viernes, 21 de junio de 2013
Balak(Números 22:2-25:9)
Balak(Números 22:2-25:9)
El Hogar Judío
En la parashá de esta semana vemos la gran alabanza de Bilam hacia el pueblo judío, la cual da lugar a las famosas palabras con las que comenzamos nuestros rezos diarios, palabras que todo niño o niña que hizo su Bar/Bat Mitzvá conoce: Ma Tovu Oaleja Iaakov – “Cuán buenas son tus tiendas, Iaakov” (Números 24:5).
Nuestros sabios explican que Bilam notó que las carpas de los judíos en el desierto estaban cuidadosamente alineadas de forma tal que nadie pudiese ver hacia el interior de la casa del otro. Bilam quería maldecir al pueblo judío, pero a causa de la modestia de ellos, él fue incapaz de hacerlo.
Hay un mensaje subyacente aquí. La fortaleza del pueblo judío radica en sus hogares. Los hogares, y no los individuos, son los ladrillos con los que se construye una nación. Más de lo que los individuos crean hogares, son los hogares los que nutren a los individuos. Hogares estables, con valores estables y con una educación bien enfocada, son el elemento fundamental para crear una nación fuerte.
Las escuelas son una parte muy importante del sistema educacional, pero los padres (y los gobiernos) que se apoyan únicamente en las escuelas para formar individuos que tengan un fuerte sentido de moralidad, se darán cuenta de su error cuando ya sea demasiado tarde. Incluso tomando en cuenta el factor del libre albedrío, los padres son los mayores responsables por la educación de sus hijos. No pueden simplemente culpar a la escuela, a la sociedad, o a los amigos del niño. La influencia más importante es el hogar.
Sin embargo, esto es fácil de decir, pero difícil de hacer. Y para criar a un hijo, se requieren cantidades exorbitantes de ayuda Divina. Pero darse cuenta de esta realidad es el primer paso para logarlo. De nosotros depende crear el ambiente en el cual nuestros hijos puedan prosperar y desarrollarse, para que lleguen a ser los colaboradores y decentes miembros de la sociedad que queremos que sean. Porque tal como aprendimos de Bilam, gracias a nuestros hogares fue que él no pudo maldecirnos.