miércoles, 30 de octubre de 2013
Washington ya no asusta a los militares egipcios
Tanques de fabricación americana en Egipto
Desde la firma del acuerdo de paz entre Egipto e Israel (Camp David, 1979) EE UU viene dedicando a ambos países una sustancial ayuda militar, que ronda una media anual de 2.000 millones de dólares a Tel Aviv y unos 1.500 a El Cairo. Más allá de las palabras rimbombantes que usa Washington, presentando la ayuda como el premio por "la paz de los valientes", en el caso israelí se trata realmente de una decisión no siempre fácil de entender económicamente- al considerar que Israel es un país desarrollado que figura como el quinto exportador mundial de armas-, pero sí política y militarmente- por cuanto alimenta una relación entre socios muy sólidos, interesados en desarrollar conjuntamente un buen número de sistemas de armas tanto para cubrir sus propias necesidades como para venderlos a otros clientes.
En cuanto a Egipto, lo que se pretende es, por un lado, asegurar su compromiso con la paz anulando cualquier posible amenaza militar contra Israel- lo que concede a este una enorme ventaja estratégica al eliminar de raíz un frente de batalla y permitirle concentrar el grueso de sus capacidades militares hacia otros posibles frentes-. Por otro, se espera de ese modo que Egipto actúe como un moderador del resto de los países árabes en su rechazo a Israel y más aún de los palestinos que sufren la ocupación desde 1967. Al mismo tiempo, con esa ayuda- que ha derivado en que las fuerzas armadas egipcias dispongan hoy de equipo, material y armamento principalmente estadounidense- Washington ha logrado establecer unos estrechos lazos de relación personal con la práctica totalidad de los oficiales egipcios, que se forman en centros militares estadounidenses; o, lo que es lo mismo, dispone de un poderoso factor de presión y conocimiento de lo que se cuece a diario en los cuarteles egipcios.
Aquel gesto egipcio- rompiendo la unidad árabe tras cuatro guerras perdidas contra "el enemigo sionista" y treinta años después de la creación de Israel- tuvo consecuencias tan brutales como el asesinato del presidente Anuar al Sadat (1981). Pero aún así, sus sucesores, tanto Hosni Mubarak como incluso el ahora depuesto Mohamed Morsi, han sido fieles cumplidores del compromiso adquirido.
En todo este tiempo Washington (y Tel Aviv) ha podido disfrutar de las ventajas que le otorgaba un juego en el que se sentía con medios suficientes para garantizar un statu quo que le beneficiaba directamente- no olvidemos la alta importancia del Canal de Suez como vía de tránsito para bascular su poder naval del Mediterráneo al Golfo Pérsico. Precisamente por eso, y a pesar de la indudable inquietud que supuso la caída de Mubarak, EE UU ha seguido interesado en mantenerse cerca de las nuevas autoridades.
En esa clave se explica su resistencia a emplear el término de golpe de Estado para definir lo que los militares comandados por Abdel Fatah al Sisi realizaron el pasado 3 de julio. Haberlo hecho habría supuesto, por aplicación de la legislación estadounidense, la suspensión automática de la ayuda militar. Sin embargo, la evolución de los acontecimientos no ha hecho más que aumentar esa inquietud, acompañada de una relativa presión para mostrar en la práctica el descontento estadounidense con la manera en la que los militares egipcios están conduciendo actualmente al país. Así, Washington decidió primero suspender unos ejercicios militares conjuntos y ahora acaba de manifestar su intención de retrasar la entrega de algún material ya comprometido hace cuatro años (básicamente helicópteros Apache y cazas F-16) y reducir la ayuda aprobada para este año fiscal hasta los 585 millones de dólares.
Pensar a estas alturas que esos gestos van a modificar el rumbo que ha adoptado Al Sisi y sus seguidores- que consiste en aprovechar el golpe para intentar eliminar a los Hermanos Musulmanes como actor político y establecer un sistema tutelado que preserve sus privilegios- es totalmente ilusorio. Como muestra de ello basta comparar esa cifra con los 12.000 millones de dólares comprometidos por algunos países árabes- de los que 7.000 ya han sido desembolsados por Emiratos Árabes Unidos (3.000), Kuwait (2.000) y Arabia Saudí (2.000). Eso refuerza la confianza y el margen de maniobra de los nuevos gobernantes egipcios, que se han permitido el detalle, en mitad de una gravísima crisis económica, de devolver a Catar los 2.000 millones que Doha había prestado a Morsi (dejando claro que ahora el rumbo es otro).
Washington sabe (y los militares egipcios también) que no puede romper sus relaciones con un socio que sigue siendo imprescindible para mantener la estabilidad en una región de la importancia geoestratégica de Oriente Próximo. Por eso Obama se ve forzado a declarar públicamente que Estados Unidos "trabaja a veces con gobiernos que en nuestra opinión no cumplen las más altas expectativas, pero que trabajan con nosotros en defensa de nuestros intereses centrales" y sus portavoces añaden que la congelación de la ayuda será "modesta y temporal". Más claro, agua.
http://blogs.elpais.com/extramundi/2013/10/washington-ya-no-asusta-a-los-militares-egipcios.html