lunes, 27 de abril de 2015

Por qué los progresistas deberían apoyar a Israel

 

Bandera de Israel.
Israel nació con unas instituciones basadas en los principios que a mediados del siglo pasado defendía la izquierda en todo el mundo (los famosos kibutzs, las todopoderosas corporaciones sindicales, etc.). Hoy es un país plural, en el que las minorías son más respetadas y mejor acogidas que en cualquier otro lugar.
Los progresistas deberían combatir esta distorsión del “todo o nada” en el conflicto [palestino-israelí]. Reconociendo su complejidad y comprendiendo que demonizar a uno u otro bando inflama la situación, los progresistas podrían construir puentes en lugar de polarizar el conflicto. En las relaciones internacionales, así como en las humanas, los boicots y los insultos socavan el compromiso. Necesitamos respeto mutuo, para reconocer las esperanzas y los miedos de cada parte.
Ningún país es perfecto, ningún Estado es ideal. Pero Israel está bendecido con una democracia que funciona, el más grande y subversivo mecanismo autocorrectivo de la humanidad, y, como América, es lo que el historiador Michael Kammen llamó “una mezcla volátil del bien deseable y el mal evitable”. La brecha entre el bien considerable que es Israel y su creciente mala reputación debería hacer reflexionar a la gente pensante.
Informes recientemente desclasificados de la Inteligencia norteamericana revelan que el presidente siempre supo que Teherán puede tener capacidad para construir una bomba atómicaen dos o tres meses y no en un año, que es lo que siempre se ha vendido a la prensa.
Washington se escuda en que el plazo de dos o tres meses es el necesario para tener el combustible radiactivo necesario, y un año, el calculado para la construcción del artefacto, pero esa distinción nunca se hizo en las conversaciones con Teherán.
En su artículo para Bloomberg View del pasado lunes, el periodista Eli Lake asegura que el presidente de EEUU, Barack Obama, ha sabido durante años que Irán necesitaba sólo 2-3 meses para producir combustible suficiente para una bomba nuclear, pero intencionadamente evitó decirlo en público, destacando en cambio que Irán necesitaría un año entero para construir la bomba atómica.
El secretario de Estado de Energía, Ernest Moniz, reconocía también el lunes que EEUU ha sabido durante años que Irán sólo necesita dos o tres meses para tener material fusionable suficiente para una bomba nuclear.
El acuerdo preliminar sobre el programa nuclear iraní, que podría dar lugar a la supresión de las sanciones que pesan sobre su economía y su industria, han devuelto el interés de las principales petroleras por un país que cuenta con el 10% de las reservas de crudo del planeta y la quinta parte del gas natural. La italiana ENI, la francesa Total y la holandesa Shell, son algunas de las multinacionales interesadas en invertir de nuevo en Irán; pero muy por delante de ellas están las petroleras de dos países que, a pesar de las sanciones internacionales, nunca dejaron de comerciar con Teherán.
(…) las empresas chinas e indias (…) nunca abandonaron del todo el mercado iraní pese a las sanciones y (…) ahora buscan incrementar su presencia allí. Esta lealtad hacia el petróleo iraní ha sido correspondida por el Gobierno de Teherán, que por boca de su ministro de Petróleo, Bijam Namdar Zangane, anunció que la relación “estratégica” con Pekín continuará a largo plazo incluso cuando se llegue a un acuerdo nuclear con Occidente.
“Aquellos que fueron nuestros amigos durante las sanciones recibirán nuestra amistad en la misma proporción. China ha sido un socio estratégico de Irán porque ha sido y será el mayor comprador de nuestro crudo”, dijo el ministro.
Oren Kessler da cuenta en esta pieza de una historia muy poco conocida. En la guerra civil que vivió el Yemen entre 1962-70, Egipto intervino del lado de quienes querían derrocar a la monarquía, adscrita a la corriente zaidí del chiísmo.
El uso de armas químicas por parte de los egipcios y el temor de Israel a sufrir un destino parecido (en aquellos momentos, el Egipto de Naser era el principal enemigo del Estado judío) llevaron al Gobierno israelí a enviar ayuda logística para sostener en el trono a la monarquía.
La Inteligencia británica llevaba meses buscando apoyo israelí para los monárquicos y pronto encontró un socio dispuesto. En la noche del 26 de mayo de 1964, el iman Bader convocó una reunión estratégica con los líderes tribales que apoyaban a la monarquía, entre los que se contaba el jeque Hasán al Huzi, patriarca de la tribu huzi que hoy lidera la lucha contra el Gobierno internacionalmente reconocido del Yemen. Alrededor de la medianoche, los reunidos escucharon el sonido de un avión volando sobre ellos y vieron caer 14 paracaídas, lo que llevó a uno de los ancianos a maravillarse: “Mirad, hasta Dios está ayudando al imán”. El avión –que transportaba material militar, suministros médicos y dinero– iba pilotado por oficiales israelíes.

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