viernes, 5 de abril de 2013

Día de alegría, día de tragedia

Día de alegría, día de tragedia Rabino Daniel Oppenheimer Cuando la gente emite opiniones y comentarios sobre todos los aspectos de la vida o Halajá sin consultar a sus mayores (en edad o conocimientos), están cometiendo una terrible injusticia para todos: nosotros y ellos mismos. En teoría, pueden haber sido ideas idóneas, pero tomaron las decisiones sin consulta, asesoramiento o consentimiento. Comenzó siendo la mejor de las circunstancias y se convirtió en la peor. El Mishkán (Tabernáculo) había sido finalmente completado, y la celebración por su inauguración se había iniciado. La fecha era Rosh Jodesh Nisán, y había transcurrido ya casi un año desde la salida de Egipto. En ese año habían sucedido muchas cosas. El evento más relevante fue la Revelación Di-vina frente al Monte Sinaí, que lamentablemente se vio eclipsado por los amargos acontecimientos que se precipitaron alrededor del alzamiento del becerro de oro. Luego de la rotura de las primeras Lujot (Tablas de la Ley), Moshé había subido al Monte Sinaí para pedir perdón por el pecado y permaneció sobre el Monte cuarenta días, y luego otros cuarenta, en los que Moshé volvió a aprender las Mitzvot. Al cabo de este tercer período de estadía de Moshé sobre el Monte Sinaí, bajó con el segundo par de Lujot, e indicó a su vez cómo debía construirse el Mishkán. El pueblo respondió rápida y generosamente y los artesanos habían comenzado la obra de inmediato. Con mucha dedicación y concentración, Betzalel y sus compañeros terminaron la obra, que ya estaba lista para ensamblar. Durante ocho días se entrenaron aquellos que comenzarían a ser Cohanim a partir de aquel momento – Aharón y sus cuatro hijos. A medida que se acercaba el gran día de la inauguración, la ilusión del pueblo de haber sido perdonado del pecado del becerro crecía. Finalmente llegó el gran día. Aharón vacilaba aun entonces de acercarse al Mizbeaj (altar). ¿Era él el indicado? ¿no había, acaso, colaborado en la aberración nacional del becerro de oro? Moshé respondió: “¿Por qué dudas? ¡Precisamente, ese es el motivo por el que fuiste elegido!” (Rash”i Vaikrá 9:7 de Torat Cohanim 8). Uno de los requisitos de un líder judío, es poseer ese sentimiento de escrúpulo, modestia y de sentirse indigno. El postulante que en las campañas electorales que proclama que es el mejor hombre para determinada tarea - ¡no es un líder judío! (Rav Shlomo Breuer sz”l) No faltaban justificaciones a Aharón respecto a su proceder cuando fue presionado a construir el becerro. En su momento, su intención había sido la de dilatar el requerimiento errado del pueblo a fin de evitar que suceda una aberración más grave hasta que llegara Moshé y se aclarara todo el panorama. Aparte de eso, en el tumulto ya habían eliminado a Jur, que lo acompañaba en secundar a Moshé, por negarse a la solicitud de la gente. Sin embargo, Aharón no eludió su responsabilidad colocando la culpa solamente en la gente que adoró al becerro de oro, sino que aceptó el yerro sobre sus propios hombros, porque la responsabilidad viene con grandeza (Rav Ierujam Levovitz sz”l). Aharón (el Sumo Sacerdote) y sus hijos, trajeron las ofrendas especiales, y se percibía mucha expectativa en el campamento de la nación judía que estaba a la espera de alguna señal de D”s que demostrara la disposición de volver a morar con ellos tal como cuando recibieron la Ley. Sin embargo, no se veía nada fuera de lo normal. Aharón sentía una enorme vergüenza. Tenía la certeza que D”s lo consideraba a él culpable del gran pecado. Luego de bendecir al pueblo, y junto a Moshé, ingresó a la parte cubierta del Mishkán para pedir al Todopoderoso que haga notar Su Presencia en el Mishkán. Repentinamente, salió un fuego de D”s y consumió las ofrendas que estaban sobre el altar. Al ver esto el pueblo, estallaron en júbilo, corearon elogios y alabanzas a D”s y cayeron en carácter reverencial sobre sus rostros, con una emoción inigualable. En medio de aquella exaltación, los dos hijos mayores de Aharón - Nadav y Avihu – tomaron cada cual su utensilio y trajeron una ofrenda de Ketoret (incienso) que no acordaba con lo que exige la Torá - “un