miércoles, 23 de octubre de 2013

Periodismo selectivo

por Marcelo Wio “… en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico”. Ryszard Kapuscinski (periodista y escritor polaco) La semana pasada, no fueron pocos los medios que se hicieron eco de un informe del Banco Mundial que sostiene que “las restricciones territoriales que Israel impone a Cisjordania le están costando a la economía palestina más de dos mil millones de euros al año”. Más allá de que tales “restricciones” no existen tal como pretende el Banco Mundial, sino que la división en áreas de Cisjordania fue acordada por palestinos e israelíes como parte de los acuerdos interinos (1995) que deberían haber concluido en un acuerdo permanente al que aún no se ha arribado; tanto el Banco Mundial como los medios de comunicación que dieron cuenta de la noticia olvidaron un dato importantísimo: la corrupción palestina como factor negativo para la economía palestina. Así, por ejemplo, el 9 de octubre de 2013 el diario español ABC informaba que: “Estas restricciones se traducen en la imposibilidad de muchos granjeros palestinos de cultivar tierras que están bajo control israelí o de ampliar la construcción de viviendas y comercios en estas zonas. El Banco Mundial acusa de esta pérdida económica a lo que llama el ‘régimen de restricciones israelí', que lleva al Gobierno palestino a depender excesivamente de la ayuda económica de otros países”. Un día antes, el diario mexicano El Universal indicaba que: “Los palestinos pudieran hacer crecer su abrumada economía en 33% y reducir a la mitad el déficit de presupuesto si Israel les permitiera usar 61% del territorio de Cisjordania al que ahora no pueden entrar, informó el Banco Mundial el martes. La institución y países donantes que apoyan a los palestinos han exhortado repetidas veces a Israel a que abra los territorios restringidos, conocidos como Área C. Pero el informe dado a conocer el martes es el primer intento detallado de cuantificar las pérdidas para los palestinos”. Cabe aclarar que El Universal sí explicaba la zonificación de Cisjordania. Pero ninguno de los dos medios se molestaba en dar un paso más allá de la explicación del Banco Mundial. Un paso que sí dio el diario inglés Sunday Times, según recogía The Times of Israel tan sólo unos pocos días después – 13 de octubre - de que se diera a conocer el informe del Banco Mundial. El medio israelí publicaba que: “La Autoridad Palestina ha dilapidado casi 2 mil millones de euros en ayudas europeas a través de la corrupción y la mala gestión, según afirmó el domingo un periódico británico, al filtrar el contenido de un documento europeo no publicado”. Ni más ni menos que la misma cifra que, según el Banco Mundial, “las restricciones territoriales que Israel impone a Cisjordania le están costando a la economía palestina”. Cuanto menos llamativo. Por lo menos para un periodista. El medio israelí continuaba diciendo que: “Transparency International, organización con sede en Berlín que monitorea la corrupción corporativa y política, afirmó que el estado de parálisis que afecta al parlamento palestino desde 2007 le ‘ha dado al ejecutivo una gestión ilimitada sobre los fondos públicos'. El nepotismo también es un lugar común en los sectores públicos y privados palestinos, afirmó la organización. Una encuensta palestina realizada en julio de 2012 encontró que el 71% de los encuestados creen que existe corrupción en las instituciones de la Autoridad Palestina bajo el control del presidente Mahmoud Abbas. Un 57% dijo lo mismo sobre las instituciones controladas por Hamas en la Franja de Gaza. De manera similar, una audiencia celebrada en el Comité de Asuntos Exteriores de la Casa de Representantes [en Washington] en julio de 2012, acusó al establishment político palestino de ‘cleptocracia crónica', apuntando directamente a Mahmoud Abbas y a miembros de su familia”. Pero, ¿las acusaciones de corrupción son algo nuevo? No. Sin tener que realizar un extenso viaje en el tiempo, el 25 de julio de 2013, el periodista árabe israelí Khaled Abu Toameh escribía en el Jerusalem Post: “El destituido funcionario de Fatah Muhammad Dahlan, ha acusado al Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, de ‘dictadura, arbitrariedad y corrupción'. Las acusaciones de