Irán al acecho en Uruguay
Por: Julián Schvindlerman
Días atrás trascendió que en al menos dos incidentes, agentes y/o diplomáticos iraníes apostados en Montevideo podían haber estado involucrados en operaciones terroristas anti-israelíes.
A fines de noviembre y a comienzos de enero, dos maletines con materiales explosivos se hallaron en las inmediaciones de la antigua y nueva sede de la embajada de Israel en Montevideo. En un caso, el diplomático iraní Ahmed Sabatgold fue visto en la zona. El gobierno persa aseguró que su delegado estaba allí por una visita médica. Por supuesto. También hay en el barrio un deli que vende un humus exquisito. Teherán sacó del país rápidamente a su hombre.
Irán tiene un largo historial de involucramiento en operaciones terroristas internacionales. Sólo en los últimos años golpeó a turistas y diplomáticos israelíes en Bulgaria, Tailandia, Georgia y la India, mientras que planeaba hacer otro tanto en Turquía, Azerbaiyán, Chipre y Kenia. La Casa Blanca expuso un complot iraní para atentar contra el embajador saudita en Washington, D.C. El Tribunal Especial de la ONU señaló como responsables del asesinato del ex premier libanés Rafik Hariri a cuatro integrantes de Hezbollah. Células de este movimiento chiíta fueron denunciadas por distintas y confiables fuentes en Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, la Triple Frontera y otras partes de América Latina.
De modo que si un diplomático iraní es visto merodeando cerca de una embajada israelí y de un artefacto explosivo… bueno, elemental, Watson. Además deben ser tenidas en cuenta las últimas confrontaciones entre israelíes e iraníes en los Altos del Golán. El 18 de enero la aviación israelí mató a un general de las Guardias Revolucionarias iraníes, Mohammed Allahdadi, al hijo combatiente del extinto archi-terrorista Imad Mugnyeh y a otros militantes de Hezbollah, en ruta a atacar posiciones de Israel. Diez días después, el grupo chiíta lanzó un misil que mató a dos soldados israelíes e hirió a otro siete en la frontera sirio-israelí. Si bien estos acontecimientos fueron posteriores a las fallidas bombas en Montevideo, dan cuenta de un contexto más grande. Irán continuamente busca dañar a Israel. Donde sea. Donde pueda.
El Gobierno uruguayo respondió a estos hechos de manera lamentable. El usualmente locuaz presidente se llamó a silencio, y el canciller minimizó la amenaza. La comunidad de inteligencia uruguaya ve a Irán como el país más proclive a atacar en territorio uruguayo, pero, informaba en una reciente nota en El Observardor Gabriel Pereyra, “se recibió la orden de no agitar el tema Irán, ni públicamente ni en reuniones reservadas del Gobierno”.
Según este periodista, las señales que dio la administración de Mujica no se condicen con la forma en que los servicios secretos creen que debe actuar. En sus palabras: “Durante una reunión del Consejo de Defensa Nacional (integrado por Presidencia, Relaciones Exteriores, Interior, Economía y Defensa), se planteó un informe de Inteligencia que abonaba la tesis de que Irán era, según las informaciones recabadas y las actitudes de sus diplomáticos, el objetivo número uno en seguridad… la que tomó la palabra fue Graciela García, secretaria de Almagro. La funcionaria sostuvo que nada indicaba que fuera a haber un atentado aquí y que Irán era una nación amiga… Fue después de esa reunión que el gobierno pidió no agitar el tema Irán, ni siquiera en reuniones reservadas”.
El canciller Luis Almagro estuvo apostado en Teherán entre 1991 y 1996, período en que se le atribuye haber forjado vínculos cercanos con los iraníes. Cuando el entonces representante iraní en Uruguay, Hojjatollah Soltani, negó el Holocausto, Almagro lo citó y repudió sus palabras pero acotó que “el hecho no tiene por qué dañar las relaciones diplomáticas con Irán”. También está el hecho de que hasta 2010 un promedio de diez iraníes con pasaportes falsos pasaban por Uruguay, generalmente rumbo a Brasil. Hace poco, presuntos refugiados sirios con pasaportes israelíes truchos cruzaron territorio uruguayo. Trascendió a su vez que el oficialismo hizo la vista gorda ante denuncias de violencia de género y maltrato infantil entre los refugiados sirios que acogió. La dupla Mujica-Almagro ha hecho de su país el primero en América Latina en dar cobijo a ex presos islamistas de Guantánamo.
El gobierno uruguayo está o bien despistado en torno a las intenciones de Irán en su suelo, o bien deseoso de minimizar el problema para no antagonizar al propio Irán, o bien prisionero de una ideología tercermundista pro-islámica. Su actitud de desconsiderar las advertencias de su propio servicio de seguridad resulta inquietante dados los antecedentes y la peligrosidad del régimen ayatollah. Su hospitalidad ingenua y política benevolente le podrá costar caro. Para la teocrática República Islámica de Irán, Uruguay no es más que una nación cristiana infiel. Mujica y Almagro son, a los ojos de Teherán, un par de idiotas útiles latinoamericanos.
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