fuego extraño que no había mandado D”s”. Al percibir el inmenso cariño que D”s exhibió hacia los judíos al perdonarles y enviarles Su fuego, quisieron reciprocar con su propio fuego terrenal (Sifri). Hay quienes opinan que Nadav y Avihu trajeron el Ketoret improcedente antes que bajara el Fuego Celestial, sorteando con su acción la autoridad de Moshé que no había indicado hacerlo. De inmediato: “Y salió, pues, un fuego de delante de D”s y los consumió, y murieron ante D”s” (Vaikrá 10:1-2). ¿Qué hicieron Nadab y Avihu? Distintas opiniones del Talmud discuten qué es lo que realmente sucedió (en qué habían errado). Algunos comentarios interpretan literalmente el versículo, tal como acabamos de explicar, afirmando que los hijos de Aharon dictaminaron una decisión halájica (ley bíblica) en presencia de su maestro – Moshé – al entender que debían sumar un fuego terrenal al Fuego Celestial recién evidenciado (Eruvin 63., Iomá 53.). Ciertas autoridades opinan que tomaron fuego del Mizbeaj (altar), mientras que otras dicen que llevaron un fuego “privado”. Otras mencionan que ingresaron al Kodesh haKodashim, sitio al que solamente entra el Cohen Gadol en Iom Kipur. Hay quienes juzgan que no llevaban puesto el uniforme de los Cohanim, o que no se habían lavado previamente las manos y los pies como deben hacerlo los Cohanim antes de proceder en el Servicio del Mishkán. Otros dicen que llevaron a cabo su servicio en el Mishkán después de beber vino (Midrash Rabá, Vaikrá 12:1). Algunos sostienen que su verdadero castigo había sido merecido en el Sinaí, cuando se entregó la Torá. En aquel momento, Nadav y Avihu y los ancianos del pueblo, experimentaron la intensidad de la Presencia Di-vina, sin por eso mantenerse a la altura de lo que esa observación implicó (Shmot 24:11, Midrash Tanjuma Behaalotjá 15), o acercándose más de lo debido al Monte Sinaí mientras ardía (Zvajim 115:). El castigo por aquel descuido había quedado aplazado hasta el momento de la inauguración del Mishkán. Aparte hay quienes dicen que el castigo se produjo porque se negaron a contraer matrimonio, alegando que su linaje era tan digno de no habría mujer soltera que esté a la altura de casarse con ellos. Otra interpretación es que comenzaron a discutir su futuro liderazgo, tomándolo como seguro después que ocurriera el fallecimiento de los dos “ancianos” (Moshé y Aharón), y dudando de si, llegado el momento, serían espiritualmente dignos de aquellos encumbrados cargos. En todas estas opiniones divergentes, se debe abordar una importante cuestión: si todos o algunos de estos descuidos que se describen fueron sus pecados reales - ¿por qué utilizó entonces la Torá la terminología “un fuego extraño que D”s no había mandado” para describir su transgresión – que es la única razón explícita? La respuesta es que los Sabios nos describen no es el pecado mismo, sino las condiciones que condujeron a tal situación, pues personas de la talla de ellos, no caerían tan fácilmente en un error tan grave. Según todas las opiniones, ellos tuvieron las mejores intenciones, pero sus actos carecían de control y supervisión. La falta de vigilancia en las acciones puede tener resultados desastrosos. En realidad, Nadav y Avihu eran considerados muy santos y piadosos. Pero aquel pequeño grado de exceso de confianza, los llevó a actuar a cada uno en forma independiente – sin siquiera consultarse mutuamente. Esto condujo a su desaparición. Tal vez creyeron que estaban en condiciones de emitir una sentencia sin Moshé, o que un poco de vino podía mejorar su servicio. Esta fue la terrible violación: el pronunciamiento de una sentencia frente a un maestro. Cuando la gente emite opiniones y comentarios sobre todos los aspectos de la vida o Halajá sin consultar a sus mayores (en edad o conocimientos), están cometiendo una terrible injusticia para todos: nosotros y ellos mismos. En teoría, pueden haber sido ideas idóneas, pero tomaron las decisiones sin consulta, asesoramiento o consentimiento. El castigo de quienes están más cercanos Efectivamente, se esperaba para ellos acceder al liderazgo - un liderazgo que nunca se materializó. Tenían el deseo de contribuir con su propio fuego, de acuerdo con sus