miércoles, 9 de abril de 2014

OPINION

¿Ehud Olmert a prisión? Destacado

La Justicia, lenta pero para todos por igualLa Justicia, lenta pero para todos por igual
Corría el mes de mayo del año 1983. Por primera vez visitaba la tierra de Israel. Un sueño de muchísimos años se concretaba y como turista recorrí el país de Metula a Eilat, sin olvidar lógicamente la mística Jerusalén. En la ciudad capital me aloje en el Hotel Holyland en Bayit Vegan. El gran recuerdo del hotel era su magnífica ubicación, desde donde podía divisarse una amplia zona del valle que rodea la zona y unos hermosos y cuidados jardines. En los mismos se encontraba una réplica de la ciudad vieja de Jerusalén en la época del Segundo Templo.
La misma había sido construida por el artista-escultor Hans Kroch en 1966 y constaba de miles y miles de piezas ensambladas de tal forma que cubría una superficie de más de 2.000 metros cuadrados. Era una reproducción basada en los historiadores de la época, encabezados por Julio Josefo y, sobresalía de la misma, la imagen del Templo de Herodes, realizado en perfecta escala. La obra había sido encargada al artista por el dueño y constructor del Hotel y llevaba el nombre de su hijo que había fallecido combatiendo durante la guerra de la Independencia en 1948. Al destruirse el edificio, y producirse por segunda vez la destrucción del Segundo Templo, la enorme pieza histórica se desmontó cuidadosamente y se volvió a armar en el Museo de Israel a un costo de tres millones y medio de dólares, donde puede verse actualmente.
Pero eso es otra historia, volvamos a la enorme parcela que ocupaba el edificio y terrenos colindantes. Dicho lugar era de visita permanente y pertenecía al recorrido clásico del turismo moderno. Un símbolo dentro de la ciudad.
El tiempo transcurrió, realicé otros dos viajes más como turista a Israel y ya en 1987 como olé jadash, cada vez que volvía a la ciudad capital, generalmente con turistas que venían a visitarme, los acompañaba y les mostraba orgulloso el hermoso paisaje desde los jardines del Hotel y la réplica de la Ciudad Histórica.
Pasó toda una época y sorpresivamente, por lo menos para mí, el lugar se cerró y pasó a lo que todos conocemos. El hotel se derribó y en su lugar se edificaron una serie de horribles torres que no solo estropearon todo el paisaje de la zona, sino que son un atentado contra el buen gusto. El que también debería ir a prisión es el diseñador de la obra.
Como provengo de un país donde la corrupción y la coima son tema de todos los días, lo primero que pensé es que “alguien debe haber sacado una linda tajada para permitir esto”. Funcionarios públicos deshonestos existen en todos lados. Probablemente en Latinoamérica, lamentablemente, encabezan las encuestas, pero también en España e Italia hay muestras de tal actitud al por mayor. Por tal motivo, pensar mal es cosa diaria.
Transcurrió el tiempo y habiendo llegado Ehud Olmert al cargo de Primer Ministro, se comenzó a hablar de que cuando era Intendente de Jerusalén algo no había sido del todo limpio en la autorización del horrible edificio donde se encontraba el Hotel Holyland y se tejió toda una serie de acusaciones y desmentidos en un largo proceso que llego a llamarse “Affaire Holyland”.
La justicia es lenta. Muy lenta. Terriblemente lenta. Pero por suerte, en forma cadenciosa y serena llega a destino. El pasado lunes, ha determinado por un juez que el Sr. Ehud Olmert ha recibido una suma de dinero, aún indeterminada, por haber permitido la construcción del complejo habitacional en los antiguos terrenos del hotel.
La noticia es lamentable. Que un funcionario público en Israel sea encontrado culpable de tal actitud, duele. A los que amamos el país y nos sentimos sionistas hasta la médula de los huesos, esa noticia no nos trae un buen gusto a la boca. Pero si se cometió una falta, esta debe pagarse. Sin ninguna duda.
Olmert ingresará a prisión y tendrá el triste honor de ser el primer Primer Ministro que sea encarcelado. Pero no estará solo en la historia. Ya ha habido presidentes, otros ministros, diputados, intendentes y muchos personajes de menor cuantía pero de “alta categoría”.
Y eso es lo que debemos sacar como positivo en Israel. Que a pesar del puesto en donde uno se desempeñe, la justicia es igual para todos. Cualquiera sea el lugar que se ocupe, si se es culpable, se paga. Si se delinque, se cumple prisión. Los manejos irregulares de fondos se penan y esa es la gran diferencia con nuestros países de origen, donde los grandes estafadores son los amigos directos de los gobernantes, que los protegen para que sigan robando y participan de sus utilidades.
Se le atribuye a nuestros pioneros la frase “Israel será un país normal cuando tenga ladrones y prostitutas como cualquier otro”. Los políticos se encargan que nos podamos sentir como un país normal. Gracias, señores políticos.
Cont. Víctor Vaisman

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