martes, 27 de agosto de 2013

László Csatáry: otro criminal nazi que muere longevo sin ser juzgado

La muerte en un hospital de Budapest el 12 de agosto de 2013 a los 98 años como consecuencia de una neumonía, de László Csatáry, el despreciable húngaro nazi que durante la Segunda Guerra Mundial fue jefe de la Policía Real Húngara y sanguinario ex comandante del gueto y campo de concentración en Kassa (hoy Kosice), una ciudad eslovaca, que en 1944 era parte de Hungría, constituye, por el hecho de haber fallecido sin ser juzgado por sus crímenes, un doloroso recordatorio de impunidad y falta de justicia terrenal. László Csizsik Csatáry nació el 4 de marzo de 1915 en Mány, Imperio austrohúngaro. Al finalizar la guerra, donde participó activamente en la detención, concentración y deportación de miles de judíos húngaros a campos de exterminio como Auschwitz o Treblinka y por haber torturado y asesinado a prisioneros judíos a latigazos y golpes con sus propias manos, fue condenado en ausencia a muerte por un tribunal de Kosice, ya que usando un falso pasaporte yugoslavo pudo fugarse y consiguió ingresar con documentación adulterada a Canadá, donde vivió durante décadas en la provincia de Nueva Escocia y trabajó como marchante de arte en Montreal y Toronto. Allí logró con artilugios obtener la ciudadanía canadiense en 1955, pero esa cualidad y derecho le fue revocada en 1997 por las autoridades locales que alegaron la había conseguido con engaños y documentos falsos, además de haber mentido sobre su pasado para ocultar su colaboración con el régimen nazi. Luego de ser descubierto Csatáry abandonó el país voluntariamente dos meses después y se le prohibió como “castigo” volver. El despiadado Csatáry retornó entonces a Hungría utilizando su verdadera identidad y se estableció en Budapest sin esconderse. Vergonzosamente y a pesar de estar entre los nazis más afanosamente perseguidos, las autoridades nunca lo molestaron. En abril del año pasado ya era el criminal nazi más buscado del mundo. Meses después, en junio de 2012, dos periodistas británicos del diario The Sun, Brian Flynn y Ryan Parry, siguiendo pistas proporcionadas por Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal, (nombre del extinto y célebre “cazador de nazis”) descubrieron y fotografiaron a Csatáry en su domicilio de Budapest. El escándalo y la revelación de que semejante criminal vivía tranquila y plácidamente sus últimos años sin ser molestado, consiguieron al fin movilizar a las jerarquías húngaras. La Fiscalía magiar retrató a Csatáry como un guardia especialmente cruel y violento, que agredía a los judíos, fueran hombres, ancianos, niños o mujeres, con una saña extrema. Las abrumadoras evidencias de su cruel accionar, motivaron que se abriera un proceso judicial a la vez que se ponía a Csatáry bajo arresto domiciliario. Eslovaquia también pidió su extradición. El pasado mes de junio, 16 años después de que Csatáry volviera a Hungría, la Fiscalía húngara presentó formalmente los cargos criminales en su contra, que incluían crímenes contra la humanidad por actos de torturas y ejecuciones sumarias, así como por su participación en la deportación de más de 15.000 judíos. La Fiscalía explicó que entre el 15 y el 22 de abril de 1944, los soldados alemanes, con la ayuda de policías locales y gendarmes húngaros, procedieron a vaciar el gueto de Kassa y enviar a campos de exterminio a esos 15.700 judíos. “Con sus acciones, el acusado intencionalmente participó en los asesinatos ilegales y torturas llevadas a cabo contra los judíos deportados de Kosice a los campos de concentración en las áreas ocupadas por los alemanes”. Una sobreviviente del Holocausto Edita Salamonova, cuya familia fue asesinada en el campo de exterminio de Auschwitz después de su deportación de Kosice, dijo que recordaba muy bien a Csatáry. “Yo lo veo delante de mí”, Salamonova dijo a The Associated Press en una entrevista en Kosice el año pasado. “Un hombre alto, apuesto, pero con