viernes, 11 de abril de 2014

Los esclavos verdaderamente libres...


Los esclavos verdaderamente libres...
Parashah AJARÉ
BHN”V
Los días de Jag HaPesaj han llegado a su feliz término. Ahora es tiempo de tener en
cuenta los días y las semanas que unen -más allá del tiempo calendario- el instante signado
con la liberación de Egipto y el de la Recepción de la Torá (Jag HaShabuot); son los días
de sefirat haomer, cuarenta y nueve en total, equivalentes a siete semanas íntegras, que
comenzaron a transcurrir desde la Segunda Noche de nuestro Seder Familiar. Nos hallamos,
por tanto, en la Sefirá, tiempo que construye, como decíamos, ese puente entre
Pesaj Shabuot.
Este Shabat retomamos la lectura habitual de nuestra Torá. Estamos promediando el
libro de Levítico, un libro particularmente valorado por nuestros sabios por su carácter
educativo tanto para el individuo como para el pueblo hebreo, que transita por el desierto
hacia su madurez corporal y espiritual.
La sección semanal que nos propone el texto es leída en esta ocasión y, también, durante
la mañana y la tarde de un día muy particular: Iom Ha Kipurim, que es el mismísimo
tiempo en el que el Perdón Divino tiene lugar en nuestras vidas y en la de nuestros seres
queridos. Ajaré Mot -tal el nombre de nuestra perashá- goza de un particular “privilegio”
y es por eso que deseamos proponer una explicación. Es más, intentaremos hallar -
siempre por medio de la sabiduría ancestral de quienes nos precedieron- la circunstancia
misma de su lectura durante este Shabat y su inmediata conexión -aparentemente de
contigüidad- con la festividad de Pesaj.
Decíamos que uno de los aspectos centrales sobre el cual gira esta sección trata de la
Avodá, el ritual llevado a cabo, a lo largo del Sagrado Día, por el Sumo Sacerdote, el
Cohén Gadol, en las inmediaciones del Templo de Jerusalem y del Kodesh HaKodashim,
es decir, el recinto de mayor santidad que poseía el Santuario jerosolimitano. Este día,
Iom HaKipurim, indicaba en el calendario un hito muy especial pues era, nada más y nada
menos, que el tiempo en el que la Voluntad del Todopoderoso -es decir la total expresión
de Su Amor y Su Bondad- se ponía de manifiesto para con Su Pueblo Israel. “Et
104 DEBARJÁ IAIR Mordejai Maarabi
Vaikrá
Ratsón” para quienes lo pueden entender en su significado hebreo.
Este tiempo le asignaba una nueva significación al vínculo entre D’s y Su pueblo, lo
revitalizaba, le anunciaba nuevos hechos y, sobre todo, renovadas esperanzas de justicia,
de verdad, de sensibilidad social y de acercamiento al ideal bíblico en la observancia
de preceptos esenciales, emanados del Creador, para la sociedad humana. Iom Ha Kipurim,
en cierto modo, inauguraba una alentadora etapa, donde “todo” volvería a recomenzar,
si es que así podríamos definirlo. La esencia de la Teshubá, arrepentimiento, anuncia un
punto de partida para el ser humano, desde el mismo lugar donde empezó, aunque ya
“ha dado una vuelta completa y ha observado, analizado, desechado, aprobado y desaprobado
conductas que le han sido perjudiciales”, al decir del erudito sabio contemporáneo
Rabino Iosef Dov HaLevi Soloveitchik ZTS”L. Sostiene genialmente este Rabino
que “la Teshubá es por cierto un movimiento circular, donde la persona debe ‘volver a
ser uno mismo’ ”. Por lo que podríamos convenir que Iom Ha Kipurim, con todas sus
connotaciones, representa el comienzo de una era “reconciliatoria” del hombre consigo
mismo y, a partir de ello, con el Todopoderoso.
Así lo establece el texto de nuestra perashá Ajaré Mot cuando, al referirse al Sagrado
Día, dice: “...Será esto para vosotros una ley perpetua; en el séptimo mes, en el día diez
del mes... Ya que en este día hará expiación por vosotros para purificaros. De todos
vuestros errores, ante HaShem habréis de purificaros...”. (Vaikrá 16: 29, 30).
El sabio judío de Praga, el Maharal, personalidad indiscutible en el mundo del estudio e
interpretación bíblicos, nos acerca al respecto del pedido de nuestra Torá, en su libro
Baer HaGolá, una explicación: “...hacer sonar el Shofar es la conclusión de Iom HaKipurim
