El faraón Akenatón y la conexión judía
El faraón Akenatón es una figura singular que forma parte de dos historias: la de la humanidad, y la historia sagrada, ya que sus vínculos con pasajes del Antiguo Testamento, en la Biblia, podrían ser más que casualidades.
De hecho, el nombre de Akenatón se une al de Moisés, caudillo que condujo al Pueblo judío a la Tierra Prometida; siendo que ambos son reformadores religiosos, introductores del monoteísmo en un mundo que adoraba a muchos dioses.
En uno de los escritos antiguos se lee que “Se dice que el sacerdote que redactó su constitución y sus leyes (las de Akenatón) era nacido en Heliópolis y se llamaba Osarsef a causa del Dios Osiris y adoraba en Heliópolis, pero cuando se unió a esta gente cambió su nombre y fue llamado Moisés”.
Un dato muy significativo viene a confirmar esta presunción de cercanía entre el egipcio y el judío; en Hechos de los Apóstoles, donde se relata el origen de Moisés (Hc, 7:21), dice: “Y al ser abandonado, la hija del Faraón lo recogió y lo crió como a su propio hijo”.
Pero todavía más interesante es el párrafo de Hechos 7:22, donde se lee: “Así Moisés fue iniciado en toda la sabiduría de los egipcios y llegó a ser poderoso en palabras y obras”, un rasgo de poder que era reconocido en Egipto a los sacerdotes y al mismo Faraón.
Esa conexión judía termina haciéndose más elocuente, cuando el mismo Libro sagrado, cuenta que “Al cumplir cuarenta años, sintió un vivo deseo de visitar a sus hermanos, los israelitas (Hc, 7, 23).
Así, conviene preguntarse: ¿Fue Moisés el creador de una nueva religión, o tan sólo un continuador? Si bien no existe ningún documento que pueda probar la posible relación entre Akenatón y Moisés, sin embargo, por vía de hipótesis se podría establecer que sí existía o permanecía presente en la memoria del pueblo aquella religión del Dios egipcio Amón.
Esta presunción se avalaría en la escena del Sinaí, cuando el pueblo judío errante y estancado en espera de que Moisés bajara con las Tablas de la Ley, que obligó a Aarón, hermano de Moisés, a hacer dos becerros de oro, claramente un símbolo del dios Amón.
No existe una unidad de criterio entre los autores. Por ejemplo, algunos ven similitudes entre el “Himno a Atón” de Akenatón y el Salmo 104 de la Biblia; para otros no es así.
De todas maneras, aquella mención de que Moisés habría sido iniciado por los sacerdotes egipcios en el conocimiento de los misterios, resolvería el caso en favor de que en el fondo, habría un sustrato esotérico similar para ambas religiones.
Y la Torá difiere mucho a la ley de los egipcios de esa epoca y Moisés nunca llego a ser Faraón.