viernes, 17 de julio de 2009

"Un viento fuerte me tiró para adelante y me arrancó al nene de las manos


Muy cada tanto Rosa Barreiros expone su dolor de la manera en que lo hizo con este diario la noche del miércoles, después de la cena, y a puertas cerradas en la habitación de su casa en Villa Bosch. Pero no es en lo inédito de su entrega, sino en los hechos mismos donde radica lo desgarrador de su 18 de julio de 1994, cuando el bombazo contra la AMIA le arrancó de los brazos a su hijo Sebastián, de 5 años. Unico niño entre los 85 muertos en AMIA, no judío, cumpliría 20 años el 6 de agosto.
"¿Cómo me siento? Siento mucha bronca, que hasta hace un tiempo no tenía, porque estaba tomada por el dolor. Pero ahora veo los engaños y mentiras que hubo durante el juicio y durante tanto tiempo y porque sigue sin haber justicia", sintetiza hoy Rosa. "Recuerdo la tragedia como si estuviera viendo una película", dice. "Me acuerdo absolutamente de todo", agrega. Se refiere a aquella mañana fría en la que marchaba con Sebastián por Pasteur al 600, rumbo al Hospital de Clínicas, donde iba a hacerse un chequeo. Comenzaban las vacaciones de invierno ¿Sebastián iba al jardín de infantes¿ y su mamá lo trajo a Capital para, después, llevarlo a una hamburguesería.Aquel 18 de julio madre e hijo bajaron del subte en Corrientes y Pasteur. "Estaba al lado de la AMIA, y me paré a ver una vidriera pero se nos hacía tarde y le dije al nene 'vamos'", contó Rosa para luego continuar: "Me llamó la atención ver al patrullero vacío. Vi a un señor mirando el motor de un auto que tenía el capó levantado. Vi un volquete, pero seguí caminando y tanto ruido hizo un señor que le tiró piedras de un balde que me di vuelta".
Rosa siguió andando: "Caminamos unos pasos y sentí un ruido infernal y todo se puso oscuro. Un viento fuerte me tiró para adelante y me arrancó al nene de las manos". Se levantó sin perder el conocimiento y le pidió ayuda a un hombre que salió corriendo "como si nada". No podía mover el brazo. Pero pedía ayuda para levantar al hijo que yacía a un metro con el cuello abierto. Fue una chica quien, a gritos, le dio asistencia con otro muchacho. Se llevaron al niño al hospital. Y ella los corrió hasta que pudo, sin zapatos, sobre los escombros y vidrios esparcidos sobre Pasteur al 600.
Ni hoy día Rosa puede transmitir cómo exactamente murió su hijo. Si se fue desangrando por las esquirlas que le abrieron la aorta o si llegó muerto al hospital. Pero nunca volvió a verlo desde que el aire se puso negro. A la hora en que a ella los cirujanos le intentaban salvar el brazo derecho, su marido enterraba a Sebastián.Fuente Clarin.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.