jueves, 22 de mayo de 2008

Nuestra Delegación en Israel - Día 6


Ya era domingo.
Después de habitarlo por seis noches, parecía que el hotel Moriah Gardens se había convertido en nuestro hogar, y que de alguna manera -por más exagerada que fuera- Jerusalem nos había revelado varios de sus secretos.
Hicimos por vez primera la valija, un ejercicio al que íbamos a acostumbrarnos a la fuerza en los días subsiguientes, cambiando casi más de hotel que de calcetines.
Enfilamos para el Monte Herzl, donde se encuentra el cementerio militar más importante del país.
Allí dedicamos unos cuantos minutos para recorrer las tumbas de Herzl, de Itzjak Rabin y su esposa, de Zeev Jabotinsky, Golda Meir, Levi Eshkol y otros tantos próceres de Medinat Israel. Recitamos el Kadish, colocamos piedras en cada una de las tumbas, y nos impresionamos por algunas cosas. Por un lado, a pesar de la grandeza de sus vidas, las tumbas de los héroes de la nación guardan la humildad adecuada, esa que testifica aquella enseñanza de nuestros sabios que dice que “los justos no necesitan monumentos, pues sus vidas ya lo son”. Nos llamó también la atención la edad de la mayoría de los caídos, por su juventud; un dato que no por obvio, deja de ser espeluznante. Y a diferencia de nuestros cementerios, prácticamente ninguna tumba tiene foto, pero lo que sí tienen es o un huequito en la piedra, o una cajita a su lado (de metal o de vidrio) para colocar allí una vela de recordación, evitando de esta forma que el viento la apague.
Como el acto central de Iom Haatzmaut, el que habíamos visto por la tele el jueves por la noche, se había realizado precisamente aquí, a unos metros, en un estadio armado ad hoc, quedaban varias pistas del mismo. Entre ellas, una enorme colección de coloridos banderines con los escudos de cada una de las divisiones militares, muchos de ellos tirados en el piso esperando a ser limpiados esa misma mañana, ya que entre los feriados y el Shabat no hubo tiempo para la limpieza.

Varios de nosotros comenzamos a ayudar espontáneamente al personal de la municipalidad jerosolimitana, haciendo rollitos kilométricos con estos preciosos souvenirs. La imagen lejana de Virginia, recogiendo cuanto banderín encontraba para sus 11 nietos y 7 bisnietos, quedó grabada en la memoria grupal, memoria que a esta altura ya estaba más que sobrecargada, pronta a colapsar.
Con Ajman, nuestro chofer, orientando el colectivo hacia el sur, salimos desde Jerusalem con un cúmulo tal de sensaciones, que la única que pudo ponerle palabra y sonido fue la voz de una israelí que cantaba “Aleluia”. Mientras nos internábamos rápidamente en el desierto de Judea.
El primer viaje largo en el micro nos paseó por el Neguev atravesando Beersheva, una de las ciudades más importantes de Israel, cuna de la Universidad Ben Gurión, y de todos los sistemas de riego por goteo en el mundo. Un oasis de construcción, ciencia y desarrollo inserto en un medio ambiente absolutamente hostil, que hace gala de la pujanza israelí. Pujanza que en esta región se hizo carne básicamente en un solo hombre, un hombre que detrás de sí condujo a millones: David Ben Gurión.
Fuimos hasta Sdé Boker, el kibutz en el que vivía, convencido de que para hacer crecer a Israel había que hacer crecer el Neguev. Ben Gurión era un político de esos que actualmente escasean tanto, esos de los que su vida era un reflejo exacto de sus ideas, esos que hacían uso del poder solamente como un medio para mejorar la existencia de su gente, y no la propia.

Entrar en su casita, no muy diferente a las del resto del kibutz, es comprobar cuán enorme era este hombre tan pequeño. Y visitar su tumba junto a la de su mujer Pola, es ser partícipe de un paisaje inhóspito, bellísimo y magnético, que gracias a hombres como Ben Gurión se ha llenado de vida, de imaginación, y de futuro.
El almuerzo fue en Mitzpé Ramón, una formación geológica mal llamada “cráter”, muy parecido al Cañón del Colorado pero a menor escala. El dato curioso del almuerzo lo dio un pequeño grupo de alpinistas preparando sus equipos para escalar alguna de las múltiples paredes de la falla. Hasta aquí nada extraño, por cierto. Lo fantástico era que quien portaba la remera roja que decía “madrij”, el guía, era manco. Un ejemplo evidente de los miles de ciudadanos israelíes que debido a la violencia que traspasa la vida del Estado Judío desde el día mismo de su fundación, quedan con diversos tipos de discapacidad que -en muchos casos- gracias a la fortaleza personal y un importante apoyo estatal, permiten que la gente no se quede paralizada a pesar de sus parálisis.
De vuelta al micro para un viaje más prolongado todavía, con proa hacia el punto más austral de Israel, el puerto de Eilat.
Con una interesante graduación de ronquidos a manera de catálogo, y con Ester siempre atenta al mapa, una formación de helicópteros Apache o Cobra (es claro que reconozco más tipos de ronquidos que de objetos voladores) nos escoltó por un largo rato mientras a nuestra izquierda se elevaban impactantes los Montes de Edom, en pleno Jordania, cuyo límite íbamos bordeando en una plácida siestita cordobesa.
Llegamos a Eilat casi al atardecer, y después de buscar el hotel por unos minutos, ya que parece que por cuestiones impositivas cambian de dueño y de nombre antes de que uno los termine de aprender, nos detuvimos ante un lobby enorme, coronado por una pileta con agua muy celeste, rodeada de enormes palmeras, a la que solamente le faltaba el cartel que diga “tírese ya”. Pero no. El horario habilitado había terminado hacía cinco minutos. Supongo que fue una brajá, porque con el viajazo que comenzó en Jerusalem al despertarnos a eso de las 5 y media de la mañana, a muchos nos tendrían que haber llevado en cucharita a las habitaciones. Así que directo a una ducha, con el tiempo justo para bajar a cenar. Una caminata nocturna por esta ciudad que combina yates, hoteles magníficos al estilo Las Vegas, desierto, y cuatro países que casi se tocan: Arabia, Jordania, Israel y Egipto.
La pileta algunos la disfrutarían el lunes. Otros irían a Petra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.