martes, 24 de junio de 2014

El profético retrato del Londonistán de una novela de 1914


The Old Ship es nombre común de hostales y pubs. Este se encuentra en Aveley, Inglaterra.The Old Ship es nombre común de hostales y pubs. Este se encuentra en Aveley, Inglaterra.
Hace exactamente un siglo, el afamado escritor británico G.K. Chesterton (1874-1936), a quien susadmiradores se referían como el pensador y literato más consumado del siglo XX, publicó una curiosa novela titulada La taberna errante. En pleno apogeo de la Primera Guerra Mundial, se imaginó que el Imperio Otomano conquistaba Gran Bretaña e imponía la sharía.
Chesterton aprovecha este implausible panorama como vector para ridiculizar el progresismo – aquel mismo enfoque izquierdista, arrogante, "científico" y jerárquico de la administración pública que caracteriza a la era Obama. "El oficio de los progres consiste en seguir cometiendo errores" explicabaChesterton con acierto, y La taberna errante evidencia de forma mordaz sus estrepitosos fracasos. De paso, su imaginario de un islote soberano islamizado presenta curiosos rasgos merecedores de distinción en su centenario.
Chesterton habla de una guerra en la que "el mayor de los guerreros turcos, el aterrador Osmán Pashá, célebre por su valentía en la guerra y su crueldad en momentos de paz a partes iguales" se alza con una famosa victoria sobre los efectivos británicos, que conduce a la ocupación de Inglaterra, a que los turcos se hagan con las jurisdicciones y a la creciente influencia de "un destacado místico turco", un tal Misysra Ammón, que defiende costumbres islámicas tales como no comer cerdo, la prohibición de las imágenes religiosas, quitarse los zapatos a la entrada y el ejercicio de la poligamia.
Pero la costumbre islámica más notable, y en torno a la cual gira La taberna errante, es el decreto de Osmán Pashá que ordena la destrucción de los viñedos y la abolición del alcohol. Lord Philip Ivywood, deseoso y progresista seguidor de Ammán, aprueba en 1909 una ley seca que solamente permite contadas excepciones: los edificios con carteles de hostería en el exterior (a la espera de su desaparición universal) y dos célebres tascas destinadas (por supuesto) a los parlamentarios, el Claridge's Hotel y el Criterion Bar. Por lo demás, los pubs sirven limonada, té y el resto de lo que Chesterton bautiza "bebercio sarraceno".
Aprovechando la antigua laguna, un avezado marinero irlandés y un tabernero británico van rodando llevando con ellos el cartel itinerante del pub "The Old Ship", un barril gigante de ron y una enorme pandereta de queso cheddar. Cunde su bacanal, y la creciente indignación de Lord Ivywood, postula el grueso de esta obra de ficción, culmina en una revuelta británica contra Ivywood, contra Londonistán, contra las fuerzas del orden turcas con el fez en la cabeza y contra sus abstemias costumbres. Hostiles "al hecho de que ser aplastados por las armas de caballeros de tez oliva y amarilla… hubiera hecho de los británicos lo que llevaban siglos sin ser". Su heroica insurgencia culmina en la muerte de Osmán Pashá "con su rostro hacia la Meca" y en la reapertura de los pubs.
Aunque la lectura presenta un desafío, esta trasnochada ficción anticipa sin tapujos la alianza izquierdo-islamista de nuestro tiempo, fenómeno por lo demás claramente invisible hasta los años 80. Adelantándose al diputado George Galloway y al terrorista Carlos el Chacal, el izquierdista Ivywood llamaba al islam "una gran religión" y "la religión del progreso". Llegó a apelar a la unión integral entre el cristianismo y el islam, que recibiría el nombre de Crislam (término actualmente en boga en 2014), mientras un clérigo anglicano propenso a las modas quería que la Catedral de San Pedro exhibiera "alguna clase de doble distinción… que combinara la cruz con el creciente".
Descubrimos, con asombro, que Ivywood escribió una biografía del tiránico sultán otomano Abdul Hamid II para la colección Potentados progresistas, adelantándose a (entre otras obras) la aérea biografía de Hafez al-Assad que firma Patrick Seale. La izquierda actual encuentra excusas para la ablación femenina e Ivywood abandonaba a las menores occidentales secuestradas en los harenes turcos razonando que "no debe de haber nuevos engorros a cualquier vínculo cordial o nacional que se haya forjado". Recordando a los progres de hoy en día, afirma que las mujeres turcas disfrutan "de la mayor de las libertades" al tiempo que habla con desprecio del grueso de sus paisanas británicas.
De igual forma, Chesterton adelanta los demás asuntos inexistentes por entonces y omnipresentes hoy. Ivywood especulaba con nuestros tiempos: dentro "de un siglo o dos", dijo, "podríamos ver la causa de la paz, la ciencia y la reforma apoyadas por el islam por doquier". Siguiendo esta tónica, defendió "Asia en Europa", algo que ha logrado la inmigración musulmana.
El místico turco Ammón promulga "sandeces de que la civilización islámica había sido fundada por turcos [y] parecía pensar que los británicos volverían pronto a esta forma de pensar". En la práctica, resulta banal escuchar en 2014 a los islamistas conjugar que los musulmanes llegaron a Américadurante el siglo décimo y que el islam ocupó un papel protagonista en la redacción de la Constitución de los Estados Unidos.
La taberna errante esboza de forma memorable un panorama curioso, socarrón y descabellado del islam en Gran Bretaña, mucho más real en estos tiempos que cuando se publicó hace mucho en una era muy diferente

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