Y amaras a tu prójimo
Rabino Daniel Oppenheimer
“Amarás a tu prójimo” - dice el muy célebre versículo de
Y yo cuestiono: ¿Será tan así? ¿Qué entienden todos esos tanteados bajo el término “amar al prójimo”? ¿Hay una definición común y universal? Cuando hice la prueba en conferencias ofertas de distintos grupos, la descripción de lo que interpretaban los participantes como explicación de esta máxima bíblica era algo así como “llevarse bien con los amigos”. Si de eso se trata, entonces está claro por qué tanta gente supone que al menos este precepto lo cumple con creces. Todos “nos llevamos bien con los amigos” pues por esa razón son nuestros amigos: ¡para llevarnos bien!, es decir, para salir a pasear juntos, jugar juntos a lo que sea, apoyarnos mutuamente en los problemas que padecemos, etc. Si esa fuera la explicación correcta, el versículo de No. “Elige para él (el condenado a muerte por el tribunal) una defunción ‘linda’ (con la menor agonía)” (Talmud Ketuvot 37:, Sanhedrín 45.). Yo pensaba que era importante querer a los amigos... ¡y resulta ser que el Talmud me indica que (también) debo amar a los reos! Aquel que conoce algo más sobre lo que los Sabios dijeron en referencia a los complejos procedimientos legales que podían conducir a una posible pena de muerte, sabrá que algunos opinaban que si se llevaba a la práctica una ejecución una vez en setenta años, se calificaba al tribunal actuante como “sanguinario”. De modo que, si al fin una persona realmente era condenado, ¡pues sin duda que lo tenía bien merecido! ¿¡Y ahora el Talmud me ordena que ese es el individuo a quien debo amar?! ¿No había alguien más adecuado sobre quien volcar mis sentimientos fraternales? Bien. Si ya llegamos hasta este punto, entonces podemos deducir la primer moraleja de las palabras de los Sabios: El amor al cual estamos obligados no se reduce a los camaradas, sino precisamente, y muy por lo contrario, a aquellos a quienes más nos cuesta querer (por los distintos pretextos que disponemos: “porque con él no me doy”, por cuestiones “de piel”, o cualquier otra razón banal). Esta situación se nos presenta a todos. En cada grupo de personas, ya sea en el aula, en el lugar de trabajo, en la sinagoga, en el club, etc. están aquellos con quienes nos resulta más cómodo asociarnos, y aquellos con quienes nos cuesta un poco - o no tan poco - más. La responsabilidad de amar se aplica más a estos últimos. Amar no es fácil. La difusión de novelas y películas de amor y romance, dieron la falsa imagen a mucha gente que el amor se reduce a una cuestión de sentimientos: o “se da” o “no se da”. A casi nadie se le ocurriría afirmar que se puede obligar a una persona a amar a otra, con quien no siente afinidad. Sin embargo, de ser así, tendríamos ante nosotros una pregunta obvia: si Nuevamente. Amar no es simple. Pensemos juntos: ¿Sabemos valorar las razones ajenas aun cuando, como adversarios, los prefiero ver totalmente equivocados? ¿Sabemos ponernos en la situación del otro aun cuando “lo último que quisiera” sería estar yo en esa situación? ¿Sabemos alegrarnos cuando el otro tiene éxito en lo que emprende aun cuando pareciera ser que justo a mi todo me va mal? La respuesta que da
Fuente: Ajdut Informa Nº 379
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