jueves, 20 de junio de 2013
La convivencia entre judíos y conversos en la Sefarad Medieval
Fuente: Beit Haanusim
25/4/13
Por Rabino Nissán Ben Avraham
Los pogromos del 1391
Durante unos cien años, desde el 1391 hasta el 1492, convivieron en los reinos hispanos los judíos con los conversos.
En el año 1391, durante los gravísimos disturbios antisemitas que arrasaron las comunidades judías de casi toda la península ibérica y Baleares, cantidades ingentes de judíos habían abrazado, mayoritariamente en contra de su libre voluntad, la religión católica para escapar de la muerte. De todos modos, había un balance de intereses contradictorios que por un lado empujaban a los judíos a librarse de un yugo halájico que les impedía comportase como lo hacían sus vecinos cristianos, y por otro, el considerarse parte de un Pueblo inmortal y con unas características extraordinarias.
Aun así, algunos textos rabínicos de la época criticaban el relativo “libertinaje” que se llevaba a cabo en algunas aljamas judías y que fue el que atrajo las calamidades de muerte y conversiones forzadas sobre sus cabezas. De lo que se desprende que aquellos que eran partidarios de este tipo de libertinaje se sentían muy a gusto en su nueva condición de cristianos e incluso llegaron a extremos en que “trabajaban” para que sus parientes y compatriotas lo aceptaran igualmente.
Esto explica que a los ojos de muchos rabinos contemporáneos de esta calamidad del 1391, se describa a los “Conversos” como personas que no son de fiar incluso cuando parece que están dispuestos a seguir cumpliendo en secreto las leyes del judaísmo. Así se puede leer en las “Responsa” de Rivash (Rabí Yitsjac bar Shéshet) y Rashbats (Rabí Shim’ón ben Tsémaj Durán) que se refieren en muchas de sus respuestas halájicas a los problemas jurídicos causados por los Conversos o por los contactos de los judíos con ellos.
Relajamiento paulatino
Desde el punto de vista de los Conversos, podríamos decir que muchos de ellos se sienten atrapados por unas circunstancias adversas, sobre todo cuando llegamos a la segunda y tercera generación, los llamados “Anusim arelim”, o sea conversos incircuncisos, a quienes no se puede acusar de ‘flojedad’ o ‘traición’. Siguen sintiendo una fe completamente judía y quieren seguir cumpliendo unos ritos judaicos que ahora les están vedados. Los cumplen a escondidas como buenamente pueden, y al salir a la calle se comportan como cristianos. Pero el cumplimiento se va relajando paulatinamente, por miedo, por falta de práctica o por pura asimilación.
La trampa es casi absoluta, ya que no está a su alcance un posible regreso a la Comunidad judía, mientras no huyan a otro país, generalmente al norte de África, en el que puedan regresar oficialmente a su fe ancestral. Esta solución sufre altibajos: al principio debía estar en el pensamiento de todos los que sucumbieron a la presión cristiana y se bautizaron en contra de su voluntad. Después se fueron desanimando, al acostumbrarse a una vida bífida entre la iglesia y la sinagoga. De nuevo, un siglo más tarde, se despertó la necesidad de la fuga, al estrecharse el lazo inquisitorial alrededor de su cuello.
Lazos familiares
Lo más interesante, a mi modo de ver, es el contacto que seguía habiendo entre los conversos y los judíos, muchas veces familiares directos: hermanos, primos, padres o hijos, unos arrodillándose ante los ídolos de los cristianos en las iglesias y otros envueltos en el talit, balanceándose mientras rezan en la sinagoga. No era solo un contacto económico y comercial, sino un contacto familiar que despertaba las sospechas de los vecinos cristianos sobre la sinceridad de su conversión al cristianismo.
¿Cómo podían seguir viviendo sin enloquecer aquellas familias escindidas, que un muro religioso y cultural (o más grave aún) se iba alzando entre sus miembros?¿En qué casos los judíos rezaban el “cadish”, la oración por los muertos, al bautizarse su pariente cercano?¿Cuántos Romeos y Julietas (o Yosefos y Blancas) siguieron viéndose a escondidas a pesar de la ‘traición’ religiosa y cultural de uno de los dos?¿Hay algún libro que registre estos dramas familiares?
Dudas halájicas
Se despiertan dudas halájicas. Por ejemplo la del vino. Como ya se sabe, el judío no puede consumir el vino de los gentiles, ni tampoco vino judío que ha sido tocado por un no-judío, el llamado “vino de libación”. ¿Cómo referirse al vino judío que ha sido tocado por un Converso?¿Sigue siendo apto o se ha convertido en un “vino de libación”?
Esto dependerá del nivel de fiabilidad de los Conversos; si sus lazos con el judaísmo siguen firmes a pesar de sus limitaciones forzadas por las circunstancias, su vino seguirá siendo apto. Pero si van alejándose gradualmente del cumplimiento de los mandamientos y adoptando la vida cristiana, considerada idólatra por el judaísmo, su contacto con el vino lo trasforma en “vino de libación”. Aquí entraran en juego la impresión que deja su comportamiento a ojos de la comunidad judía; unos pocos libertinos podrían estropear la buena reputación de los demás o, al contrario, la fidelidad de algunos podrá mejorar la imagen del críptico subgrupo a ojos de los rabinos.
Esta situación continúa durante todo un siglo, hasta que con la publicación del Decreto de Granada los Conversos se ven privados del contacto directo con los judíos y deben decidir definitivamente si seguir conservando estos lazos culturales y religiosos en la solitaria clandestinidad o deshacerse de todo y asimilarse por completo en la sociedad cristiana. Pero esta ya es otra historia.