un corazón de piedra.” Salamonova recordaba la presencia de Csatáry en la fábrica de ladrillos, que desde entonces ha sido demolida, y se aseguraba de mantenerse fuera de su vista, cuando él estaba cerca. “Una tenía que ocultarse. Nunca se sabía lo que podría haber ocurrido en cualquier momento”, dijo Salamonova, que fue capaz de volver a casa después de soportar varios años en los campos de concentración nazis. Gusztav Zoltai, otro sobreviviente del Holocausto y director general de la Federación de Comunidades Judías de Hungría, dijo a AP: “¿Cómo iba a perdonar? He perdido 17 miembros de mi familia durante el Holocausto, incluyendo a mis padres. No tengo derecho a perdonar. Si lo hago, violo mis recuerdos. Pero la reconciliación es nuestro deber.” Por su parte, el rabino húngaro Zoltan Radnoti dijo en una entrevista que la cicatrización de esas atrocidades nunca desaparece, de modo que “hay que centrarse en la prevención, dejar un legado a nuestros hijos y nietos, de manera que nunca se piense en el racismo de nuevo.” Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal, dijo en un comunicado que se sentía “profundamente desilusionado” porque con su muerte Csatáry “se salvó de la justicia”. Zuroff también apuntó a que las autoridades húngaras no estarían realmente comprometidas con juzgar los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial y que permitieron a un criminal nazi como Csatáry “vivir durante tan largo tiempo tranquilamente en la capital húngara”. La aseveración de Zuroff, encuentra su correlato en el comportamiento de una parte de la sociedad húngara, que al igual que sus gobernantes es reacia a asumir su complicidad en el Holocausto. Una pancarta para honrar la memoria del nazi recientemente fallecido, “In memoriam- Csatáry László” fue desplegada por los simpatizantes del TC Ferencváros en el encuentro de fútbol que esa institución disputó contra el MTK Budapest, un equipo considerado de origen judío por sus afiliaciones pasadas. El tribunal eslovaco también debía examinar su caso el próximo 26 de septiembre. “Nunca creímos que Csatary viviría lo suficiente para ser juzgado”, indicó Lucia Kollarova, portavoz de la Federación Eslovaca de las Comunidades Judías. En los últimos años, las autoridades en Europa han intensificado sus esfuerzos por juzgar a las personas implicadas en el Holocausto aún en vida. Muchos asesinos nazis, han alcanzado larga vida. El antiguo guardia de campo de Sobibor, John Demjanjuk “Ivan el Terrible” “El carnicero de Sobibor”, condenado en 2011 a 5 años de cárcel y muerto un año después a la edad de 91 años, compareció en silla de ruedas o en una camilla. Videos que circularon por Internet, demostraron que fue una farsa para despertar conmiseración. Sándor Képíró, otro sospechoso húngaro juzgado por crímenes de guerra después que su paradero fue divulgado por el Centro Wiesenthal, murió a los 97 años en septiembre de 2011, pocos meses después de haber sido absuelto por falta de pruebas. Su veredicto fue también apelado cuando murió. Erich Priebke, el ex coronel nazi de las SS, condenado a cadena perpetua en Italia por la Masacre de las Fosas Ardeatinas, sale todas las mañanas alrededor de las 7 de su departamento en el barrio popular romano de Balduina para su cotidiano paseo, en compañía de una señora que lo cuida y de su inseparable escolta. Luce una vejez muy bien llevada, y está próximo a festejar su cumpleaños número cien. La gran cantidad de criminales nazis que aún viven, provoca en muchos creyentes una gran disquisición teológica. ¿Por qué mueren muchos justos e inocentes siendo jóvenes o prematuramente y algunos inicuos asesinos nazis alcanzan impunemente longevidad? ¿Será para que el mundo recuerde el mayor genocidio de la Historia y los infames negadores del Holocausto no olviden? La respuesta insondable no está al alcance de los comunes mortales que tenemos una comprensión muy limitada de los designios Divinos. Rubén Kaplan http://www.rkpress.com.ar/