propias visiones, pero fue considerado “ajeno” por la Torá. Esto también pone en relieve que el Servicio al Creador se define según Su mandato, y no se determina por la espontaneidad humana. Aun cuando se ofrenda los Korbanot voluntarios, estos deben cumplir los requisitos establecidos por la Torá. Opuestamente a lo que son los sacrificios paganos, en los que la persona quiere dictaminar a su deidad lo que debe hacer por él, en el Korbán el judío se pone a disposición de lo que D”s exige de él según Sus leyes (Rav Sh. R. Hirsch sz”l). Aharón estaba muy dolido por la pérdida de sus hijos, por lo que Moshé lo debió consolar: Moshé sabía que D”s demostraría mediante la sanción del error aun microscópico de alguna persona sumamente santa la gravedad de la falta. Esto serviría de advertencia para todas las personas que las leyes relacionadas con el Mishkán son muy serias. Por lo tanto, aclaró a Aharón, que esto respondía a las palabras de D”s - “mediante Mis más cercanos Seré santificado (respetado)” (Vaikrá 10:3, Zvajim 115:). Precisamente, la punición de una persona santa es la que demuestra que nadie – aun el mayor intelectual - está por encima de la Ley. Cuando el rigor de la Autoridad de D”s se manifiesta aun en circunstancias tristes como la de los hijos de Aharón, las vidas de quienes provocaron esta revelación generaron un Kidush haShem: ¡vivir es una gran responsabilidad! Aharón calló y aceptó las palabras de Moshé (y la decisión Di-vina). Aharón logró esto debido a su inquebrantable fe en D”s. Una persona que puede ver la muerte de dos de sus hijos y reaccionar con el silencio y aceptación, demuestra la más poderosa y elocuente exposición de fe imaginable. Más allá del dolor por la pérdida de los hijos de Aharón, estos perduraron en el tiempo como medio para dar Gloria a D”s por la perfección de lo que acontece en este mundo, o sea, que cada acción pequeña o grande - de cada ser humano tiene suma trascendencia. La verdad de la transimisión El pueblo lloró la gran pérdida en el día de gloria. Sin embargo, y más allá del dolor que sufrían, Aharón y sus otros dos hijos, no debían interrumpir la ceremonia de inauguración por el duelo personal, e incluso debían consumir las ofrendas traídas en consecuencia del estreno. Esta era una situación excepcional para los hijos de Aharón, pues los Cohanim comunes (a excepción del Cohen Gadol), habitualmente observan el duelo por familiares directos y dejan las ofrendas durante el período de luto. Fue así que surgió una diferencia de opiniones entre Moshé y los sobrinos sobrevivientes – Elazar e Itamar – acerca de qué se debía hacer con la ofrenda de Rosh Jodesh. Ellos quemaron esta ofrenda – a raíz de su duelo, mientras que Moshé demandó que debían haberse consumido por ellos como las restantes. Ante el enojo de Moshé, Aharón defendió la postura de sus hijos. ¿Cómo llegó a errar Moshé? El enojo, aun cuando justificado como en el caso de Moshé (quien se enfadó por la conducta de Nadav y Avihu), engendra errores – aun en personas de su talla. Moshé reconoció la verdad en los argumentos de Aharón: “reconoció, y no se avergonzó en admitirlo” (Vaikrá 10:20, Rash”i). Al leer estas palabras, nuestra convicción en la veracidad de cada palabra de la Torá se fortalece. ¿Por qué? Pues el propio Moshé, quien había escuchado todos los mandamientos directamente de D”s, no estaba dispuesto a encubrir su error, y dejarlo solapado en la Torá. A nosotros, no nos es ajeno el disimulo para “salvar la cara”, pues por lo general, la gente está más preocupada por cuidar su imagen que con ser fieles a la verdad. Moshé podía haber temido en aquel momento que de difundirse un error de parte de él, la gente podría llegar a dudar de toda la transmisión de la Torá (quizás habrían más errores… - R. Jaim Shmuelevitz sz”l 5732:27). No obstante, como se evidencia en el desenlace de esta historia, la Torá – por constituir la palabra de D”s - jamás permitirá ocultación alguna. Moshé fue explícito y nos enseñó una lección para todas las generaciones. Y así como Aharón supo callar, y fue premiado por ello, Moshé supo ser franco. “Hay un momento para guardar silencio, y hay un momento para enunciar” (Kohelet 3:7).