lunes, 26 de mayo de 2008

60 años de Israel

La semana pasada, los israelíes celebraron con orgullo justificado el sexagésimo aniversario de la fundación del Estado judío. Según todos los criterios objetivos, ha sido un éxito asombroso, ya que por un margen muy amplio Israel es el país más libre, más próspero, más culto, más creativo, más fuerte y más democrático del Medio Oriente, todo esto a pesar de la hostilidad implacable de sus vecinos árabes, apoyados por la mayoría de los países musulmanes, que nunca han abandonado el sueño de echar a los judíos al mar que los motivó a intentar destruirlo en 1948. Sin embargo, el que Israel debiera ser el modelo para los otros países de la región, ya que sus ciudadanos mostraron que es perfectamente posible construir a partir de cero un Estado nacional vibrante, no cuenta con la solidaridad de todos aquellos que comparten la misma cultura. Tanto en Europa como en Estados Unidos son muchos los que opinan que la creación de Israel fue un error y que tarde o temprano se verá borrado de la faz de la Tierra como suele pronosticar el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad. Asimismo, en Europa propende a cobrar fuerza el antisemitismo atribuido al conflicto mientras que los norteamericanos, en un esfuerzo sin duda vano por congraciarse con los países islámicos, presionan a los israelíes a hacerles concesiones importantes a los resueltos a aniquilarlos.
Antes de la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel gozó de la simpatía del grueso de los occidentales que lo veía como un país pequeño rodeado de enemigos despiadados un centenar de veces más numerosos, pero desde entonces mucho ha cambiado. Al decidirse a llamarse palestinos los árabes que habían huido del nuevo país con la esperanza de que los ejércitos de sus congéneres no tardarían en extirparlo, más sus descendientes, se propagó la idea de que Israel era la superpotencia regional y los árabes las víctimas de su agresividad imperial. Esta forma de interpretar el drama del Medio Oriente ha dado lugar al consenso progresista actual conforme al cual Israel es un país equiparable con el África del Sur racista -a pesar de que a diferencia de lo que sucede en otras partes de la región la minoría árabe disfruta de todos los derechos democráticos-, que debería permitir el "regreso" de todos los refugiados, incluyendo, desde luego, a sus muchos hijos, nietos y bisnietos, aunque como resultado los judíos quedaran como una minoría en un territorio que sería dominado por organizaciones de aspiraciones genocidas como Hamas y Hizbollah.
Si Israel disfrutara del apoyo decidido de la "comunidad internacional", no correría peligro de desaparecer antes de cumplir un siglo de vida independiente, pero partes de la clase política europea y, en menor grado, de la norteamericana, se sienten cada vez más tentadas a darle la espalda por querer privilegiar su relación con el mundo islámico en el que abundan los que se niegan a reconocer su derecho a existir. Huelga decir que la tibieza del Occidente hacia Israel estimula a los resueltos a destruirlo, lo que a su vez hace intensificarse los sentimientos antiisraelíes de quienes imaginan que el mundo sería mucho más pacífico sin un Estado judío cuyos éxitos llamativos sólo sirven para humillar todavía más a los musulmanes que no pueden sino comparar la condición de sus propias sociedades con la creada por una minoría religiosa tradicionalmente despreciada.
Es habitual culpar a Israel por el estado catastrófico de la Franja de Gaza y de otros asentamientos palestinos, pero el problema de los refugiados no existiría si los países árabes, como los europeos después de la Segunda Guerra Mundial, les hubieran permitido quedarse y adquirir la ciudadanía local. No lo hicieron, inicialmente porque esperaban liquidar a Israel y más tarde porque entendían que la presencia de millones de personas paupérrimas, dependientes de la caridad internacional, les serviría como un arma propagandística. Aunque merced al aumento espectacular del precio del petróleo muchos países musulmanes serían más que capaces de aliviar la situación en que se encuentran los atrapados en los campos de refugiados que rodean Israel a sesenta años de su fundación, sus gobiernos siguen insistiendo en que les corresponde a sus enemigos israelíes y los occidentales atenuar la catástrofe humanitaria que se ha producido.Fuente editorial del diario RIO NEGRO publicado el día 16 de mayo de 2008

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