Dahlan llegaron en forma de una denuncia legal sin precedentes que ha interpuesto contra Abbas en la ONU, la Unión Europea y la Corte Penal Internacional. [... ] ‘Mahmoud Abbas está explotando el dinero y los recursos de los palestinos y la Autoridad Palestina, así como las fuerzas de seguridad que dirige, para llevar a cabo sus medidas arbitrarias [contra] Dahlan sin hacer caso del derecho palestino o el internacional', escribió Dahlan en la denuncia”. Pero esto no es algo tan novedoso. Yendo algo más atrás en el tiempo, el 11 de febrero de 2009 la cadena estadounidense CBS afirmaba que: “Yasser Arafat desvió cerca de 1000 millones de dólares de fondos públicos para asegurar su supervivencia política, pero se ignora del paradero de mucho [dinero] más”. En tanto, en 2004, Issam Abu Issa (Ex presidente del Banco Internacional de Palestina y fundador de la Coalición Nacional de Palestina para la Democracia y la Independencia) señalaba que: “Los hombres de Arafat despliegan una flagrante corrupción. Llegando sin un centavo a Gaza y Cisjordania desde el exilio en Túnez, muchos miembros de la OLP han acumulado riqueza, mansiones construidas en Gaza, Ramallah, Ammán, y en otros lugares y enviaron a sus hijos a las mejores escuelas en el Reino Unido y los Estados Unidos. Hisham Makki, el ex jefe de los Servicios de Radiodifusión Palestina, asesinado en enero de 2001, ganaba un sueldo mensual de 1,500 dólares pero se convirtió en millonario en unos pocos años. Inmediatamente después de su asesinato, Arafat se congeló las cuentas bancarias personales de Makki, que se estima en 17 millones de dólares. Makki habría aceptado sobornos y vendido de material propiedad del gobierno. Sin embargo, se rumorea que tuvo un altercado con otro funcionario de la Autoridad Palestina para la distribución de las ganancias obtenidas en las transacciones comerciales ilegales. Los agresores, que se cree que eran miembros de las Brigadas de Mártires Al-Aqsa, un sombrío grupo afiliado a Fatah, nunca fueron capturados. [...] A finales de 1997, cuando la Oficina del Auditor de la Autoridad Palestina dio a conocer su informe financiero de fin de año, 326 millones de dólares - 43 por ciento del presupuesto anual – “faltaban”. Sólo el 57 por ciento del presupuesto se contabilizan, dedicado a las fuerzas de seguridad (35 por ciento), la oficina del presidente (12,5 por ciento), y asignación pública (9,5 por ciento). [... ] Para una escala tan escarpada, pocas denuncias se equiparan a un acuerdo al que supuestamente se produjo entre Muhammad Rashid, uno de los asesores de Arafat, y el difunto Yossi Ginosar, un ex oficial de seguridad israelí. La compañía de Ginosar, ARCO, ayudó a abrir cuentas en bancos suizos y depositar en las mismas fondos provenientes tanto de empresas financiadas por la AP y desgravaciones fiscales israelíes a la Autoridad Palestina. En un período de cinco años, aproximadamente 900 millones de dólares fueron desviado a estas cuentas”. También en 2004, la revista Time apuntaba que: “A medidos de los 1990, Arafat controlaba un imperio financiero controlado por valor de 3000 millones de dólares. Al momento de su muerte, había disminuido hasta los 1000 millones, según estimaciones de la inteligencia israelí”. Las cifras no son menores. No se trata de un político que se está quedando con los centavos de un “vuelto”. Los reportes hablan de miles de millones. Miles de millones que no suman ni una sola razón para que el periodismo haga periodismo. Pero es una corrupción que no sólo se practica en las altas esferas de poder, sino que está enraizada en diversos niveles. Entonces, ¿por qué será tan fácil para los medios informar sobre aquello que arroja la culpabilidad o el dedo acusador sobre Israel; y tan difícil hacerlo cuando ese dedo se vuelve contra los líderes palestinos? ¿Qué habrá detrás de esa comodidad? O, ¿por qué se vuelve tan cómoda esa postura? El soslayo de cualquier intuición de responsabilidad palestina en sus propios males, es casi una regla que se va imponiendo, tácita y silenciosamente, en los medios de comunicación hispanos; como si en lugar de ejercer el periodismo, estuviesen ofreciendo una novelita por entregas que tiene un cierto éxito y donde el malo ya está bien definido. Y ya se sabe, lo que vende, no se cambia.