miércoles, 30 de octubre de 2013
El islamismo impone su ley en las cárceles británicas
Michael Adebolajo asesinó a un soldado en Woolwich, Londres
Reino Unido sabe de primera mano lo que supone ser cuna de terroristas. Pero los seguidores de Alá ya no son sólo aquellos que vienen de fuera. Los nacidos en el país, educados en sus colegios y formados en sus universidades son los que luego se convierten al islam.
El caso más reciente que ha salido a la luz ha sido el de Michael Adebolajo y Michael Adebowale, los dos británicos que en mayo asesinaron a sangre fría a machetazos a un soldado a plena luz del día. El primero, artífice del crimen, era un estudiante normal y corriente. Nacido en Lambeth en 1984, creció en Romford, iba a la escuela en autobús, jugaba al fútbol, tenía un montón de amigos y le gustaba vestir con ropa deportiva de marcas americanas. Sus padres, de origen nigeriano y cristianos, confesaron que cuando llegó a la adolescencia, se «les fue de las manos» y empezó a relacionarse con «malas amistades» del barrio de Hackney. Se convirtió al islam en 2003. Tenía 19 años. Pero condenar a estos asesinos a prisión, en muchos casos, no es la mejor opción. Las autoridades penitenciarias vigilan para que los recién llegados tengan el menor contacto posible con los fanáticos, pero el perfil de algunos reos no lo pone nada fácil. Hasta hace poco, en las celdas se encontraba Abu Qatada, uno de los ideólogos yihadistas más influyentes del mundo y considerado mano derecha de Bin Laden. Según la Fundación Quilliam, estos imanes han llegado a utilizar las tuberías para difundir su mensaje. «En el último lustro se ha encarcelado a alrededor de 150 musulmanes con condenas relacionadas con terrorismo. Las autoridades piensan que así se termina el problema, pero no hace más que empezar», asegura James Brandon, portavoz del «think tank» musulmán, contrario a cualquier doctrina extremista. «Empiezan enseñándoles cómo sobrevivir en prisión para ganarse su confianza y luego les comen la cabeza», matiza. Es más, convertirse al islam es ya en algunas cárceles británicas una medida de supervivencia. Por ejemplo, los presos no musulmanes de la cárcel de alta seguridad de Long Lartin se han visto obligados por los grupos radicales a dejar de escuchar música «occidental» o a quitar los pósteres de chicas desnudas. Algunos funcionarios señalan que sobre todo los jóvenes son obligados a orar e incluso a dejarse crecer la barba. En 2010, un recluso católico que se negó a convertirse resultó gravemente herido tras ser agredido. Según el último censo de 2011, el número total de personas en Inglaterra y Gales que se describieron a sí mismas como cristianas se redujo en 4,1 millones, una disminución del 10%, mientras que el número de musulmanes aumentó en un 75%. La mayoría vive en Londres. El 12,4% de los habitantes de la capital son seguidores del islam.
Objetivo de al Shabab
Los musulmanes británicos que hablan en contra del extremismo fueron advertidos ayer de que son objetivo del grupo militante somalí Al Shabab. La amenaza viene después de que el grupo terrorista emitiera un vídeo contra los «hermanos» que han criticado a los yihadistas. Scotland Yard confirmó que estaba investigando las imágenes y que algunos musulmanes que han criticado los atentados públicamente han sido puestos bajo protección policial para evitar represalias.
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