domingo, 1 de junio de 2014

Corrupción


El soborno, la enfermedad que carcome a los políticos de todo el mundoEl soborno, la enfermedad que carcome a los políticos de todo el mundo
Corrupción es romper con lo legal, lo aceptado socialmente y lo establecido. Es intentar obtener ventaja, sea esta monetaria o aprovechando superioridad sobre otros.
El término corrupción política se entiende generalmente como el mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, la mayor parte de las veces de manera secreta. Lo opuesto a corrupción política es transparencia, dejar a la vista todo lo que se hace. Así es como se puede hablar de niveles de corrupción o transparencia en un país.
Una “ley de amarre” es corrupción. Muchos gobiernos dejan a firme a sus ex funcionarios de confianza de tal manera que el gobierno que viene no los pueda despedir, y con eso lograr a futuro beneficios de parte de ellos. El 8 de marzo de 1990, tres días antes de que el dictador Pinochet de Chile traspasara el mando al presidente Aylwin, elegido democráticamente, junto a su Ministro del Interior Carlos Cáceres promulgó la ley 18.972, conocida como la “ley de amarre”, que impidió al nuevo gobierno despedir a su gente de confianza, y que si ellos quisieran renunciar, se les tendría que pagar una indemnización millonaria. Esto significaba que el Estado debía duplicar su número de funcionarios o gastar millones en indemnizaciones.
En la actualidad el nivel de corrupción campea en muchos países. Incluso en Chile, considerado uno de los menos corruptos de Latinoamérica, existe. Hay empresas del Estado que “son” de tal o cual partido político, lo que significa que parte de sus utilidades van a ellos, y no pocas veces diluyéndose en manos de políticos que las usan para sus campañas o para su peculio personal. Corrupción también podría ser el hecho mismo de que difícilmente se ha sabido de que algún parlamentario o parlamentaria tenga amantes, o que use drogas como parte de su modo de vida, lo que implica un ocultamiento de lo que debe ser el comportamiento ético de quienes dirigen una nación.
En Israel la Corte Suprema de Justicia de ese país condenó a siete años de prisión al ex presidente israelí, Moshe Katzav, por los cargos de violación a subalternas, acoso sexual y obstrucción de la justicia. Los jueces de la Corte Suprema Edna Arbel, Salim Jubran y Miriam Naor lo condenaron pues no sólo las acusaciones fueron probadas, sino que Katzav había abusado de su posición de poder en un alto cargo para cometerlas: había quebrado la institucionalidad y la ética, había sido corrupto.
(Hay que notar que la presidenta de la Corte Suprema de Israel era Edna Arbel, mujer, al igual que Miriam Naor. Y que el otro juez, Salim Jubran, es un árabe israelí. Esto demuestra la calidad de la democracia de Israel)
Recientemente otro político israelí, un ex Primer Ministro de Israel, ha sido condenado. Se trata de Ehud Olmert, sentenciado a seis años de cárcel por un caso de soborno que se produjo cuando era alcalde de Jerusalem y Ministro de Industria. El 2009 Olmert tuvo que renunciar debido a numerosas acusaciones de corrupción, entre ellas haber concedido exenciones fiscales y agilizar proyectos de bienes raíces para un complejo habitacional que requería un cambio en las leyes de urbanismo. Esto podría ser visto con curiosidad en muchos países, ya que para muchos no sería “ni venial” comportarse de esa manera, y así obtener un beneficio de manera discreta para retirarse con la tranquilidad de una buena suma de dinero como respaldo de vida.
En varias ocasiones se ha llevado a tribunales a altos funcionarios políticos en Israel, lo que podría hacer pensar que en ese país abunda la corrupción. Pero la verdad es que lo que sucede es que en Israel sí hay una transparencia tal que permite denunciar a cualquiera, tenga el alto cargo que sea, lo que es impensado en muchos otros países del mundo, y más aún, llevarlo a la cárcel aunque se trate como en este caso de un ex presidente y un ex primer ministro, lo que es un ejemplo de la calidad de las leyes del país, ya que nadie tiene privilegios si las infringe.
Es sorprendente para quienes viven en países democráticos, con sistemas legales sólidos, al enterarse del enorme grado de corrupción abierta que campea por varios países del mundo. Muchas veces sucede eso porque es un comportamiento cultural. En países de África, y especialmente en los países árabes la corrupción pareciera ser normal. Salvo honorables excepciones, son el resultado de países creados como resultado del colonialismo europeo, lo que ha obligado a vivir juntas a etnias que siempre fueron enemigas, como pasa en varios países africanos. De manera que al regir el país gente de uno de esos grupos privilegia a los suyos en desmedro de los otros.
En el caso de países árabes, la mayoría de ellos se inventaron como territorios a explotar, también por sus colonialistas europeos. Pusieron al mando al jefe de la tribu más importante, o el que les aseguraba las prebendas económicas que perseguían, más que nada petróleo. Al estar su población conformada muchas veces por tribus, como eran patriarcales, esto es, que el jefe tenía todos los derechos sobre su gente, si terminaba por apropiarse de la mayor parte de las ganancias no era cuestionado, por algo era el jefe.
