectuadas a la agencia de noticias Prensa islámica, en agosto de 2010, el jefe terrorista acusó al enemigo israelí de estar implicado en el asesinato del antiguo primer ministro Rafiq Hariri, presentando “pruebas y evidencias tangibles” de un potencial papel israelí en este crimen y otros que golpearon Líbano en los pasados años. Nasrallah habló durante una excepcional conferencia de prensa celebrada en el Complejo de los Mártires del Suburbio del Sur de Beirut, a la que acudieron periodistas y directores de los principales medios. La disertación tenía como fin el marcar un punto de inflexión en el caso del asesinato de Hariri y abrir nuevas perspectivas que el tribunal pueda recoger y desarrollar “si quiere ser imparcial”.
El pueril argumento de la conspiración de Israel en el caso Hariri, quedó desbaratado definitivamente cuando la magistratura de Beirut, luego del informe del Tribunal Especial para el Líbano, ordenó el arresto de los cuatro miembros del Hezbollah acusados del crimen de Rafiq Hariri: Abdel Majid Ghamlush, Salim Ayyash, Mustafa Badreddin y Hassan Issa. Badreddin, un experto en explosivos entrenado por Siria, es el cuñado de Imad Mughniyeh, un terrorista libanés identificado, además de otros luctuosos atentados, como el autor intelectual del secuestro en 1985 del avión del vuelo 847 de TWA. Imad Mughniyeh, fue asesinado en Damasco en 2008 y su muerte fue atribuida por Siria a Israel, que negó ser autor del hecho.
"Es un momento histórico en la vida del Líbano", afirmó el ex premier Saad Hariri, hijo y heredero político del ex primer ministro asesinado, Rafiq Hariri. El primer ministro libanés, Najib Miqati, garantizó que "el gobierno actuará con responsabilidad y seguirá paso a paso los acontecimientos que seguirán a la formalización de las acusaciones". Hassan Nasrallah había prometido que no permitiría que ningún integrante de Hezbollah fuera detenido por el crimen, que se cree, con fundamento , que fue ordenado conjuntamente por Siria y el Líder Supremo de la República Islámica de Irán, el ayatolá Seyyed Alí Hoseyni Jamenei. Hay que aguardar la reacción de Saad Hariri, quien convivió y fue genuflexo con los asesinos de su padre, y de algunos sectores del fragmentado Líbano, otrora considerado el París de Medio Oriente.
Ante la posibilidad que se originen protestas populares al establecerse la identidad de los asesinos de Rafiq Hariri, no es impensable que el Hezbollah, ya superior en equipamiento militar al ejército libanés y con la ayuda de Irán, aseste un golpe de estado en Líbano, país que perdió su independencia el día que los terroristas comenzaron a formar parte de su gobierno.
Rubén Kaplan
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