jueves, 2 de julio de 2009
Sarkozy, ¿guardián de la dignidad femenina?
Francia ha celebrado durante largo tiempo la forma femenina. Los artistas la han pintado. Las bailarinas del Moulin Rouge la han expuesto. Diseñadores franceses mundialmente famosos la han vestido. Ahora los legisladores y el presidente francés Nicolás Sarkozy, casado con una ex modelo, quieren ver más de esa forma.
Específicamente, no quieren que las mujeres paseen por París escondidas en burkas, esa prenda semejante a una tienda que cubre a las musulmanas ortodoxas de la cabeza a los pies. Sólo sus ojos se ven, a menudo detrás de un tul. No es que los políticos quieran ver más piel. Es que consideran la cobertura de todo el cuerpo como un signo de represión.
"No podemos aceptar tener en nuestro país mujeres que son prisioneras detrás de una tela, separadas de toda vida social, privadas de identidad", dijo Sarkozy al Parlamento francés reunido en el palacio de Versalles. Esta no es la idea que la República de Francia tiene de la dignidad de la mujer", añadió. Tampoco es mi idea de la dignidad de la mujer.
Pero tampoco es mi idea que las mujeres deban someterse a sus esposos, como predican algunos cristianos conservadores, o que sólo los hombres cuenten para el quórum de 10 personas requerido para las observancias religiosas, como dicen los judíos ortodoxos, o que las mujeres no puedan ejercer el sacerdocio, como exige la Iglesia Católica. Sin embargo, yo huiría de cualquier Gobierno que prohibiera esas creencias tan rápido como huiría de cualquier Gobierno que las impusiera. Bueno, casi tan rápido.
El Gobierno interviene si un hombre le pega a su esposa, aunque este crea que es su derecho otorgado por Dios. O si un empleador laico rechaza a un postulante a un empleo por motivos religiosos. Pero, suponiendo una libre elección, ¿cuál es el daño para algún otro cuando una mujer cubre completamente su cuerpo? Si eso es lo que ella cree que debe hacer, dejemos que lo haga. En Estados Unidos, la pluralidad religiosa valora la libre expresión y detesta una excesiva "intromisión" gubernamental, para usar una frase de la Suprema Corte de los EE. UU. También los franceses honran la libertad religiosa y exigen que la Iglesia y el Estado estén separados.
A los franceses les preocupa que la creciente población musulmana, ahora calculada en 5 millones, diluya la nacionalidad francesa. Pero mirada desde afuera, Francia parece sentirse tan incómoda con las expresiones religiosas como para ser intolerante, en especial con las minorías. No sorprende que los representantes musulmanes sospechen que el movimiento contra las burkas esté basado en un prejuicio contra el islam. Sarkozy dice que el debate de la burka no es sobre religión, sino sobre la persecución a las mujeres. ¿Dónde trazamos la línea? ¿Debe Francia prohibir a las mujeres judías ortodoxas cubrirse el cabello? ¿Debe clausurar Notre Dame porque les está prohibido a las mujeres celebrar misa allí?
Está claro que la religión es a menudo más un elemento divisor que unificador. Sarkozy dice que respeta a las mujeres que usan burkas por sincera devoción a su fe, pero le preocupan aquellos que la exigirían. Cuando el Parlamento francés decidió estudiar el asunto de la burka en vez de prohibirla, tomó una senda políticamente segura. También fue la correcta.
Copyright Clarín y Bloomberg, 2009.
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