En el caso de los árabes palestinos, el enorme flujo de dinero que les regala la Unión Europea, Estados Unidos, ONG´s diversas, que debería ser usado para desarrollar el nivel de vida de su gente, se diluye en gran parte. A pesar de que sí lo usan en cierto grado, de todas maneras la parte gruesa va al bolsillo de los dirigentes, tanto en Gaza como en Cisjordania, y a los cercanos a ellos. Eso fue notorio cuando falleció Yaser Arafat, que dejó la no despreciable suma de novecientos millones de dólares a su viuda, que no vaciló un segundo para establecerse en París, olvidando el proyecto palestino de su difunto esposo. Si se quiere comprobar en que se usa el dinero que les obsequian, basta ver los uniformes y armas nuevas que portan los militantes de Hamas, de la Brigadas El Quassam, los grupos de Al Fataj, lo que demuestra que no lo usan en lo que han prometido a quienes se lo han donado, que es para desarrollar a su pueblo económicamente y en educación. Esta última sólo la dirigen para enseñar a los niños a prepararse para su guerra eterna contra la existencia de Israel, no sólo en Gaza, también en Cisjordania bajo la Autoridad Palestina. Para no perder el regalo que les dan es que Mahmud Abbas desechó la paz con Israel al aliarse con los terroristas de Hamas, que sólo desean destruir al país judío. Este es un comportamiento ya usual en los líderes árabes, que siempre que un acuerdo está cercano, hacen algo para que no se pueda concretar. Si llegaran a tener un país propio, los dirigentes árabes palestinos como Abbas verían alejarse el dinero con que le “ayudan”, y con ello la posibilidad de recortar su tajada.
En la gran mayoría de los países musulmanes no existe la democracia, ya que es un concepto occidental al que se llegó después de una larga historia. Los grupos de poder, siempre tras un líder absolutista, se mantienen férreamente en el gobierno para seguir usufructuando de las prebendas que obtienen a costa de los gobernados.
En el caso de Siria, el “presidente” Al Assad, que es un dictador disfrazado de presidente electo, ya que ha ganado las elecciones siempre con el imposible casi cien por ciento de los votos, sigue gobernando con mano dura a pesar de los grupos rebeldes que pretenden derrocarlo. Gracias a la ayuda de otros regímenes poco democráticos que lo ayudan, como son Irán y Rusia - encaminada ahora hacia un gobierno típico ruso, esto es de fuerza -, el dictador y sus acólitos siguen viviendo en su mundo de fantasía. Ya ni siquiera podría llamarse corrupción a la apropiación de las ganancias por los recursos petroleros y de otra clase que recibe de sus socios mencionados, más bien es la única forma que vida que Al Assad conoció bajo la vida de su padre.
La corrupción ha sido una manera normal de hacer las cosas en muchos países. No sólo en los países árabes, donde el pueblo, mantenido escandalosamente analfabeto por sus gobernantes, considera de derecho la corrupción de sus gobernantes. Hay otros, entre ellos varios países latinoamericanos, como Venezuela, que siempre fue conocida como una nación corrupta; tanto así, que la gente llegaba a apreciar eso como modo de vida; ya que si bien se debía pagar una suma por cualquier trámite, al menos eso servía para tener el resultado a los pocos días, y no mucho tiempo después.
El problema de la corrupción es que es parte de una concepción filosófica, si se quiere, de lo que deberían ser las cosas. Esta existe porque la sociedad en la que está enquistada tiene la pudrición necesaria como para que parte de sus habitantes la acepten y se beneficien con ella, generalmente no los menos afortunados; que por algo siguen siéndolo.
En Israel, al igual que en todas las sociedades, hay zonas de podredumbre: delincuentes, tráfico de drogas, contrabando, prostitución y cualquier otra cosa ilícita, como sucede en grupos humanos de cierto tamaño. Pero al menos no se perdonan los deslices con liviandad pues hay siempre ojos observando. Muchas veces ocurre que se hacen demandas o juicios que no tienen asidero, pero en último término es demostración de que cualquier desvío de personajes públicos no se acepta de buenas a primeras. Algunas veces estas demandas son absurdas, y denuncias sin base, pero de ser así quedará demostrado en los tribunales de justicia. A pesar de que sea molesto para los implicados, por lo menos demuestra que nadie está libre de faltar a la ley amparado en su cargo de poder.
Es difícil escapar a la tentación de enriquecerse con facilidad, y menos cuando se está en una situación de poder tal que podría permitirlo. Se necesita fuerza moral para evitarlo, y más cuando alrededor casi nadie se priva de beneficiarse. Pero es gracias a esa fuerza es que el mundo puede avanzar: hay gente recta, no todo el mundo es inmoral.

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