(acto que debería ocurrir en el Sagrado Día del Perdón del Iobel, es decir del año cincuenta,
pues cada año cincuenta se celebraba el Jubileo, donde todas las pertenencias
retornaban a sus dueños originales -por ejemplo las tierras arrendadas- o bien, si alguna
persona se hubiere vendido como esclavo a perpetuidad, ésta debía, irremediablemente,
salir en libertad al aproximarse el “año del iobel”). Dice el Maharal: “...El sonido del
Shofar -Tekiá- es por lo general (para significar) la salida hacia la libertad, así como lo era
la Tekiá del Iom HaKipurim en el Iobel (Jubileo, espacio de tiempo de cincuenta años);
por tanto, cuando la Neshamá -el aspecto vital del ser humano- se libera definitivamente
del pecado, esto es, de su servidumbre a los instintos, es cuando, precisamente, se
hace sonar el Shofar en la conclusión de Iom HaKipurim, porque es allí cuando la Neshamá
(capacidad espiritual y cognoscitiva del hombre, N. del T.) retorna a su Libertad Natural,
‘Ben Jorín’, de las transgresiones cometidas...”.
Si nos detenemos por un instante a reflexionar acerca de lo escrito, podremos establecer
los “puentes” que nos propusimos construir al principio de nuestro comentario. La
celebración de Pesaj conlleva un poderoso significado de Libertad. Como esclavos del
Vaikrá
Mordejai Maarabi DEBARJÁ IAIR 105
Faraón y como “esclavos de esclavos” la salida de esa esclavitud tuvo que ver, en primer
lugar, con la liberación del cuerpo físico, del cuerpo social de una nación engrandecida
en los “números” aunque empequeñecida en sus cualidades morales. Una idea que encuentra
sustento en el mismo texto de Sefer Shemot, que nos entera que: ...veló shameú
el Moshé, mikotser rúaj u-meavodá kashá”, es decir, que a los hebreos les resultó -al
menos al principio- muy dificultoso escuchar a Moshé, porque eran impacientes y porque
sus trabajos eran muy pesados.
¿Qué pesaba más a la hora de tomar decisiones? Un espíritu abatido y recortado puede,
con seguridad, ser más inseguro que cualquier “carga laboral”, ¿cómo explicar si no
nuestra propia impaciencia por escuchar...nos a nosotros mismos, en primer lugar, y
recién más tarde a los demás?
Así es como Pesaj nos devuelve, en cierta manera, el coraje de “darnos tiempo” o,
mejor dicho, de ser los dueños verdaderos de nuestro tiempo. Es allí donde empieza
el derrotero, el camino. Pero no hay caminos sin obstáculos, sin tropiezos, sin fracasos
ni recaídas. Aunque, gracias a D’s, hay caminos. ...Ve-Hú ieiashér orjotéja”, el Todopoderoso
será Quien se encargue -una vez “encaminados”- de hacer que esos trayectos
sean Iesharim, rectos, al decir del hermoso versículo. Nuestra perashá agrega un sentido
más a la libertad obtenida durante Pesaj Mitsraim y a lo largo de Pesaj Dorot (la
festividad de Pesaj Generacional), lo que ocurre cuando se escucha el agudo sonido del
Shofar al finalizar Iom Kipur. Es allí, dice nuestro autor, cuando expresamos nuestra esperanza
de haber obtenido la libertad espiritual y no quedamos expuestos ya a la servidumbre
de nuestros instintos, de nuestros impulsos, de todo aquello que no queremos
ser ni hacer más.
Jag Ha Pesaj inicia el camino y Iom Ha Kipurim lo enaltece. La llegada a la tierra de Israel
permite “bajarlo a tierra” y pavimentarlo, si es apropiado representarlo gráficamente
de esa manera. El resto es caminar libres en ambos sentidos y en ambas direcciones. El
cuerpo se libera y el alma se exalta, porque perciben la Presencia de la Divinidad. Y
entonces el hombre decide abrazar para siempre el “Yugo” que, con mayor libertad, le
asiste a lo largo de su vida: Ol Maljut Shamáim, el Yugo Celestial. ¿Qué es lo que significa?,
se pregunta. El poeta Rabi Iehudá HaLevi responde: “Los esclavos del tiempo, son
esclavos de esclavos; el esclavo de D’s, él solo es verdaderamente libre. Y será cuando
todo ser humano requiere su lugar, Mi lugar junto a D’s, es lo que anhela mi alma...” (del
poema “Avdé hazemán”).
Rab. Mordejai Maarabi. Rabino oficial de la OLEI.

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